Documentales, libros y películas coinciden en que en la madrugada del 11 de junio de 1962 todo ocurrió de la siguiente manera: Frank Morris, Clarence Anglin y John Anglin, tres ladrones de bancos recluidos desde más de un año atrás en la Cárcel de Alcatraz, la más custodiada del mundo para ese entonces, se dirigieron cada uno hacia donde quedaba la rejilla de ventilación de su respectiva celda.
Por El Tiempo
En esas estructuras, desde hace al menos seis meses, venían profundizando con cucharas el hueco donde estaba instalada la celosía.
Un taladro, forjado con el motor de una aspiradora rota, les habría permitido ‘adueñarse’ del ducto de ventilación.
Antes de imbuirse para salir al tejado, ubicaron en las respectivas camas unos modelos de cabezas hechos con yeso, pintados con color piel y adornados con cabello humano real.
Con los ‘reemplazos’ listos ascendieron los nueve metros que los separaban del techo y andaron a hurtadillas hasta las bajantes de la fachada.
En ese punto regresaron al suelo, saltaron unas vallas, llegaron hasta la orilla del río y desplegaron unos impermeables que sirvieron para crear una balsa rudimentaria.
¿Cruzaron la bahía de San Francisco o murieron ahogados?
Por lo que se ha podido conocer, parece que se fugaron.
Y su ‘rastro’ fue encontrado a más de 6.000 kilómetros de donde estaban detenidos.
Rompiendo paredes ‘inquebrantables’
La Prisión Federal de Alcatraz, en la isla homónima de alrededor de 76.300 metros cuadrados, se erigió para 1934 en la construcción que había funcionado como fortificación militar estadounidense.
Gracias a su ubicación geográfica, y a ciertas particularidades logísticas, permaneció hasta 1963 como la cárcel más custodiada del mundo. No en vano, por sus paredes pasaron hombres de la talla de los gángsters Al Capone y ‘Mickey’ Cohen.
Según datos del Buró Federal de Investigaciones? (FBI, por su sigla en inglés), 36 hombres intentaron fugarse de Alcatraz.
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