Hace unas semanas, la comunidad científica recibía las noticias del primer trasplante de un órgano animal -un riñón de un cerdo modificado genéticamente- a un cuerpo humano, una mujer en muerte cerebral que lo tuvo unido a su sistema sanguíneo durante 52 horas. El experimento, en el hospital NYU Langone de Nueva York, era esperanzador sobre todo por las posibilidades de que los xenotrasplantes -los trasplantes con órganos de animales- solucionen el déficit de órganos para aquellos que los necesitan.
Por ABC
Solo en EE.UU., hay cerca de cien mil personas en lista de espera para recibir un trasplante y 17 mueren de media cada día porque los órganos no llegan a tiempo. Durante la pandemia, a la escasez de donantes viables se ha añadido una nueva capa de dificultad: ¿se deben recibir órganos de donantes que tienen o han tenido Covid-19?
En los últimos meses, se ha agitado el debate en
EE.UU. sobre un asunto que no es anecdótico: se han registrado más de 46 millones de contagios de Covid en el país, además de más de 750.000 fallecidos por la enfermedad. La práctica convencional es que se haga un test de Covid al donante antes de extraerle los órganos y encontrar receptor. Si la prueba es negativa, aunque el donante haya pasado el virus, se considera que los órganos son seguros.
«Pero no hay recomendaciones aceptadas de forma universal sobre cuándo los órganos se pueden extraer con seguridad de cuerpos que dan positivo y trasplantados a pacientes que los necesiten», explica ‘The New York Times’ en un artículo publicado este fin de semana y que ha avivado el debate.
El diario neoyorquino trae a colación el caso de Heidi Ferrer, una guionista muy conocida de Hollywood -entre sus contribuciones están la serie juvenil ‘Dawson Crece’- que se suicidó el pasado mes de mayo después de sufrir durante más de un año el llamado ‘Covid de larga duración’. Según las notas que ella mismo recogió durante su enfermedad, le dolían tanto los pies que no era capaz de andar, le temblaba el cuerpo, sufría dolor articular, insomnio, arritmias, fluctuaciones de su nivel de azúcar… Su marido, el también guionista y director Nick Guthe, quería que el cuerpo de su mujer se utilizara para estudiar los efectos de este tipo de afección relacionada con el Covid, pero las autoridades hospitalarias le dijeron que Ferrer había decidido que sus órganos se donaran y él no tenía capacidad de decisión en ello.
«Matan a quien los reciba»
«Pensaba que podrían matar a la gente que los recibiera», ha dicho Guthe, que solo pudo aceptar los deseos de su mujer. Sus riñones fueron recibidos por dos hombres de California con enfermedades renales avanzadas. El resto de órganos no encontraron destino viable. No hay conocimiento hasta ahora sobre si los receptores de sus órganos han desarrollado la enfermedad o cualquier síntoma similar a los sufridos por Ferrer.
Un problema añadido con el Covid de larga duración es que los test suelen dar negativo a quienes lo sufren, aunque el virus pueda seguir en el cuerpo del paciente, en ocasiones en reservorios en los mismos órganos que pueden trasplantarse después.
En los últimos años, el avance de los estudios sobre trasplantes han permitido que se relajen las regulaciones para donantes que han sufrido enfermedades como el VIH o la hepatitis C. El mismo cirujano que dirigió el experimento con el riñón de cerdo en Nueva York, Robert Montgomery, recibió hace unos años un corazón de una persona que sufría hepatitis C.
Algo similar está ocurriendo con el Covid a medida que se avanza en el conocimiento de la enfermedad, aunque las opiniones sobre hasta dónde llegar no son unánimes. Al principio de la pandemia, la regla general era no trasplantar de un donante positivo de coronavirus. Por ejemplo, no consideraba seguro donar pulmones de una persona que falleció de Covid, al tratarse de una enfermedad respiratoria con impacto en estos órganos. Se comprobaron varios casos en que una paciente que había dado negativo en un test convencional de Covid acabó por contagiar al receptor. Desde entonces, se realizan pruebas en el tejido pulmonar para comprobar si quedan restos del virus.
La Asociación de Organizaciones para la Obtención de Órganos considera seguro utilizar órganos por debajo del diafragma, como riñones o hígado, en donantes que dan positivo pero son asintomáticos. Otra organización, la Sociedad Americana de Trasplantes, defiende la utilización de órganos en pacientes con Covid de larga duración si dan negativo (como fue el caso de Ferrer). Otros, como la Red de Donación de Órganos, dicen que debe tratarse «caso por caso», en función del riesgo que implican los órganos del donante y de la situación de necesidad que sufra el paciente. La realidad es que la pandemia, dentro de los estudios clínicos, es algo reciente y los efectos a largo plazo del transplante de órganos de donantes con el virus son, de momento, inciertos.
Los receptores de órganos tienen una complicación añadida: lo habitual es que se les administren fármacos inmunodepresores para combatir el posible rechazo del nuevo órgano por parte de su sistema inmune. Por ello, las posibilidades de contagio por Covid y de sufrir la enfermedad son mayores que en un paciente convencional.