Su duro régimen, el maltrato a sus hombres y una caleta con más de ocho millones de dólares, fueron argumentos suficientes para traicionar a uno de los más sanguinarios delincuentes de la historia del país, Hernán Darío Velázquez, alias el Paisa. Terminó muerto en su ley, víctima de una poderosa carga explosiva como la que él utilizó tantas veces contra civiles y miembros de la Fuerza Pública, así lo reseñó SEMANA.
Un bombazo a la orilla del camino, cerca del río Arauca, en el Estado Apure, en Venezuela, puesto por sus propios hombres y accionado a control remoto, terminó con la carrera criminal del Paisa quien traicionó el acuerdo de paz y nunca dejó su negocio millonario e ilegal del narcotráfico.
El Paisa solo confiaba completamente en una persona, alias Lulo, quien era su sombra y lo acompañaba desde hace varios años cuando comandaba la columna móvil Teófilo Forero de las Farc, y ahora lo custodiaba en Venezuela. No tenían salvación, ante la violencia del atentado, cayeron los dos.
Varios factores se conjugaron para la caída definitiva del Paisa, quien era buscado con circular roja por las autoridades colombianas y de Estados Unidos. Quienes lo traicionaron se dejaron tentar por los más de ocho millones de dólares en efectivo que tenía escondidos en distintas caletas, 10 millones más que ofrecía el gobierno de Estados Unidos y uno más que daban las autoridades colombianas. Un botín nada despreciable.
El Paisa permanecía con más de 30 hombres y mujeres armados hasta los dientes, a quienes instruía en la elaboración de artefactos explosivos improvisados, para la ejecución de acciones terroristas en Colombia. Sus campamentos se ubicaban en los sectores de La Tigra y San Francisco en el municipio de Rómulo Gallegos del Estado de Apure (Venezuela), a 160 kilómetros de la frontera con Colombia.
Después de la muerte de Jesús Santrich, revelada en exclusiva por SEMANA, el jefe de la Segunda Marquetalia, Iván Márquez, ordenó a las cabezas de esta disidencia que no se agruparan, incluso que se dispersaran, porque les seguían los pasos, no solo las autoridades sino sus enemigos en el negocio criminal del narcotráfico, las disidencias de Iván Mordisco y Gentil Duarte, quienes habían conformado un escuadrón para darles cacería.
El Paisa se movía como pez en el agua por esta región con la anuencia del régimen de Nicolás Maduro. Según fuentes en Venezuela, se identificaron tres campamentos clave para este terrorista. Uno para el entrenamiento de guerrilleros colombianos, venezolanos y ecuatorianos, con la intención de expandir su negocio del narcotráfico bajo la figura de una guerrilla latinoamericana.
El otro lo tenía destinado precisamente para las reuniones de coordinación con emisarios de carteles mexicanos, especialmente el de Sinaloa, así como europeos y de Medio Oriente. El último, lo usaba para las reuniones exprés, como ellos mismos las llamaban, con los cabecillas de las disidencias de la Segunda Marquetalia.
Las versiones que se conocieron desde Venezuela señalan que tras la fuerte detonación algunos de los hombres del Paisa trataron de llegar al lugar a auxiliarlo, pero el ataque fue demoledor, fallecieron de forma instantánea. “Se nos metieron y nos van a matar a todos”, decían, mientras buscaban refugio. Tomaron los cuerpos y los llevaron a una zona cercana en territorio venezolano, buscando el amparo de otros jefes de la Segunda Marquetalia.
No obstante, se ha abierto otra hipótesis que plantea una operación del más alto nivel de las Fuerzas Armadas de Colombia en el vecino país, que habrían cruzado la frontera para darle cacería a estos exjefes guerrilleros.
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