Alemania acoge a judíos de Ucrania 77 años después del Holocausto

Alemania acoge a judíos de Ucrania 77 años después del Holocausto

Refugiados ucranianos bajan de los autobuses que les traen de la frontera, situada a apenas 15km, hasta el centro de recepción de refugiados, este jueves en Rzeszow (Polonia). EFE/ Ismael Herrero

 

En la entrada de una escuela judía de Berlín, un dibujo proclama la “Bienvenidos” con letras de varios colores junto unas banderas de Ucrania, Alemania e Israel y grandes corazones rojos esbozados por manos todavía poco diestras.

La bienvenida es para los nueve niños judíos ucranianos que la escuela primaria del movimiento Massorti (conservador) acoge desde que huyeron precipitadamente Kiev, Odesa o Járkov por la invasión rusa.

Casi 80 años después de la caída del régimen nazi, es en Alemania donde miles de judíos ucranianos encuentran refugio, especialmente en Berlín, donde son recibidos con los brazos abiertos por los muchos judíos rusoparlantes que se instalaron aquí tras la desaparición de la Unión Soviética.

“Vivimos una situación históricamente destacable en el contexto de los terribles crímenes de la Segunda Guerra Mundial cometida por los alemanes en Ucrania”, señala Felix Klein, comisario del gobierno de Olaf Scholz para la lucha contra el antisemitismo, durante una visita a esta escuela.

Unos 3.000 judíos ucranianos, de un total de más de 283.000 refugiados ucranianos, habrían encontrado refugio en Alemania, según las estimaciones avanzadas por Klein.

– Raíces ucranianas –

“Vista la historia alemana, no es tan obvio” que los judíos ucranianos busquen protección aquí, asegura el presidente del Consejo Central de Judíos de Alemania, Josef Schuster. “Pero Alemania asume su responsabilidad histórica”.

Desde el inicio de la invasión rusa, los alemanes se sumaron a una inmensa ola de solidaridad y acuden a las estaciones para ofrecer alojamiento,comida o ropa a los ucranianos que han dejado todo atrás.

En el seno de la comunidad judía, “estamos particularmente bien preparados”, explica la rabina Gesa Ederberg en esta escuela, donde estudian en alemán y hebreo unos 60 alumnos de 6 a 12 años.

“Un 40% de los miembros de nuestra comunidad tienen raíces ucranianas”, subraya. “Y un 80% hablan ruso”, añade.

Desde hace 30 años, Alemania se ha convertido en la tierra prometida de muchos judíos de la antigua Unión Soviética, a los que acordó permisos de trabajo y residencia permanentes.

Entre 1993 y 2020, más de 210.000 judíos de Rusia, Bielorrusia o Moldavia han hecho de Alemania su nueva patria hasta el punto que su comunidad, casi aniquilada durante el Holocausto, es ahora la tercera más importante en Europa después de Francia y Reino Unido.

Recién integrada en la “clase de acogida” de la escuela, Sonia ha descubierto una comunidad judía berlinesa es “mucho más grande que en Odesa”, indica esta niña de once años, con mechas rubias decoloradas y con los calcetines subidos hasta las rodillas.

– La guerra en el desayuno –

Para Ilona, unirse a la comunidad Massorti de la que era miembro en Kiev ha sido como encontrar una familia.

“Tenemos un techo y hemos podido dar seguridad a nuestro niños”, explica esta madre de dos hijas de 13 y 5 años, cuyo rostro todavía se llena de lágrimas al recordar la odisea que la llevó a Alemania.

“Estábamos en un tren hacia Chernivtsí (suroeste) la noche en que estalló la guerra”, recuerda, agarrándose a la mano de una amiga. “Nos quedamos una semana allí” antes de ser evacuadas en autobús.

Los vínculos entre los judíos de Ucrania y Alemania permitieron también evacuar 120 niños, la mayoría huérfanos, de Odesa a Berlín.

Y algunos miembros de la comunidad han abierto incluso las puertas de su casa, como Till Rohmann, que ha acogido en su hogar a dos familias de Odesa y Járkov.

No es fácil “digerir la guerra en la mesa del desayuno y de la cena”, admite este padre de dos niños de 5 y 2 años. “Hacemos lo mejor para que se sientan bien”, añade este músico que, hace siete años, albergó a refugiados llegados de Siria.

“A diferencia de 2015, tenemos similitudes culturales con los judíos ucranianos”, indica. “Tenemos medios de comunicarnos con el hebreo, podemos hacer juntos la plegaria del ‘sabbat'”.

Si Ilona se dice “extremadamente agradecida” por la acogida de los alemanes, la angustia le provoca un nudo en el estómago cuando piensa en su marido “reclutado como voluntario” para defender su país o en su hermana y su sobrina, todavía atrapadas en Kiev.

AFP

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