A los 87 años, la mayoría de la gente de la edad de Andy “Mush” Russo estaría pensando en retirarse. Tal vez en establecerse, en mudarse a Florida. Sin duda, Andy podría haberlo hecho si quisiera. El dinero nunca fue un problema para él; Andy había sido un empresario de “gran éxito” durante su vida, y seguía teniendo sociedades oscuras en bares y restaurantes de Brooklyn y Manhattan. Si quisiera, Andy podría vender su lujosa mansión de Old Brookville, en Long Island, y vivir el resto de sus años en cualquier otra gran residencia frente a una playa soleada.
Por infobae.com
Pero, evidentemente, la jubilación es lo último que “Mush” tiene en mente. De hecho, en 2010, a los 76 años, Andy acepó su ascenso como “jefe de la calle” de la familia criminal Colombo, una de las organizaciones mafiosas más violentas de la historia de Nueva York. Llevaba quince largos años esperando la oportunidad de volver a tomar el timón. En la década de los 90, ayudó a recomponer la familia tras una devastadora guerra interna, pero el FBI echó su esfuerzo por tierra cuando lo detuvo en 1996, alegando que se había hecho con el control ilegal del sector de la recolección de basuras de Long Island a golpe de palos de béisbol.
“Mush” Russo era intocable. Hasta ayer, cuando el fiscal general de Nueva York lo mandó a arrestar junto a otras 13 personas -incluida “toda la administración de la familia del crimen organizado Colombo”– en relación con cargos que incluyen chantaje, blanqueo de dinero y extorsión. Entre los arrestados se encuentran el jefe máximo Russo, el subjefe Benjamin “Benji” Castellazzo, el consiglieri John Ragano, conectado también con la otra gran familia mafiosa de los Bonnano, y varios lugartenientes. También está entre los acusados, Theodore Persico, sobrino del difunto y mítico de este grupo mafioso, Carmine Persico.
Esta vez, acusan a los asociados de los Colombo por infiltrarse y tomar el control de un sindicato de la construcción con sede central en Queens. Los mafiosos se encargaban de “arreglar” cualquier malentendido con las certificaciones de seguridad en las obras en construcción y de lavar dinero a través de las prestaciones de una obra social en la cual también traficaban drogas. Al menos dos de los socios de la familia cobraron desde 2001 “una parte” del salario de un alto cargo sindical después de ser “amenazando con hacerle daño a él y a su familia”, afirma la acusación.
“Bajo la dirección de la dirección de la familia criminal Colombo, a partir de finales de 2019, los acusados ampliaron el esfuerzo de extorsión para obligar al jefe sindical y otros afiliados a tomar decisiones que beneficiaran a la familia Colombo, incluso presionándolo a seleccionar proveedores para los contratos que estaban asociados con los criminales”, alega la acusación. “Los acusados trataron de desviar más de 10.000 dólares por semana de los activos del Fondo de Salud y 250.000 dólares a través de un supuesto préstamo”.
Entre las pruebas presentadas por la fiscalía figura una grabación telefónica del 21 de junio de 2021 en la que el “capitán”, Vincent Ricciardo, “amenazó con matar al jefe sindical si no accedía a las exigencias. “Te voy a poner en el suelo justo delante de tu esposa y de tus hijos, justo delante de tu f—–g casa, y que no te cause ninguna gracias, amigo, no tengo miedo de ir a la cárcel, ¿cuánto crees que voy a durar ahí? Nada. Te mato y no pago nada.” Ricciardo, más conocido como “Vinny Unions”, también presionó al jefe sindical para que contrate a un administrador adjunto para manejar los intereses de la familia mafiosa. “A partir de ahora, él es el que toma las decisiones”, le dijo.
La acusación también imputó al “soldado” de la familia del crimen, John Ragano, por falsificar certificados de formación en seguridad laboral. Figuraba como director de una escuela de Franklin Square en la que se daban cursos de seguridad en el trabajo. Junto a sus socios Domenick Ricciardo y John Glover, falsificaban documentación del Departamento de Trabajo con los que habilitaron a miles de trabajadores para realizar tareas en las obras en construcción sin tener idea de los peligros de seguridad que afrontaban. En la escuela también se almacenaban cargamentos de cocaína y en un momento se utilizó como depósito de fuegos artificiales mientras por las mañanas asistían allí niños.
“Todo lo que afirmamos en esta investigación demuestra que la historia se repite una y otra vez. La mafia sigue funcionando como siempre”, dijo el director adjunto del FBI, Michael Driscoll. “Las entrañas de las familias del crimen en la ciudad de Nueva York están vivas y en buen estado. Estos soldados, consiglieres, subjefes y jefes obviamente no son estudiantes de historia, y no parecen comprender que van a pasar mucho tiempo encerrados.”
Andy “Mush” Russo ya pasó muchos años en la cárcel. Entró y salió desde 1977, cuando fue nombrado “caporegime”. Estuvo en prisión entre 1986 y 1994. Luego, por dos años asumió nuevamente la conducción de la familia. En el 96 cayó hasta el 2008. Volvió entre 2011 y 2013. Desde entonces dirigió todas las operaciones a través de capitanes. De todos modos, de fines de los noventa, el dominio de la familia Colombo sobre los sindicatos neoyorquinos empezó a disminuir, al igual que sus operaciones de juego, préstamos y fraudes bursátiles. En marzo de 2010, “Mush” Russo reorganizó toda la estructura. Utilizando a su hijo, Billy, como su mano derecha, Andy volvió a darle esplendor a una de las grandes cinco familias de la “Cosa Nostra. En una de las tantas conversaciones grabadas, se lo escucha diciendo a “Paulie Guns” Bevacqua, uno de sus confidentes: “No puedo alejarme… no puedo descansar. Mi compromiso de lealtad a la familia es de por vida”.
Fue su primo, Carmine “Junior” Persico, quien introdujo a Russo a la mafia. Persico ascendió en la cadena de mando después del famoso golpe contra el jefe rival de los Gambino, Albert Anastasia, asesinado en una barbería en 1957. Cuando su capo y mentor Frank “Frankie Shots” Abbatemarco fue asesinado en 1959, Persico y los también jóvenes hermanos Gallo se rebelaron contra su liderazgo familiar. Pero Persico traicionó a sus compañeros y fue recompensado generosamente por ello. En 1963, Carmine, de 30 años, era un poderoso capo, pero no pudo promover en ese momento a su primo Andy Russo para que jurara lealtad a la familia. El órgano rector de la Mafia, la Comisión, había prohibido las ceremonias de ingreso. Carlo Gambino suspendió temporalmente la incorporación de nuevos miembros hasta que se calmara la situación después de una serie de asesinatos de capos.
Durante las décadas de 1960 y 1970, Andy Mush se movió en forma más independiente y estableció valiosos negocios tanto en Brooklyn como en Long Island, incluida una red de usura de “amplio alcance” que comenzó en 1968, y el control de empresas de recogida de basura. Fue cuando se compró su lujosa residencia casi enfrente de donde residía el alcalde de la ciudad. En ese mismo terreno apareció cosido a balazos otro “empresario” del transporte Dominic Cavalieri, que quiso quedarse con algunos contratos. Todas las pruebas indicaban que el asesino fue Russo, pero desaparecieron antes de que los fiscales pudieran presentarlas ante el juez.
Cuando se reabrieron los libros y las ceremonias de juramento mafioso en 1976, Russo fue uno de los primeros en ser admitido. Carmine Persico llevaba cinco años de condena por secuestro y rápidamente lo puso a cargo de sus negocios. “Mush” empezó a codearse con influyentes jefes de la mafia de todo el país como representante de Persico. Una de las reuniones fue descrita por James “Jimmy the Weasel” Frattiano, antiguo jefe de la mafia de Los Ángeles, en el juicio de Russo de 1985. Según Frattiano, después de un concierto de Frank Sinatra se celebró una cena con gánsteres de todo el país en la sala Rainbow del edificio RCA. Russo, un “tipo hecho” según Frattiano, fue presentado por el jefe en funciones de la familia Colombo, Tommy DiBella, y el capitán Gennaro ‘Gerry Lang’ Langella. El legendario jefe de la mafia de Pensilvania, Russell ‘Russ’ Bufalino, a quien se le atribuyen impresionantes hazañas delictivas lideraba en ese momento a la familia criminal Genovese de Nueva York, y después de algunas dudas terminó dándole la bienvenida.
A partir de ese momento, Russo se convirtió en uno de “los grandes capos”. Ayer cayó por un delito “menor” para sus estándares. Sus abogados seguramente ya están preparando “alguna magia” para que no pase mucho tiempo encarcelado. De todos modos, lo más probable es que siga dando las grandes directivas desde allí. De jubilarse, ni se habla.