El 23 de febrero de 2014 las tropas rusas invadieron Crimea y provocaron una fuerte reacción de la comunidad internacional, singularmente de Estados Unidos y la OTAN, que amenazaron con sanciones inmediatas. Tres días después, el 26 de febrero, el ministro de Defensa de Putin, Sergei Shoigu, que sigue en el cargo, dijo que su país estaba pensando expandir su presencia militar en varios países, incluyendo Venezuela, Cuba y Nicaragua, como entonces informó la agencia de noticias rusa RIA Novosti. Unos días más tarde se extendía la alarma sobre el control que los «hombrecillos verdes» tomaban del este de Ucrania, donde se establecería la prorrusa República Popular de Donetsk, con el tiempo solo reconocida por algunos países satélites de Moscú.
Hoy estamos ante una secuencia parecida, aunque no tiene por qué haber un completo mimetismo respecto a 2014; es decir, no tiene por qué producirse la temida invasión. Ante las advertencias de Washington de una contundente reacción si Putin introduce sus tropas en el este de Ucrania, esta vez de manera formal y no con soldados sin marcas en el uniforme, Moscú vuelve a la amenaza de responder llevando el pulso al Caribe: si Estados Unidos cuestiona la «hegemonía» rusa sobre sus vecinos, el Kremlin intentará también socavar la seguridad estadounidense en su «patio trasero». Como hace ocho años, tampoco ha sido un anuncio especialmente solemne hecho desde la Plaza Roja, sino que han vuelto a ser unas declaraciones casi de pasada, en esta ocasión del viceministro de Exteriores, Sergei Ryabkov.
Ningún salto cualitativo en la presencia militar rusa
A pesar del anuncio de 2014, Rusia no ha abierto ninguna base militar en los países caribeños. Por ejemplo, la posibilidad de reeditar la histórica base de Lourdes en la Antilla Mayor, como entonces se especuló, no ha dejado de ser una hipótesis nunca materializada. Rusia sí ha incrementado la relación militar con algunos de esos aliados –Venezuela, Nicaragua y Cuba–, pero no se ha producido ningún salto cualitativo: ya desde 2006 el Gobierno chavista empezó a comprar armamento ruso y la presencia ocasional de barcos y aviones militares rusos en Venezuela llevó a EE.UU. a reactivar en 2008 su IV Flota.
La colaboración de los últimos años de Maduro, como el mantenimiento del sistema de misiles antiaéreos S-300 y la visita de dos bombardeos estratégicos en 2018, no ha conllevado ninguna especial aceleración. Por otro lado, las tropas rusas han venido usando los últimos años la base de las Fuerzas Armadas nicaragüenses en Puerto Sandino, en la costa del Pacífico, pero curiosamente Nicaragua no fue mencionada en la advertencia del viceministro Ryabkov, y eso que el país acoge varias actuaciones rusas, como una «extraña» estación para Glonass, el sistema de navegación satelital ruso, y una escuela de formación de policías para la lucha antinarcóticos impulsada y supervisada por Moscú.
“La colaboración de los últimos años de Maduro, como el mantenimiento del sistema de misiles antiaéreos S-300 y la visita de dos bombardeos estratégicos en 2018, no ha conllevado ninguna especial aceleración”
Todo esto hace pensar que esas advertencias de Rusia dirigidas a Estados Unidos son más una táctica para que la Casa Blanca sea cautelosa en sus respuestas al Kremlin, que la expresión de unos planes preestablecidos en cuya ejecución Moscú vaya a poner todo su empeño. A Putin le salen más baratas las operaciones de injerencia cibernética y de noticas falsas que el despliegue innecesario de tropas, ya expuestas a estrés por la extralimitación de tener que abarcar el extenso ‘extranjero próximo’ ruso (como el sobrevenido caso de Kazajstán ha puesto de manifiesto). Por lo visto hasta ahora, de Latinoamérica a Putin le interesa la venta de armamento que pueda hacer a varios países de la región y tener un acceso abierto al Caribe, pero sin la carga del mantenimiento de bases propiamente dichas, desde el que simplemente molestar a Washington.
China también, o más
Ese moderado hostigamiento a Estados Unidos en su área de influencia forma parte del esquema de confrontación geopolítica en el que nos encontramos. La presente tensión geopolítica mundial se está jugando precisamente en el ‘near abroad’ de las tres principales potencias. Ese término se aplica específicamente al espacio que en su día formaba parte de la URSS y hoy rodea a Rusia: la política exterior del Kremlin se encamina tanto a asegurar su influencia en esas zonas como a evitar que algunas de ellas se conviertan en peón de las grandes potencias rivales.
Un pulso así se da también en lo que podría denominarse el ‘near abroad’ chino –el mar de la China Oriental y el de la China Meridional–, de donde los chinos quieren expulsar a los estadounidenses, que cuentan con bases militares allí. Y del mismo modo, aunque con un dramatismo menor, el juego geopolítico también se da en ese «extranjero próximo» de Estados Unidos, en su propio continente.
“El Comando Sur estadounidense, división del Pentágono atenta a Latinoamérica y el Caribe, viene alertando cada año, en sus comparecencias ante el Congreso, de los movimientos de Rusia en la región”
El Comando Sur estadounidense, división del Pentágono atenta a Latinoamérica y el Caribe, viene alertando cada año, en sus comparecencias ante el Congreso, de los movimientos de Rusia en la región. Pero en los últimos años ha puesto más acento en China que en Rusia. La presencia militar china ha sido hasta ahora menor, pero el riesgo de que ciertas infraestructuras gestionadas por China, como el creciente número de terminales portuarias (en varios lugares del Caribe y en las bocas del estratégico Canal de Panamá), puedan ser utilizadas militarmente por Pekín ha creado inquietud en Washington.