En esta coyuntura que vive Venezuela, el llamado a no votar favorece a Maduro y al Psuv. La abstención no es política, a menos que se enmarque en un plan insurreccional para lo cual hay que contar con grupos organizados decididos a la lucha en cualquier terreno, una estructura partidista en correspondencia con la política insurreccional y apoyo financiero interno y externo. Actualmente con ello no se cuenta en Venezuela salvo las manifestaciones de coraje teóricas expresadas por las redes sociales.
Hay que ser angelical para no caracterizar adecuadamente la naturaleza del régimen que encabeza Nicolás Maduro. Para enfrentar a ese tipo de esquema socio político es más eficaz el voto popular y la movilización social que llamados abstractos a intervenciones externas o actos de violencia aislados. El enemigo al cual más teme una dictadura es el voto popular en comicios libres. Una revisión histórica de las transiciones de dictaduras a democracias sugiere que la fractura de la coalición dominante en el poder es una condición fundamental para la restauración de la democracia. Por eso, el espacio de la lucha democrática es esencial para conformar una mayoría popular que altere la correlación de fuerzas y haga viable la derrota de quienes detentan el poder, para lo cual las alianzas son necesarias. Nadie está diciendo que para las elecciones del 21 de noviembre están dadas todas las condiciones. Estas se conquistan participando, haciéndolo retando al régimen en su terreno, conectando con el pueblo descontento que es la gran mayoría y fortaleciendo a los partidos políticos y demás organizaciones sociales. Tan democrático es participar en unas elecciones como liderar la lucha sindical y la del pueblo por mejores condiciones de vida. Quienes llaman a no votar no hacen ni lo uno ni lo otro. Hay que votar para comenzar a encontrar la salida del laberinto en donde estamos. Para llegar a elecciones presidenciales libres o el referendo revocatorio, primero hay que cubrir la etapa de las elecciones regionales.