La filósofo Hanna Arendt escribió un libro que explica como los nazis acusados de crímenes contra la humanidad no sentían absolutamente ningún remordimiento por las atrocidades que cometieron en contra de millones de personas inocentes e indefensas durante la segunda guerra mundial, a ese comportamiento lo definió como “La Banalidad del Mal’, que consiste en restarle importancia y no hacerse responsable moral ni legalmente por nada del mal que se pueda haber hecho, bajo el argumento que estaban cumpliendo órdenes y su deber era acatarlas y ejecutarlas sin pensar ni un segundo las consecuencias terribles que le ocasionarían a otras personas el cumplimiento de esas órdenes, el caso es que el sistema del mal no reconoce como personas a quienes son distintos, diferentes o no piensan como ellos, para exterminarlos primero los deshumanizan y luego de torturarlos los matan, al final del día se van a jugar como si nada con su perro y a cenar con la familia, de eso trata la banalización del mal.
Pero no sólo los nazis han cometido asesinatos, torturas o persecuciones contra poblaciones indefensas, la historia del siglo XX y lo que va del XXI tiene documentación suficiente para escribir varios tomos de una historia del horror, el Holodomor o muerte por hambre condenó a 2 millones de ucranianos por ordenes de Stalin entre 1932 y 1933, es una historia que con la amenaza de invasión por parte de Putin para concretar su plan de reconquista imperialista en Europa tiene preocupado y pendiente a la Europa democrática y a la OTAN. La revolución cultural de Mao en China persiguió y aterrorizó a todo un país y 20 millones perdieron sus vidas para salvar la revolución, más cerca en las tibias aguas del Caribe el comunismo cubano ha visto morir indiferente a miles de personas intentando escapar de la isla pero no se siente responsable de nada porque no son seres humanos los que pierden la vida son gusanos, que es como llaman a los que no comparten la ideología comunista, son personas que han sido despojadas de su condición humana por no adherirse a la dictadura. En los últimos tiempos nos ha tocado a los venezolanos despedir a nuestros hijos, familiares y amigos que se marchan de su tierra porque en Venezuela los únicos que tienen oportunidades de prosperar son la elite del gobierno, los viejos y nuevos ricos, los enchufados y los vivos que adulan y ven todo bien en Venezuela.
En esos intentos de escapar por carretera, selva, ríos y mar han perdido la vida muchos venezolanos, el caso más reciente y que ha causado mayor estupor, es el asesinato de un niño de menos de un año de edad a bordo de un peñero interceptado por una nave militar de la vecina isla de Trinidad, que abrió fuego contra la frágil embarcación con la consecuencia terrible que ya conocemos. El gobierno de Trinidad en un acto de irresponsabilidad defiende la acción, banalizando los hechos. En el Mediterráneo han perdido la vida muchos africanos que han naufragado, apostando sus vidas para llegar a Europa y comenzar otra existencia con mejores oportunidades, las patrullas costeras de distintos países cuando localizan una patera no les disparan, los auxilian, les prestan ayuda, los retornan o los llevan a un centro de refugiados.
Lo primero que tenemos que preguntarnos es ¿por qué esa madre con su pequeño hijo huye de Venezuela, cuáles son las razones para que los venezolanos escapen de su propio país? cuándo encontremos esas respuestas podremos reconocer que la banalidad del mal es también ignorar las causas de la condición de pobreza del 90% de la población, los salarios de hambre de los docentes al servicio del estado a todos los niveles, el ingreso del personal médico y asistencial, de policías, miembros de la Fuerza Armada, empleados públicos y los pensionados, ahí encontramos la causa principal, un gobierno y un minúsculo sector de privilegiados que le da más espacio en sus vidas a una fiesta en un tepuy y a la muerte de un delincuente que a la pérdida de un niño venezolano, asesinado en medio del mar por las autoridades de un país que definitivamente no cumple con las leyes internacionales en materia de refugiados y ha cometido un crimen por el cual debe responder. La banalización del mal es parte hoy de una pandemia moral que corroe las sociedades a distintos niveles, la insensibilidad frente a la tragedia venezolana como consecuencia de un autoritarismo incapaz de resolver nada en beneficio de la mayoría, es sin duda un grado avanzado de banalización del mal, que si no lo detenemos destruirá la vida y la convivencia de los venezolanos.