Corría el año 2012 cuando publiqué mi libro Gobernar el Siglo 21: ciencia y política para todos. En él, anticipaba que el liderazgo político mantenía una visión desfasada sobre los cambios derivados de la revolución científica tecnológica iniciada a comienzos del Siglo 20. Su impacto afectó las estructuras fundantes de la sociedad, trastocando las nociones tradicionales de Estado, de democracia, de ciudadanía, de participación política y de la vida en general.
Mi pregunta clave en aquel momento fue ¿Cómo responder a los nuevos retos de gobernabilidad producto de este cambio de época?
Diez años después, todavía sigue vigente esta misma pregunta y han aparecido otras aún más desafiantes.
En efecto, al revisar nuestra realidad regional y sus principales indicadores, al cierre del año 2021 resalta la persistencia del estancamiento económico (incluso algunos retrocesos históricos como el de Venezuela), la atomización de los sistemas políticos, la pérdida de la capacidad de los Estados para dar respuestas a las demandas sociales, el resurgimiento de figuras autocráticas y populistas -de izquierda y de derecha- la desafección hacia la democracia y los partidos así como la polarización como estrategia de diferenciación política.
Mientras ello ocurre, hay otros sectores que si han sabido protagonizar y aprovechar las tremendas oportunidades que ofrece esta época de cambios radicales, la mayoría de ellos vinculados con sectores de punta como el sector tecnológico, investigación y desarrollo, farmacéutico, logístico, bio-seguridad y hasta el de la salud, entre otros. Sus principales beneficiarios han sido las empresas tecnológicas y las grandes corporaciones globales, cuyo modelo de negocios ha funcionado exitosamente gracias a la centralización de sus operaciones.
El efecto combinado de estas realidades contrapuestas revela la ausencia de una visión compartida hacia un futuro deseado, agudizando la desigualdad social y la brecha digital que afecta a más del 40% de la población.
Frente a este panorama tan retador, resulta obvio que los Estados de la región no han sabido responder a los desafíos de este cambio de época. Y esta preocupación crece al constatar el advenimiento imparable de una nueva ola de innovación -realmente disruptiva- que tiene el potencial de terminar de socavar las bases del orden social y de la realidad como la conocemos.
Su impacto proyectado es tal que tiene el potencial de volver casi irrelevantes al Estado y a sus instituciones encargadas de gestionar el control y la vida en sociedad.
Para decirlo rápido y sencillo. Ya han aparecido las tecnologías que podrían hacer realidad el sueño de los anarquistas: una vida sin Estado. O dicho de otra manera más radical, el Estado se está quedando sin gente a quien gobernar.
Hablo de tecnologías descentralizadas como la cadena de bloques-blockchain- basadas en relaciones de confianza apoyadas en contratos inteligentes, que aseguran transacciones trazables y transparentes en tiempo real, que da acceso a cualquiera que tenga la formación para manejarse y usufructuar en el nuevo mundo del Metaverso, a través de nuevas plataformas con capacidad para generar una nueva economía con multiplicidad de monedas sustentadas en proyectos, equipos calificados y un sistema que recompensa a los creadores individuales para mejorar su funcionamiento de manera continua y exponencial.
En otras palabras, se trata de mundos paralelos virtuales que puede dar a los ciudadanos aquello que esperábamos de un Estado: eficiencia, respuestas, inclusión. Todo lo contrario a los que nos da hoy en día.
Por ello, al iniciar este año mis nuevas preguntas son:
– ¿Qué harán los Estados para impedir la fuga de sus ciudadanos al Metaverso? ¿Cuál será su nueva naturaleza? ¿cómo se relacionarán con estos nuevos territorios y estas nuevas dimensiones de la realidad? ¿cómo quedarán los sistemas educativos y sus regímenes de seguridad social en un nuevo mundo laboral con talentos móviles y sin jurisdicción?
– ¿Qué incentivos tendrá la gente para quedarse en este “mundo real”-sin respuestas, corrupto y desigual- cuando podrá tener acceso a miles de mundos paralelos, donde no existen estas trabas?
– ¿Qué hará el Poder Legislativo en un mundo que se autorregula a través de contratos inteligentes? ¿pretenderán regular y vigilar el comportamiento de la gente en estos nuevos mundos?
– ¿Qué harán los Bancos Centrales frente a la explosión y el éxito de las finanzas descentralizadas? ¿tendrán la inteligencia para encontrar formas de coexistencia con esta nueva economía, sus múltiples monedas y activos digitales como los NFT?
– ¿Qué harán los Partidos Políticos y la Política? ¿qué legitimidad les quedará si son apoyados por una décima parte de la población? ¿se atreverán a permitir elecciones usando estas tecnologías descentralizadas y en tiempo real?
Estas son mis preguntas para dar inicio al 2022 … Y tú, ¿Te estás preparando para estar a tono con estas nuevas tendencias? ¿Darás el salto al multiverso? ¿En cuál mundo te quedarás?
@mireyarodriguez27
Consultora internacional, escritora y Formadoras de Mujeres Políticas