De antemano al control de la política exterior, una vez instalada la nueva administración de Joe Biden, sería su prioridad el tolerar a los jerarcas que controlan el poder político en Venezuela y convertir al país en un territorio neutralizado, tendiendo al diseño de una sociedad subdesarrollada, al intercambio de algunos productos, prestadora de servicios y un pobre comercio.
Tal vez, a las puertas de una guerra que se extienda a todo el mundo, el control de los hidrocarburos puede garantizar la supremacía en las acciones por venir. Esto no sería raro y muy probablemente una oportunidad para el país si existiera un buen balanceo, un presidente y una administración honesta; lo odioso resulta en pensar y seguramente va a ser así, que los intermediarios serán los mismos que robaron al país, destruyeron el patrimonio familiar y sublevaron el Estado contra los ciudadanos. Nada más y nada menos.
Las expectativas no son buenas. En una circunstancia donde se lleva a cabo una guerra convencional, embargos comerciales y otras especies, los menos favorecidos serán los venezolanos, que como hecho singular deben pagar precios “internacionales” de la gasolina.
Los intermediarios, no tienen idea de lo que deben hacer, su forma de gestionar una negociación se circunscribe en mantener la red del delito y el control político, fuera de ese método no existe más nada. Pero hay que sacar lo mejor de cada momento y para bien o para mal, el panorama nos presenta, casi que con exclusiva posibilidad, que una red ciudadana orientada al logro y con nuevas directrices, pueda convertir lo que hasta ahora se tiene.