Imagínense que la alternativa democrática ganara la mayoría de las gobernaciones, alcaldías, concejalías y diputaciones regionales. El revocatorio presidencial de mitad de periodo que se activará el año entrante cobra una fuerza trepidante. De realizarse y si se manifiesta la mayoría, más del 80% votaría por cambiar al régimen, lo que resquebraja el sostén militar.
En política cada espacio o curul es una trinchera y un lugar desde el cual liderar, a pesar de que te nombren a dedo un tal “protector” y no te asignen recursos.
Las inhabilitaciones de Leocenis García en Caracas y de Richard Mardo en Aragua entre otras, dejan mucho que desear. Que los principales partidos sigan intervenidos por el régimen es deleznable. Que los canales de todos los venezolanos y las cadenas se dediquen al proselitismo político es atroz. Sin embargo, también es grave que a pesar de todas estas tropelías gubernamentales, el G-4 que maneja la tarjeta de la manito en vez de promover unas primarias generales para todos los cargos, y así unir a una oposición que tiene unos 70000 candidatos que lucharán contra 3080 del oficialismo, impone sus nombres, más allá de respetar los liderazgos naturales a todos los niveles.
Así las cosas, hay mucha gente desilusionada, por las disputas intestinas. Sin embargo, hasta días antes del proceso electoral se podrán hacer cambios de candidatos aunque no se reflejen en la boleta. Todavía hay tiempo para convocar a unas primarias opositoras y unificar a toda la alternativa democrática. No hacerlas es dar muestras de que en la oposición hay “un quítate tú para ponerme yo” con mucha sed de poder y nada más. La ciudadanía quiere unidad, está harta de la pelea pequeña y estéril.
Si la división de candidaturas opositoras resulta en una trágica derrota, no habrá excusas y el manejo político habría sido de nuevo trágico. Los responsables estarán a la vista y no quedará más que volver a transitar el desierto para llegar a la tierra prometida.
@OscarArnal
oscar.arnaln@gmail.com