Con el paso del tiempo, comienzan a aparecer nuevas dolencias o situaciones imprevistas en el organismo que antes era impensado que sucedieran. Es por eso que es fundamental lograr un equilibrio físico y mental para evitar riesgos de desarrollar diferentes enfermedades como la demencia o el Alzheimer.
Por Infobae
Esto no implica realizar ejercicios violentos ni que requieran demasiado tiempo. Lo importante es no quedarse sentado por horas sin mover el cuerpo o no ejercitar la mente a través de actividades lúdicas o la lectura de un libro.
Un estudio realizado recientemente con personas octogenarias de Chicago, Estados Unidos indicó que la actividad física se relaciona con la reducción del riesgo de demencia, aunque se desconocen los mecanismos celulares y moleculares.
Una parte del estudio consistía en averiguar con qué frecuencia se movían o se quedaban sentadas las personas mayores y luego analizaron su cerebro en profundidad después de que fallecieron. Allí se pudo descubrir que ciertas células inmunitarias esenciales funcionaban de manera diferente en el cerebro de las personas mayores activas en comparación con sus contemporáneos más sedentarios.
La actividad física influía tanto en la salud de su cerebro, como en su capacidad cognitiva y en la pérdida de memoria por la enfermedad de Alzheimer. Esos hallazgos se suman a las pruebas que indican que, sin importar qué tan mayores sean las personas, al mover el cuerpo, pueden modificar su mente.
Existen diferentes pruebas científicas que demuestran cómo la actividad física logra aumentar la masa cerebral. También está comprobado que cuando las personas mayores sedentarias comienzan a moverse o caminar regularmente, la mayor parte de los días aumenta el volumen del hipocampo (se asocia a la llamada memoria episódica y a la memoria espacial).
Además, es común que las personas de mediana edad o mayores que se mantienen activas tengan un mejor desempeño en las pruebas de memoria y de habilidades cognitivas que las personas de la misma edad que casi nunca se ejercitan.
Del mismo modo en que la actividad física contribuye a mantener el cuerpo y cerebro en condiciones más saludables, también existen algunas actividades y hábitos muy simples que ayudan a mantener el cerebro en movimiento.
Conforme al paso de los años, la memoria aumenta en el recuerdo. Es decir, que al ser mayores se recuerda mejor la juventud, que los eventos recientes. Si a eso se le suma la soledad y falta de interacción social, esto tiende a incrementarse. Si la memoria se instala en el recuerdo, entonces la persona “empieza a perderse” porque pierde pie con la realidad presente.
Hábitos y ejercicios para ejercitar la memoria:
Calendario: marcar el día, mes y año actual. Esto sirve para procesar y que la memoria actúe. Además, es un ejercicio que ayuda a trabajar la orientación temporo espacial, una de las capacidades más importantes. Ser consciente del tiempo, activa el proceso de la memoria, y permite recordar el pasado, vincularlo al presente y ser consciente del espacio-temporal presente.
Vida social: realizar actividades para aumentar la vida social, como juegos de mesa u otras actividades de ocio y recreación, talleres prácticos, salidas al teatro, cine o exposiciones para luego finalizar la actividad con una charla y comentar la actividad del día.
Ejercicios mentales: resolver crucigramas, sudokus o ejercicios como sopa de letras puede ayudar. Se trata de que el cerebro se esfuerce por resolver pequeños desafíos mentales.
Juegos de cartas: De acuerdo con la Academia Estadounidense de Neurología (American Academy of Neurology), los juegos de cartas practicados con regularidad ejercitan el cerebro y pueden retrasar la pérdida de la memoria asociada con el envejecimiento.
Lectura: De esta manera se ejercita el cerebro y se ayuda a recordar palabras. Se ha demostrado que leer el periódico, libros o revistas proporciona un impulso al cerebro. En un estudio sobre memoria y envejecimiento, el Dr. Yonas E. Geda, neuropsiquiatra de la Clínica Mayo de España, descubrió que participar en actividades cognitivas, como la lectura, pueden prevenir la pérdida futura de la memoria.
Un buen descanso, una caminata leve y pequeños ejercicios mentales son una buena manera de protegerse frente el envejecimiento del cerebro.