Normalmente el dicho reza: gigante con pies de barro. Sin embargo, pudiera decirse que la democracia, en su estado actual, se acerca más a un gigante con cuerpo de barro, pero con pies de hierro. Cuerpo de barro y por ende frágil, pues en muchos países se cuestiona su vigencia, sus métodos, se le imponen limites, se desafía su autoridad, su eficiencia, su mecánica. Asimismo, agendas personalísimas de líderes “providenciales” y telegénicos amenazan sus principios, la acosan y les sirve como trampolín para el asalto al poder.
No obstante, sus pies siguen siendo de hierro. Su solidez yace en su origen, en la expresión primigenia de la voluntad del pueblo. Su legitimidad, su anclaje en valores morales y éticos, permanecen incuestionables. Hoy, el gigante democrático pareciera doblarse ante el peso de la reformulación histórica, la impaciencia por resultados en algunos casos o la simple conspiración en otros. Sus robustos pies de hierro, empero, siguen hechos de la voluntad de los pueblos, inigualable fuente de legitimidad.
Una cumbre por la democracia, ¿quién podría oponerse? salvo los de siempre, los autócratas, los dictadores y los aspirantes a serlo. Sin embargo, la realidad muerde y es un tanto más complicada …
Cuando Joe Biden propuso su Cumbre por la Democracia durante la campaña electoral, la idea era sencilla: Donald Trump había desdibujado la escena política y la bandera de la defensa de la democracia parecía un mensaje virtuoso y directo.
Tras casi un año en la Casa Blanca, lo que se antojaba sencillo se complicó. Para empezar, porque la frontera entre democracia y … “no democracia” no siempre es fácil de definir. Esta simple ambivalencia creó un verdadero quebradero de cabeza para las invitaciones. 110 países fueron invitados. Desde luego, los que quedaron fuera de la fiesta no quedaron muy contentos, por decir lo mínimo. Por ejemplo, Brasil, Pakistán o Irak estaban en la lista de invitados, cuando sus democracias dejan algo (o mucho) que desear. En Europa, Polonia fue invitada pero no la Hungría de Viktor Orban, único paria de la Unión Europea.
Por su lado, en América Latina se daba por hecho la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Fue una sorpresa, y de cierta manera una decepción, ver por fuera a Guatemala, Honduras, El Salvador y también a Bolivia. De qué sirve excluirlos y no contribuir directamente en el fortalecimiento de sus instituciones democráticas. Si se les expulsa de la comunidad de democracias ¿cómo promover la lucha en contra del autoritarismo, la corrupción y avanzar en el respeto de los derechos humanos?
La Cumbre por la Democracia pareciera tener un cierto perfume de Guerra Fría, pues reúne a un duro “campo democrático” orbitando en torno a los Estados Unidos, líder del “mundo libre” como se decía en otros tiempos. La invitación de Taiwán, un estado no reconocido pero una democracia genuina, obviamente le da a la reunión otro aroma de rivalidad con la China comunista.
Es de constatar que la lista de invitados debe mucho más a los intereses geopolíticos de Estados Unidos y menos al criterio de Freedom House, el think tank que anualmente clasifica a las democracias del mundo.
El mundo se encuentra en constante evolución. Los axiomas del pasado pudieran ser obsoletos hoy. Así, China puede perfectamente regodearse en la denuncia de las fracturas de la democracia estadounidense, su violencia social extrema, sus índices de pobreza, el trato a las comunidades negras, los ataques contra el derecho al voto y tanto más. En ese sentido, la propaganda china es eficiente, noticias sobre niños muertos en bombardeos estadounidenses en nombre de la democracia, o sobre la patética estampida de Kabul y, por supuesto, imágenes del asalto del 6 de enero al Capitolio. Xi Jinping y su camarilla de apparatchiks se relamen los dedos ante el espectáculo.
Así, fiel a su destreza argumentativa al esgrimir que no hay un modelo fijo de democracia, China sorprendió al reclamar su estatus democrático y permitirse el lujo de describirse a sí misma como una democracia cabal, por ser más eficiente. Esto por supuesto no convence a nadie en el lado de las democracias liberales, pero es un discurso pegajoso en el mundo en desarrollo, donde el modelo occidental se tambalea en su pedestal.
Esta cumbre será útil e interesante si provoca una reflexión sobre el estado actual de la democracia. Su principal debilidad es precisamente que el cuerpo del gigante democrático muestra señales de fatiga hasta en los Estados Unidos, cuna de la idea de la Cumbre y paladín de la democracia universal.
Desafortunadamente, el país del gigante democrático con cuerpo de barro y pies de hierro se encuentra más polarizado que nunca, con un tercio de sus votantes creyendo aún que la elección le fue robada a Donald Trump. Pero también en Europa y en América Latina, donde las tentaciones populistas y autoritarias son un signo constante de malestar real.
Por otro lado, organizar la contención de los avances de China o Rusia, basada en un escenario bipolar democracia-dictadura, es un error al reproducir las ambigüedades de la Guerra Fría, haciendo la vista gorda ante las fallas y déficit democrático de los amigos de Estados Unidos y así debilitar la causa defendida.
Repensar la democracia y apoyarse en sus sólidos pies de hierro debe ser esencial para los países que dicen promoverla. Esta debería ser la intención de la Cumbre por la Democracia de Joe Biden. Es cierto que la democracia no sucede espontáneamente o por casualidad, la tarea es nutrirla y fomentarla en todos sus escenarios, pero en particular donde las amenazas y el retroceso se hace más patente.
Es una lástima que las costuras geopolíticas hayan sido tan evidentes. Igual es un ejercicio de reflexión que debe ser profundo, inclusivo y, sobre todo, introspectivo.