José Gregorio Contreras: Liberalismo y democracia

José Gregorio Contreras: Liberalismo y democracia

La eterna discusión entre los que han querido forjar una diferencia irreconciliable entre liberalismo y democracia, viene dada porque conciben que el liberalismo por sí solo se reconoce en el principio de la libertad, y la democracia por sí sola se reconoce en el principio de la igualdad. Tal percepción no puede hacerse sin tener en cuenta quien nace primero, si nos remontamos a los griegos, la democracia es antigua, el liberalismo es moderno. Pero si nos referimos a la democracia de los modernos, entonces primero va el liberalismo y después la democracia.

Tener claro esta concepción es sumamente importante para entender la democracia en estos tiempos, ya que el liberalismo precede a la democracia de los modernos, que se conoce como la democracia liberal, donde convergen libertad e igualdad. El problema radica en que actualmente hay quienes se empeñan, tratando de mal poner el liberalismo, en afirmar que estos conceptos divergen en un intento de aniquilar la feliz convergencia que se logró en el siglo pasado.

Tratan de avivar una diferencia que ya Tocqueville pudo observar cuando visitaba EE.UU en 1831, donde quedó impresionado por la igualdad social de aquella democracia, mientras que en Francia veía crecer una igualdad socialista. Para él la democracia y el socialismo están unidos solo por una palabra, la igualdad, pero al mismo tiempo aseguraba que hay una gran diferencia, la democracia quiere la igualdad en libertad, el socialismo quiere la igualdad en las dificultades y la servidumbre. Queda claro que el socialismo postula una igualdad negadora de la libertad, mientras que en la democracia liberal se postula una igualdad afirmadora de la libertad.





Para los liberales la libertad es un fin y la democracia es un instrumento, distinto que para los marxistas, quienes consideran que la democracia construida sobre el principio de la mayoría es una democracia formal y burguesa, en oposición a la democracia social y proletaria, nombre bajo la cual postulan un orden social que “garantiza” a los ciudadanos no sólo una participación igual en la formación de la voluntad colectiva, sino en cierto sentido, una igualdad económica. Antítesis que rechazamos, puesto que es el ideal de la libertad y no el valor de la “igualdad” el que define en primer lugar la idea de la democracia.

He de resaltar que los progresistas no aceptan este equilibrio, apuestan por la superación de la democracia liberal, superación que tratan de argumentar ignorando o negando la irreductibilidad entre libertad e igualdad, pues no tienen claro que los liberales aspiramos la igualdad como instrumento de la libertad. Los liberales nos oponemos a la reducibilidad de la libertad a la igualdad o viceversa.

Para los liberales lo primordial es el método de creación del orden social, pues el liberalismo es un presupuesto de la democracia, y los presupuestos no se desbordan, o los hay o se derrumba también aquello que propugnan, pues como lo dice Sartori “la democracia sin liberalismo nace muerta”.

La diferencia radica en que los populistas aclaman la participación democrática del pueblo como una de las más elevadas formas del bien, para los liberales no es esta guisa intrínsecamente populista lo que le permite alcanzar el bien, pues la libertad del pueblo consiste en algo distinto de la participación en el gobierno, para los liberales los hombres o ciudadanos son libres cuando acceden a la libertad, es decir, consiguen vivir de sí mismos.

Para los liberales la idea de democracia es la idea de libertad como autodeterminación política, es la autodeterminación de los individuos por participación en la creación del orden social, pues la democracia moderna no puede separarse del liberalismo, ella sólo puede formarse allí donde se encuentran garantizadas las libertades. Hay una unión entre libertad y democracia.

Para los liberales la democracia es concebida como la creación de oportunidades, y el uso de estas oportunidades exige un tipo de análisis distinto, relacionado con la práctica de los derechos democráticos y políticos, es decir, depende no solo de las reglas y los procedimientos que se adopten y se hagan respetar, sino también de la forma en que los ciudadanos utilicen las oportunidades. Las instituciones democráticas no son recursos mecánicos para alcanzar el desarrollo. Esto va a depender de nuestros valores y prioridades y del uso que hagamos de las oportunidades de expresión y participación que existan. En definitiva no hay democracia sin libertad.