Concluye 2021, comienza 2022 a toda máquina, repartiendo mentiras por doquier, promoviendo embustes sin rubor ni pudor, impulsando alucinaciones y cobrando por cretinas ficciones. El régimen castrista, sus compinches y encubridores intentan desesperados dar la sensación de normalización pero sin resultado para que las cosas cambien sin cambiar él. Requieren con urgencia cumplir su mayor sueño, el deseo que la Casa Blanca levante las sanciones, porque su aplicación dificulta el plan miserable de Miraflores y Fuerte Tiuna. Pero si tanto Estados Unidos, como la Unión Europea las suspenden como si no, el oficialismo precisa hechos como: recuperar la credibilidad en las instituciones financieras multilaterales y el crédito bancario internacional, que hoy no tiene; reincentivar a los inversionistas, desconfiados e indiferentes, apáticos y sin interés; además de repotenciar la industria e ingreso petrolero que por mucho se alardee, está en ruinas.
En la realidad actual no es suficiente con hacer declaraciones que nadie cree a desprestigiados que ninguno lee. Hay que impactar a la opinión pública nacional e internacional, eso se llama, red social, web mundial. Y ése es campo de los llamados influencers. Se ven, oyen y escuchan en más, en menos o en todas partes.
De repente, por obra y gracia aparecen venezolanos, y de otros orígenes que visitan -en realidad o en apariencia- y descubren, ¡oh, sorpresa!, un país extraordinario, sorprendente, maravilloso que no imaginaban; habían sido embaucados por la malintencionada propaganda imperialista y de perversos opositores al castrismo. Y, por el contrario, encuentran establecimientos -bodegones- alucinantes, arte y folclore dispendioso, comercios de finesas, restaurantes y exquisiteces sin límite, hoteles de prestancia, posadas de señorío, costumbres que adornan, simpatías que deslumbran; que por cierto, muy pocos residentes venezolanos pueden disfrutar.
Quienes de diversas edades, latitudes y umbrales pontifican sobre una nación en normalización y reconstrucción, dejan traslucir que el país estaba mal, no pueden evitar ir contra el muro de críticas de millones, pero aseguran es cosa del pasado, la situación está cambiando, Venezuela ha dado la vuelta en un giro favorable y los venezolanos empiezan a amanecer en una patria de milagrosa recuperación, a pesar de los mismos estultos que la han destruido y arruinado.
Ningún influencer, remunerado por descubrir asombrosas y admirables cualidades donde no existen, se atreve a conversar sobre la inseguridad, presos y exiliados políticos, tortura y feroz represión policial, militar, política. No mencionan, se hacen los locos, sordos y mudos por las denuncias ante la Corte Penal Internacional por violación a los Derechos Humanos e ignoran la sangrienta expansión, control de pandillas delincuenciales y bandas de crimen organizado. Tampoco señalan un narcotráfico que crece en envíos por cada pequeño cargamento confiscado. Ninguno tiene la honesta valentía de siquiera insinuar la violencia de irregulares que ocupan el territorio, demostrando un Estado fallido y sin instituciones. Están desprovistos de pundonor y honorabilidad para analizar la angustia ciudadana que cada noche termina quedándose dormida de agotamiento sin saber qué comerán ellos y sus familias al día siguiente. Y, ni por vaina equivocada, los muy sinvergüenzas mencionan la desgracia del aparato productivo exterminado.
Para influencers, You Tube y otros programas informáticos son forma de hacer propaganda pagada, graban y comentan la burbuja como si fuera nacional. El sistema eléctrico básico para cualquier actividad económica esta devastado, no hay agua, inmensas las colas para conseguir gasoil o gasolina, además de costosa y mala calidad. Un país donde el salario mínimo es un mal chiste, vergüenza y humillación. Por si fuera poco, se manipulan las premisas macroeconómicas a placer y conveniencia, para promocionar sin decencia una recuperación artificial y forzada, como si el castro-comunismo-socialismo estuviese sembrando felicidad, bienestar, oportunidad; como si la adolorida, desvencijada Venezuela socialista fuera el nuevo sol naciente del Caribe.
Los influencers no son sólo tarifados comprados, amortizados en moneda distinta al Bolívar o Petro, ¡pendejos no son!, pero si lo suficientemente estúpidos, majaderos e indecentes para prestarse a ser promotores de la falsedad y estafa. Son enemigos indiferentes de la realidad venezolana. No les hagamos el favor de ser sus seguidores y en consecuencia, cómplices de sandeces, boberías y fechorías. Mandémosles recto al carajo como ciudadanos de principios éticos, valores morales y buenas costumbres. Somos pobres y reprimidos, pero no manada.
@ArmandoMartini