Un error frecuente en el “presentismo” vigente es pensar que podemos prescindir de nuestro pasado. Una persona, por mucho que cambie, siempre es el mismo en carácter y personalidad. Con mucho más fuerza esto se observa en la identidad colectiva, un venezolano nunca deja de serlo, válido para cualquier nacionalidad o identidad étnico-cultural. Somos universales como humanos, pero desde la particularidad cultural de cada uno; digo esto, por la pretensión acentuada de que vivimos “tiempos nuevos”, en términos fenomenológicos y tecno-científicos, sin lugar a dudas. Ya Tucídides lo formuló hace dos mil quinientos años: “La historia no se repite, pero el hombre siempre se repite a sí mismo” O la filosofía del “Gatopardo”: “todo cambia para que nada cambie”. En cada época y país sobran los ejemplos.
Cada tiempo y circunstancias traen su novedad, pero las respuestas por muy creativas que se pretendan están fuertemente ancladas en el pasado, tanto en la memoria consciente como inconsciente. En Venezuela es fácil demostrarlo con nuestras recurrentes llamadas “crisis” y su desarrollo político y constitucional. Cada crisis trae su “constituyente” en el equipaje y su respectivo “caudillo-salvífico”. En nuestra historia las llamamos “revoluciones”, pero las estructuras sociales y económicas dominantes son intocables, y en términos culturales y de mentalidad y conductas sociales los cambios políticos inciden poco o nada, al contrario, tienden a reforzarlos, acentuando la impresión de anacronismo que nos acompaña. Mientras más “noveleros” más anclados en el pasado. El régimen actual en el poder es un ejemplo casi perfecto de “más de lo mismo empeorado”. Un anacronismo “modélico”. Su épica es militarista y su génesis una conspiración militar y dos intentos fallidos de golpe de estado. La ideología es una mezcla de influencias y tendencias cruzadas y contradictorias. Su geo-política se inserta en la guerra fría del siglo 20 entre la Unión Soviética y Estados Unidos; en un mundo globalizado, capitalista (hasta la China comunista forma parte de él) y liberal por lo menos en el discurso, ellos insisten en una ortodoxia de ruralismo provinciano y trasnochado (comunas, poder comunal, gallineros verticales, etc.) Predican la igualdad y la justicia social y destruyen el sector productivo y la salud y educación pública, empobrecen a la mayoría y niegan los servicios básicos; si esto es lo “nuevo” ni a novedad llega, nos precede el castrismo cubano, la Camboya de Pol Pot y la China de Mao. Al final el único gran logro es lo que siempre ha pasado en Venezuela cuando llegan al poder, no importa con que bandera llegan ni quién llega, solo ha servido para crear una “nueva” oligarquía del dinero.
La historia pesa y cómo, pero es más cómodo y la ignorancia ayuda, pensar y asumirse “a la moda”.