Hoy en Mariúpol ninguna opción es buena. No hay alternativa fácil ni sencilla. La ciudad ucraniana se ha convertido en una ratonera y la supervivencia de las 100.000 personas que siguen en ella depende de quedarse en un edificio en ruinas, bajo bombardeos constantes, o tratar de escapar sabiendo que el camino puede ser truncado por las bombas o los militares rusos que asedian la ciudad.
Por: Nius Diario
Así es ahora la vida en esta localidad ucraniana a orillas del mar de Azov, en la que las madres ya no escriben el número de teléfono en las muñecas de sus hijos por si estos se pierden, sino su tipo de sangre por si son alcanzados por las bombas y necesitan una transfusión para sobrevivir.
A woman I spoke with who escaped #Mariupol told me about writing her children’s blood types on their hands in case they are trapped under the rubble when a rocket hits their house. pic.twitter.com/wCTSDv0NVs
— Anastasiia Lapatina (@lapatina_) March 22, 2022
Gestos que separan la vida de la muerte en una guerra que se está cebando con esta localidad estratégica. En Mariúpol, hace semanas que se hizo imposible enterrar a los muertos en el cementerio. Si hay algo de tiempo, y ayuda, los cuerpos se depositan en fosas comunes o en jardines. Eso en el mejor de los casos.
Así lo hizo Dima con su madre fallecida el pasado 9 de marzo. La enterró junto a un parque infantil, al lado de un árbol y una señal, tal y como dibujó en un trozo de papel, con la esperanza de algún día poder regresar a su ciudad y darle sepultura. “Lo siento, no puede salvarla”, lamenta en su nota manuscrita.
A notice from Mariupol: "Dima (cozy name), mom is killed on 9th March 2022. She has died quickly. The house has burned down after. Dima, I am sorry I could not save (her). I have buried mom next to a kindergarten." (A map follows: South mark, tree, heating pipeline, fence sign). pic.twitter.com/RO2MHFq8qf
— Sergej Sumlenny, LL.M (@sumlenny) March 21, 2022
La madre de Olelsiy Sagirov todavía sigue en Mariúpol. La mujer no sabe cómo huir, dispone de un carro, pero tiene poca gasolina y solo tendría unos minutos entre un bombardeo y el siguiente para poder escapar con vida. Así se lo cuenta a Olelsiy tras andar dos kilómetros en busca de cobertura. Porque, por no haber, ya no hay ni eso. Ni agua ni alimentos ni electricidad ni calefacción ni ventanas…, nada. Los militares rusos destruyeron los primeros días las infraestructuras estratégicas de una ciudad asediada por tierra, mar y aire, en la que hace semanas que no entran alimentos. El miércoles el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, aseguró que las tropas rusas capturaron un convoy humanitario con destino a una población que hace semanas que no recibe comida ni medicamentos.
Los vecinos se organizan como pueden. Unos buscan alimentos, la madre de Olelsiy cocina, mientras otros buscan agua de los pozos o generadores. Solidaridad que hace algo más llevadera la tragedia en esta localidad portuaria en la que antes del 24 de febrero vivían más de 400.000 personas y en la que hoy el 80% de los edificios han sido, literalmente, barridos del mapa. La cifra de muertos, no oficial, supera los 4.300. Uno de los fallecidos es el padre de Olelsiy. Una bomba, a las cuatro de la mañana, destruyó su vivienda. Dejó un cráter de 20 metros de diámetro. Así lo cuenta el joven ucraniano desde España, en el programa de Cuatro al día, mientras en las imágenes se ve la nada en donde antes se levantaba la casa de su progenitor.
Para leer más, pulse aquí.