Todo el mundo lo sabe, Nicolás Maduro hizo todos los cursos de marxismo-leninismo que la Liga Socialista le consiguió en Cuba, hasta convertirse en el agente que todavía es el castrocomunismo. Viajar a la isla o a un país afín de Europa Oriental bajo el telón de acero, por atrabiliaria que fuese su dictadura, era un premio seguro para los activistas de la ultraizquierda que, por ejemplo, conocían muy bien a la UCV y no porque estudiaran en ella, sino porque su tarea era quemar cauchos y emplear sus arms de fuego para alterar el orden público. Para ello se entrenaron. Valga acotar, no era otra el curso que dictaban en La Habana, Pinar del Río, Camagüey u Holguín. Nada que tuviera que emplear las neuronas, ya que un buen comunista no piensa, sino obedece, decía hasta el cansancio Lenin. Lo más lejos que se podía ir, era en materia propagandística, pero nada publicitaria que amerita – al menos – de un poco de inspiración que va, o iba, más allá de pegar afiches o megafonear una consigna. Un autómata para armar níples, más importante que idear un motivo gráfico.
Así que nada de distinguir entre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico: con recitar de memoria a Marta Harnecker, era y es más que suficiente. Por muy marxista que se diga, Maduro no encabeza un régimen marxista, sino del terror y de a criminalidad más insólita. Y no es marxista, porque el maxismo, sea o no leninista, se agotó hace décadas atrás, en lo teórico y en lo práctico. Digamos que no explica la teoría del valor, ni descubre la tasa de explotación en los productos informáticos, y donde hay hambruna y millones de víctimas del coronavirus es en los países donde está prohibido, como en Venezuela, revelar las cifras reales. No por casualidad, el virus tuvo por origen la China de Partido Comunista que parasita el capitalismo de las zonas económicas especiales.
Es evidente que en las adjudicaciones y obsequios del pasado 21 de noviembre, otro ejemplo, los partidos que se dicen más marxistas, marxianos y marxólogos que el propio Marx, como el PCV, quedaron fuera de combate. Son una pieza de museo. Además de quebrados ideológicamente, sólo les queda agachar la cabeza y pasarse al PSUV para gozar de algunas prebendas. Lo importante es ese marxismo de Maduro que sólo tiene por sedes los paraísos fiscales del mundo, donde nadie le gana con eso de acumular hasta la undécima generación los reales saqueados al pueblo venezolano.