“Mariúpol es el infierno”: devastadores mensajes desde una ciudad asediada por las tropas de Putin

“Mariúpol es el infierno”: devastadores mensajes desde una ciudad asediada por las tropas de Putin

Un policía ante los cadáveres de víctimas del bombardeo contra un hospital de Mariúpol, el pasado martes.
Foto: EVGENIY MALOLETKA (AP)

 

 

 

“Mariupol es el infierno”, cuenta Tatiana. Ella y su familia han pasado 15 días bajo asedio ruso en Mariúpol. Sin luz, sin agua, sin calefacción, sin ningún tipo de conexión con el mundo exterior. Sin más noticias que el frío y las detonaciones constantes de misiles y disparos. Tatiana relata que los rusos comenzaron a disparar sobre las viviendas primero desde los tanques. Después pasaron a bombardear la ciudad desde el aire. El miércoles abrieron fuego sobre la ciudad desde los barcos atracados en el mar de Azov. Tatiana tiene 65 años.

Por El País

Tatiana es ahora una refugiada a la que le tiembla la voz, pues fue una refugiada de Teatro Dramático de Mariúpol que fue destruido en un bombardeo el pasado miércoles a pesar de que su sótano servía de refugio a cientos de personas. Hace solo un mes, el teatro era un enorme edificio blanco con butacas rojas de terciopelo ante el escenario.

Ahora mismo es muy difícil contactar con alguien que esté dentro del cerco brutal que Mariúpol vive desde hace más de dos semanas. La escasa información que se abre paso desde allí, aparte de la que dan el alcalde y unos pocos medios internacionales, es de los relatos de los que han huido o la que, como breves destellos en medio de la oscuridad, van colgando en Telegram los habitantes asediados. Hasta hace un mes, en la ciudad vivían 430.000 personas. Y donde antes hubo vida, playas, enormes avenidas llenas de álamos que en verano soltaban una pelusilla blanca que se arremolinaba sobre las aceras, ahora solo quedan escombros y troncos quemados.

La sobrina de Tatiana contó que el 2 de marzo dejó de recibir noticias de su tía y el resto de su familia. Al principio “pensó que sería algo temporal, una caída de red como la que vivimos durante cuatro días en los que no tuvimos noticias de mis abuelos porque habían derribado una torre de comunicaciones. Pero los días pasaban y no había ninguna señal de vida. Ni un wasap, ni una llamada, ni un mensaje de texto”. Afirma que entre todos, comenzaron a buscar información de ellos en los grupos de Telegram de la ciudad esperando, al mismo tiempo, que sus fotos, la foto de su casa, no estuviera entre las que se publicaban. En este momento, el grupo Mariupol seichas (Mariúpol ahora, en castellano) es una de las pocas rendijas abiertas al mundo por la que se cuela el horror que está viviendo la ciudad. Los administradores reúnen mensajes que consiguen hacerles llegar los habitantes con algo de conexión sobre el minuto a minuto de Mariúpol.

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