Polonia, ya con cientos de miles de refugiados ucranianos en su territorio, y el vecino enclave ruso de Kaliningrado más militarizado que nunca, vive una retórica nacionalista que adquiere matices prebélicos y cuenta con duplicar sus efectivos militares.
Mientras la riada de desplazados ucranianos que llegan a Polonia se acerca a los 700.000, según datos oficiales difundidos hoy, la opinión pública polaca empieza a mostrar una abierta hostilidad contra Rusia, enemigo histórico, que ha agredido a Ucrania, vecino con el que los polacos tienen una gran afinidad cultural.
Por razones logísticas, pero también de seguridad nacional, citadas por el ministerio polaco de Defensa, se ha decidido convertir algunos de los puntos de entrada de refugiados, como la ciudad de Chelm (Este), en un puesto fronterizo bajo control del Ejército.
Asimismo, hace unos días el Gobierno polaco decidió elevar el nivel de alerta militar en las dos provincias limítrofes con Ucrania.
Las acusaciones de Varsovia contra un Kremlin que “quiere reconstruir el imperio soviético”, como dijo el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, justo antes de estallar la guerra, tienen para muchos polacos una evidencia histórica muy cercana: el “óblast” de Kaliningrado.
Esta porción de territorio ruso, enclavada entre la costa polaca y la lituana, tiene unos 15.000 kilómetros cuadrados y menos de un millón de habitantes, 225.000 de los cuales son militares.
EL PUNTO MÁS VULNERABLE EN EUROPA
“Es el llamado ´hueco de Suwalki´”, explica a Efe por teléfono el politólogo polaco Piotr Borowski, “un punto que la OTAN reconoce como el más vulnerable de toda Europa en una eventual invasión rusa”.
Según publicaciones especializadas, en Kaliningrado tienen su base una flota de guerra de 75 buques rusos, al menos cuatro escuadrillas con 24 cazas Su-27 y bombarderos Su-24, y según el Instituto Polaco de Asuntos Internacionales (PISM) de Varsovia, Moscú suele destinar allí a sus aparatos más avanzados y a los pilotos mejor entrenados.
Además, un número indeterminado de misiles Iskander-M, con cabezas nucleares, es preocupación constante para Polonia, cuya capital dista menos de 400 kilómetros de la capital de Kaliningrado.
“Es la bota rusa levantada sobre Polonia, si (el presidente ruso, Vladimir) Putin lo decide, en menos de un cuarto de hora esos misiles pueden machacar las principales ciudades polacas”, asegura Borowski.
Él y otros expertos coinciden en que la doctrina bélica de Rusia consiste en intentar un ataque rápido y total que, de fallar, se transforma en una guerra “sucia y barata” a largo plazo, en la que el Ejército ruso combinaría el empleo masivo de la artillería con el asedio a ciudades y nudos industriales.
El jefe del partido gubernamental polaco, Ley y Justicia (PiS), Jaroslaw Kaczinski, coincidió en este punto de vista al expresar, en octubre de 2021, la necesidad de Polonia de “tener una fuerza disuasoria seria y, si es necesario, debe poder defenderse de manera efectiva, durante un período de tiempo largo y por sí sola”.
Este jueves el Congreso polaco comenzó a debatir de manera urgente una nueva Ley de Defensa de la Patria que pretende aumentar el gasto nacional en Defensa hasta el 3 % del Producto Interior Bruto (PIB) para el año que viene, e incluso más posteriormente.
Asimismo, se quiere pasar, de los aproximadamente 70.000 soldados y 45.000 paramilitares con que el país cuenta actualmente, a una fuerza de 300.000 efectivos entre ambos cuerpos.
En 2017, el Gobierno nacionalista de Kaczynski creó las Fuerzas de Defensa Territorial, un cuerpo constituido por jóvenes voluntarios que reciben entrenamiento paramilitar y por reservistas dispuestos a movilizarse en caso de emergencia nacional. Sus uniformes se han visto estos días en la frontera.
Polonia ha gastado más de 4.600 millones de euros en adquirir 32 cazabombarderos F-35 a Estados Unidos, su principal proveedor de armamento, y otros 5.500 millones para comprar 250 carros de combate Abrams M1A2, la versión más avanzada de ese modelo.
En un mensaje difundido por sus redes sociales, el portavoz del Gobierno polaco, Stanislaw Zaryn, recordó hace poco las palabras del difunto presidente polaco, Lech Kaczynski, hermano de Jaroslaw, pronunciadas en 2008 tras la invasión rusa de Georgia: “hoy Georgia, mañana Ucrania, pasado mañana los países bálticos y después, quizás, le tocará el turno a mi país, Polonia”.
HOSTILIDAD CONTRA UNA RUSIA SOVIETIZADA
La hostilidad contra una versión de Rusia que evoca los tiempos soviéticos y el dominio comunista encuentra un eco cada vez más amplio en Polonia.
Frente a las representaciones diplomáticas de Varsovia y Cracovia, donde hay un consulado ruso, se multiplican las pintadas contra la invasión de Ucrania, las pancartas y carteles contra un Vladímir Putin caricaturizado o directamente caracterizado como Hitler, y las banderas ucranianas adornan las ramas de los árboles frente a la fachada de la Embajada rusa.
Renata, una joven polaca que acaba de pintar en la acera frente al consulado ruso en Varsovia un grafiti sobre Putin y el KGB, cuenta a Efe cómo, en el edificio donde vive los vecinos descubrieron hace unos años una granada de mano de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y acordaron guardarla “por si venían los rusos”.
“En su momento me hizo reír, ahora me pregunto si de verdad lo hicieron y, si es así, me alegro”.
EFE