Este viernes se han cumplido 110 años del desastre marítimo más famoso de todos los tiempos: el hundimiento del transatlántico Titanic cuando viajaba de Inglaterra a Estados Unidos y que causó la muerte de 1.500 personas.
Por: 20 Minutos
La catástrofe sigue provocando curiosidad y fascinación, gracias entre otras cosas al cine, a la televisión, a las exposiciones y a los libros que se siguen publicando sobre el suceso.
Uno de ellos, publicado este mismo mes, trata de rebatir una de las ideas preconcebidas más comunes del hundimiento del Titanic: el cobarde comportamiento del presidente de la naviera White Star, Bruce Ismay.
Clifford Ismay es descendiente del ejecutivo, que durante el resto de su vida tuvo que soportar el estigma de haber abandonado el buque junto a mujeres y niños y salvar la vida, una imagen que la célebre película de James Cameron ayudó a perpetuar.
Según el autor, su antepasado no solo actuó con honor, sino que estuvo obsesionado el resto de su vida con la idea de que había puesto su propia preservación por encima de la de los demás.
El libro dice que Ismay ayudó a decenas de mujeres a subir a los botes salvavidas antes de que fueran bajados por el lado inclinado del barco y convenció a un grupo de mujeres de primera clase que se consideraban demasiado elegantes (o demasiado asustadas) para subirse a un bote salvavidas para que lo hicieran.
“El señor Ismay era igual que cualquiera de nosotros”, dice el testimonio de un tripulante recogido por el libro: “Estaba haciendo todo lo posible para ayudar a sacar los botes”.
El nuevo libro argumenta que Bruce Ismay pasó de un bote salvavidas a otro, ocho en total, ayudando lo mejor que pudo, sin rendirse nunca. Finalmente, Ismay llegó a lo que se designó como ‘C plegable’ (dieciséis de los 20 botes salvavidas del Titanic eran de madera y los otros cuatro eran balsas de ceiba y corcho, con costados de lona que podían levantarse para formar un bote).
Ayudó a cargar este bote y luego, cuando estaba colgando por la borda y a punto de ser bajado, hizo un llamamiento para que subieran para más mujeres. Ninguna se adelantó y en ese momento, con espacios libres en el bote salvavidas de 47 plazas, entró y tomó asiento. Poco después, el Titanic se hundiría para siempre
Ismay fue uno de los últimos en ser rescatado por el buque Carpathia trepó por una escalera de cuerda y subió a la cubierta, donde le ofrecieron una bebida caliente y sopa.
Ismay se negó, aturdido y distraído. Se acababa de dar cuenta de que, después de todo, todas las pasajeras no habían escapado, como él había creído. También estaba desconsolado al enterarse de que su ayuda de cámara y su secretario estaban entre los desaparecidos.
Al ver su angustia y darse cuenta de quién era Ismay, el médico del barco lo condujo a su diminuta cabina y permaneció allí hasta que el Carpathia, con 710 sobrevivientes a bordo, atracó en Nueva York dos días después.
Un tripulante del Carpathia describió su encuentro con Ismay: “En el Titanic, su cabello había sido negro con ligeros matices grises, pero ahora era blanco como la nieve. Nunca he visto a un hombre tan completamente destrozado. Nada de lo que pude hacer o decir trajo alguna respuesta. Cuando me fui, todavía miraba fijamente hacia adelante”.
Según el libro, fue el magnate de la prensa William Randolph Hearst el que consiguió ensuciar la imagen de Ismay, debido a un desencuentro empresarial que tuvieron años antes del Titanic.
Las investigaciones oficiales tanto en Nueva York como en Londres absolvieron a Ismay, aunque la prensa siguió señalándolo. Tuvo la tentación de justificarse por escrito, pero su abogado le aconsejó que permaneciera en silencio. Las pesquisas lo habían exonerado y debía dejar que esa fuera la última palabra sobre el asunto.
Al año siguiente del desastre dejó su puesto en la naviera. Se retiró a una finca en Irlanda y vivió feliz durante el siguiente cuarto de siglo, hasta su muerte de un derrame cerebral en 1937, a la edad de 74 años.