La convicción que predomina en la opinión pública internacional es que Venezuela ha estallado en mil pedazos. Ya no hay territorio nacional y lo que queda de Estado sólo cabe entre las paredes de Miraflores. Nicolás Maduro es una suerte de administrador de todas las fuerzas terroristas y mafiosas a las que les permitió repartirse todo el territorio venezolano. Todo está orientado a mantener a la mafia cubana en el poder y sus diferentes delegaciones en los estados y municipios.
Pero esa situación se hace también cada vez más difícil porque esas mafias compiten entre si de una manera feroz. Tienen como árbitro a Nicolás, pero más de las veces esun administrador incapaz y cobarde que no sabe qué hacer y mucho menos lo sabe el policía del régimen, Padrino López. De modo que unas de dos: deja que se muelan entre sí o espera al experto agente cubano que arbitre la cosa. Mientras tanto, pelean entre sí sirviéndose de un escudo humano: el pueblo inocente.
Esto es lo que ha pasado en Barrancas del Orinoco y en varias localidades del estado Apure al iniciarse el año. Los viejos caseríos y pueblos de una vida tranquila y sosegada , ahora constituyen el campo de batalla, el polígono de tiro de las guerrillas del ELN y de las FARC, o de sus más variadas facciones. Sin que tengan que ver los pobladores con los negrísimos negocios de esos grupos armados con el poder central, son numerosas las victimas de una vulgar refriega. No les importa. Quién sabe qué famosísimo cantante contrataron esta vez y en dónde disfrutaron los grandes capitostes del régimen el año nuevo, mientras en mi queridísimo estado Monagas el plomo fue de verdad, verdad.