Ingrid Betancourt quiere ser presidente de Colombia: ¿lo puede lograr?

Ingrid Betancourt quiere ser presidente de Colombia: ¿lo puede lograr?

La ex legisladora Ingrid Betancourt regresó a Colombia para postularse como candidata a la presidencia por la coalición Centro Esperanza, un amplio conglomerado que va de la centro-izquierda moderada hasta los liberales y cristianos. REUTERS/Luisa Gonzalez

 

Yolanda Pulecio, la madre de Ingrid Betancourt, me dijo una vez mientras su hija estaba secuestrada por las FARC que no era que sólo tenía fe en Dios, sino que tenía fe en su hija: “Ingrid va a salir de esta, siempre fue muy terca y determinada, esta niña consigue lo que se propone, desde pequeña”. Le costó otros dos años en la selva –fueron seis en total- y catorce en un autoexilio en Francia para “terminar lo que empecé”, como ella misma lo expresó esta última semana cuando anunció una largamente anunciada candidatura a la presidencia de Colombia. Betancourt regresó a Bogotá para dar un nuevo aire a la coalición de centro por la que se presenta y con la determinación de conquistar y movilizar la porción del electorado que quiere a una mujer en la Casa de Nariño. Antes deberá superar la imagen que muchos tienen de ella como una política más de la casta tradicional y una opinión dividida sobre su persona que arrastra desde el 2000, cuando se lanzó por primera vez a una campaña.

Por infobae.com





Esta vez, la política colombiana no pasa por los partidos sino por tres grandes coaliciones. Betancourt, del Partido Verde Oxígeno, va a competir en internas dentro del Centro Esperanza, un amplio conglomerado que va de la centro-izquierda moderada hasta los liberales y cristianos. Si no se llega a un consenso antes de marzo, habrá unas primarias para la que están anotados hasta ahora otros seis candidatos. La ex legisladora ya presentó la que cree que es su carta más fuerte, la única candidata mujer. Y en el medio están las elecciones parlamentarias del 13 de marzo que pueden despejar el panorama para las presidenciales del 29 de mayo. Poco tiempo para armar una candidatura nacional, pero Betancourt ya es muy conocida en cada rincón colombiano y por sus otros puntos fuertes, la lucha contra la corrupción y la preservación del medio ambiente.

Si llega a las presidenciales como se prevé, su principal rival será el ex alcalde de Bogotá y ahora senador, Gustavo Petro, que se postula por una amplia coalición de izquierda, Pacto Histórico, y lidera en todas las encuestas. Hasta antes de que entrara Betancourt a la contienda, la intención de voto lo ponía como ganador en una primera vuelta. Es posible que los próximos sondeos lo coloquen con seguridad en una segunda vuelta con Betancourt, donde siempre depende de si las otras dos fuerzas se unen o no. Petro enfrenta el reto de abrirse a sectores nuevos y tradicionales (políticos, económicos y sociales) para vencer la reticencia que suscita su candidatura fuera de la izquierda y adquirir un barniz de respetabilidad. Como viene sucediendo con el presidente electo chileno, Gabriel Boric, persiste sobre él la duda de si una vez en el poder terminaría volcándose hacia posiciones populistas cercanas al chavismo o si ancla en la socialdemocracia europea.

Betancourt dice que la candidatura de Petro provoca una polarización del electorado con el sector que representa el dos veces presidente Álvaro Uribe, padrino político del presidente Iván Duque. “Ni la U ni la P… no creemos ni en la extrema izquierda ni la extrema derecha”, dice y aclara que no aspira a tener una alianza con ellos, sino a que su coalición los venza en primera vuelta presidencial.

La tercera gran coalición es la de la derecha. Por ahora no tiene un candidato definido e irán a las primarias cinco postulantes. Se definen como “post-uribistas” para despegarse del influyente ex presidente como del impopular gobierno de Duque. Pero para aumentar su caudal de votos necesita de la base sólida que aún cuenta el “uribismo” y del apoyo de la maquinaria gubernamental. Un dilema que tendrá que resolver pronto. Tiene partidos más fuertes que los otros conglomerados y eso le da una ventaja para las legislativas. Las encuestas para las presidenciales le dan un lejano tercer puesto. Su principal rival a captar o a vencer es un candidato extraoficial con un discurso antipolítico, Rodolfo Hernández, quien hace campaña a través de las redes sociales y le podría restar votos a esta derecha tradicional.

Betancourt dice no ser ya la candidata joven secuestrada por las Farc el 23 de febrero de 2002, durante la campaña presidencial en la que resultó electo por primera vez Álvaro Uribe. Los guerrilleros la atraparon en un desplazamiento a San Vicente del Caguán, el municipio en el que su partido Verde Oxígeno había ganado su única alcaldía. En estos años en Francia estudió teología y reafirmó su catolicismo. Habla en forma pausada y en tono bajo. “Hasta que me suba a la tribuna”, dice. Y continúa levantando sus antiguas banderas anticorrupción. “Colombia está cambiando, el proceso de paz y la pandemia nos permitieron ver la realidad del país y dimensionar el daño que hace la corrupción, estamos secuestrados por ella, y nos tenemos que liberar”, le dijo al diario El Espectador.

También reafirma su postura en defensa de la ampliación de la participación de las mujeres en la vida política: “No será un `feminismo intelectual o trasnochado´, sino que pondrá su aspiración al servicio de un cambio conjunto entre hombres y mujeres”, aclara. Una postura que Angélica Bernal, docente de ciencias políticas de la Universidad Tadeo, cree que puede ser contraproducente porque “no es un tema que haya sido parte de su agenda tradicional”. En cambio, Juliana Hernández de la Torre, directora de la consultora Artemisas entiende que la postulación de Betancourt “cambia el panorama electoral, porque muchas mujeres que se sentían huérfanas políticas tendrán un referente”.

Su caballito de batalla sigue siendo el medio ambiente: “Quiero que Colombia sea el primer país verde, eso implica una reingeniería a todo el sistema de contabilidad, de modo que el costo de la contaminación esté en las cuentas de la Nación”, comenta. “Eso nos permitirá sacar ventaja de lo que en este momento está ofreciendo la comunidad internacional: créditos carbono como un método de transición para que los países que tienen que reducir emisiones de CO2, pero no pueden hacer una disminución abrupta, puedan comprar créditos a países que están generando industrias captoras de CO2 y esquemas de producción que reduzcan emisiones”. Con respecto al petróleo, principal recurso colombiano, dice que la empresa estatal “Ecopetrol es fundamental”. Y agrega “En mi gobierno venderemos un petróleo verde. No solo vamos a calcular la emisión, sino que en su consumo compraremos los créditos para mitigar su efecto, y vendamos un petróleo cuya polución ya esté compensada”.

Para la otra gran exportación colombiana, la de la cocaína, también tiene una postura clara: “Tenemos que lograr un gran acuerdo regional, le vamos a proponer a los Estados Unidos que hagamos una alianza para el progreso que tiene como eje la despenalización o desregularización, por lo tanto, para que podamos acabar con las plusvalías que genera el negocio de la droga”.

Con respecto a Venezuela, dijo que intentará reanudar las relaciones diplomáticas que se rompieron en febrero de 2019 por decisión de Nicolás Maduro. “Venezuela no es un país neutro para nosotros… esta es una negociación porque nosotros obviamente respetamos la posibilidad de que cada país defina cómo quiere ser gobernado, pero no vamos a aceptar que sigan utilizando a Colombia de trampolín para hacer negocios ilícitos o para vender armas”, indicó en uotra entrevista con El Tiempo.

Y en el tema duro para ella como es el de nuevos procesos de paz con grupos armados activos como la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) -con la que el gobierno actual suspendió negociaciones en 2019-, Betancourt, que permaneció seis años en manos de la otra guerrilla ahora desmovilizada, dice estar abierta a la opción, pero con límites. “Yo vengo de una tradición de reconciliación y de paz, pero también siento que es necesaria una gran dosis de autoridad, porque hay abuso de pensar que en Colombia siempre habrá segundas oportunidades, que lo que logró las FARC puede con más tiempo superarse y tener acuerdos con mayores ventajas… eso no va a pasar, les vamos a dar un tiempo, unas fechas, con unos marcos de negociación. No vamos a ofrecer más de lo que se les dio a las FARC”, advirtió.

Un programa de gobierno que meditó en sus días franceses y que asegura le dieron la perspectiva necesaria para ver a Colombia más allá de las peleas políticas de turno. Pero no es suficiente para gobernar un país tan complejo. Necesitará consolidar su alianza de centro y llegar a acuerdos tanto con la extrema derecha como con la extrema izquierda para conseguir el apoyo parlamentario. Y, por sobre todo, ganar la confianza de los muchos que siguen dudando de ella desde cuando decían que la habían secuestrado por “descuidada” y que la destrozaron en las redes sociales cuando pidió una compensación estatal por sus años de cautiverio. “Espero que los colombianos se reconcilien conmigo”, dice ahora.