Regulación, desregulación y corrupción: El medicamento en Venezuela, por Abraham Sequeda

Regulación, desregulación y corrupción: El medicamento en Venezuela, por Abraham Sequeda

Hablar de regulación en términos generales es referirse a la aplicación de leyes, normas y reglamentos sobre una materia en particular. Es una función propia de los Estados y no significa precisamente intervenir o controlar.

En especial, la regulación se observa marcadamente en lo que corresponde a las actividades de los servicios públicos; es decir, aquellas áreas que son sensibles para lograr el buen desempeño de los ciudadanos que conforman una sociedad. En este caso es importante entonces, incluir las figuras de personas naturales y jurídicas, como los operadores y protagonistas de ese entramado de actividades.

En el ámbito farmacéutico, la regulación encierra dos aspectos básicos; primero, el que se trata de cumplir con las regulaciones para garantizar un medicamento seguro, eficaz y de calidad; segundo, el que consiste en la equidad del uso de un medicamento, es decir, su disponibilidad y accesibilidad, por parte de la población.

En todos los casos, una liberalización en materia de medicamentos, no debe observar o tratar a los medicamentos como cualquier mercancía, lo que implica por lo tanto, que una desregulación debe ir dirigida hacia el segundo aspecto básico. En el primer aspecto básico, las instituciones rectoras, reguladoras y contraloras tienen un rol imprescindible, cuyas decisiones, basados en hechos técnicos-científicos, son respetables.

Lo que viene ocurriendo en Venezuela, desde unos años atrás, es: un desmontaje de las instituciones antes mencionadas y una “política” relajada de importación, que tiende a desregular de hecho y no precisamente en el plano del marco jurídico establecido.

Pero aún más denigrante y peligroso, que los medicamentos al ser recursos esenciales para mantener la salud y la vida, han sido utilizados como un objeto para que personas inescrupulosas, puedan hacer politiquería de la más turbia y de baja calaña, también para hacer ricos contratos y negocios con ganancias cuantiosas, en detrimento de la salud de la población.

Como consecuencia de esto, la fatídica e inaceptable realidad se aprecia cotidianamente, en como instituciones de salud, se “pelotean” millones de dosis de medicamentos vencidos, sin que nadie se haga responsable y aún, sin un sistema sanitario que valga la pena.

A pesar de lo anterior y para mala noticia a los corruptos, ladrones que se valen de las necesidades del ser humano, una nueva etapa de optimismo se asoma en esta turbulenta, larga y complicada transición, cuyo curso definitivo dependerá de asumir paradigmas de eficiencia en la gestión, honestidad y transparencia, como necesarios y urgentes.

@abrahamsequeda

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