La Federación Rusa tiene 768.000 soldados en sus fuerzas activas y otro 1.578.573 en la reserva. Es el quinto ejército más numeroso del planeta. A pesar de esto tiene problemas para reemplazar a los soldados cansados después de casi tres meses de guerra en Ucrania. Y está recurriendo a lo que en la jerga militar se conoce como “el ejército de abuelos”, los reservistas más antiguos. Son los que dejaron el servicio activo hace más de diez años. Y muchos superan la edad promedio de los 45 años que se considera el límite para los soldados que están en acción en el frente, mas allá de los altos oficiales.
Por infobae.com
También están reclutando a la fuerza entre ucranianos de los pueblos ocupados del sur y el este de Ucrania. Se basan en “leyes” de los enclaves que están en manos de fuerzas pro-rusas desde 2014. Dos semanas antes de la invasión del 24 de febrero, el líder prorruso de la autodenominada República Popular de Donetsk, Denis Pushilin, ordenó una “movilización general” de hombres para luchar contra las fuerzas militares ucranianas. Muchos jóvenes se ocultaron o huyeron hacia occidente, pero ahora están siendo “cazados” por los ocupantes. “La movilización está en todas partes, en las paradas de autobús, los supermercados, los mercados… los coches son detenidos y los militares se llevan al conductor para que sirva en el ejército ruso”, contó Mari, una habitante de Mariupol, en Telegram.
El ministerio de Defensa ruso informó el domingo que Moscú estaba tratando de “reforzar el número de tropas con personal dado de baja del servicio militar desde 2012?. En la invasión, utilizó aproximadamente el 80% del total de su fuerza terrestre disponibles, entrenadas y con experiencia de combate de 150.000 efectivos. En los chats y las redes sociales aparecieron en las últimas horas miles de mensajes de hombres que se quejaban por haber recibido una notificación para presentarse cuanto antes en su cuartel. “Tengo 44 años, dejé de ser soldado en 2012, no puedo dejar a mi mujer y mis hijos, a mi carrera. No me entreno desde hace 9 años. ¿Para qué me quieren?”, escribió Dimitri en un chat de militares citado por el Kyiv Independent.
También se sabe de una movilización generalizada en Transnistria, el territorio ocupado de Moldovia, con una población de apenas medio millón de habitantes. Allí hay una base militar rusa permanente de unos 2.500 soldados, pero alberga un arsenal de 40.000 toneladas de municiones, remanente de la época soviética. Ya hubo allí varias movilizaciones y hay unos 15.000 reservistas de la guerra de los noventa, la mayoría cercanos a los 50 años.
No hay cifras oficiales, pero la mayoría de los analistas militares creen que Rusia perdió en estos tres meses unos 28.000 soldados, casi una tercera parte de todas las fuerzas que invadieron Ucrania. Dmitry Peskov, el principal portavoz del Kremlin, admitió que el ejército había sufrido “pérdidas significativas”, calificándolas de “tragedia para nosotros”.
En su análisis de este lunes el Instituto para el Estudio de la Guerra (IWS), dijo que el creciente número de bajas rusas significa que tendrá dificultades para forzar una victoria en la región de Donbas. “Es probable que Rusia continúe lanzando unidades muy dañadas y parcialmente reconstituidas de forma fragmentaria en operaciones ofensivas que logran ganancias limitadas a un gran costo”, especuló.
Lo que se está viendo en el terreno es un repliegue los ocupantes de la zona circundante a la ciudad de Kharkiv para concentrarse en el Donbás. El domingo, la empresa de satélites Maxar publicó imágenes que mostraban un convoy de 12 kilómetros de vehículos blindados y artillería rusos yendo hacia el sur. Y otro video subido a Twitter mostró a una unidad de soldados ucranianos llegando hasta la frontera rusa lo que muestra claramente el repliegue de una zona que había estado en manos rusas desde febrero. Esto reduce el centro de las operaciones a un área mucho más restringida con respecto a las ambiciones que tenían las fuerzas del Kremlin cuando iniciaron la invasión.
Los problemas de reclutamiento del ejército ruso comenzaron con el repliegue del norte en los alrededores de Kyiv después del fracaso en la toma de la capital ucraniana. Cuando a principios de abril se comunicó a los soldados de una brigada de élite del ejército ruso que se prepararan para un segundo despliegue en Ucrania, hubo una deserción generalizada. La unidad, estacionada en el lejano oriente ruso en tiempos de paz, entró por primera vez a territorio ucraniano desde Bielorrusia a finales de febrero, sostuvo duros combates con las fuerzas ucranianas y bajas considerables. “Pronto quedó claro que no todo el mundo estaba de acuerdo. Muchos de nosotros simplemente no queríamos volver”, dijo Dmitri, un miembro de la unidad que pidió no ser identificado con su nombre real, citado por el diario The Guardian. “Quiero volver con mi familia, y no en un ataúd”. Junto con otros ocho comandos, Dimitri dijo a sus comandantes que se negaba a reincorporarse a la invasión. “Estaban furiosos. Pero al final se calmaron porque no había mucho que pudieran hacer”, explicó.
Lo trasladaron a Belgorod, una ciudad rusa cercana a la frontera con Ucrania, donde está destinado desde entonces. “Serví durante cinco años en el ejército. Mi contrato termina en junio. Cumpliré el tiempo que me queda y luego me iré”, dijo. “No tengo nada de qué avergonzarme. No estamos oficialmente en estado de guerra, así que no pueden obligarme a ir”.
La situación de Dmitri es similar a la de decenas de miles de soldados que participaron de la primera campaña ucraniana y muestra las dificultades a las que se enfrenta el Ejército como consecuencia de la decisión política del Kremlin de no declarar formalmente la guerra a Ucrania. Vladimir Putin describe la invasión como una “operación militar especial” y está prohibido en los medios de información hablar de “guerra”.
De acuerdo a Mikhail Benyash, un abogado de Moscú que asesora a militares en la firma de sus contratos que habló con The Economist, según las normas militares rusas, las tropas que se niegan a luchar en Ucrania pueden ser despedidas, pero no pueden ser procesadas. Benyash aseguró que en los últimos días recibió en su estudio “cientos y cientos” de llamados de soldados que fueron dados de baja por negarse a regresar a Ucrania y de muchos otros que no quieren renovar sus contratos. Y aclaró que sería más difícil para los soldados negarse a luchar si Rusia declarara una guerra a gran escala. “En tiempos de guerra, las normas son totalmente diferentes. En ese caso, negarse significaría penas mucho más duras. Se enfrentarían a penas de prisión”, dijo.
“Los comandantes intentan amenazar a sus soldados con penas de prisión si disienten, pero nosotros les decimos a los soldados que simplemente pueden decir que no”, dijo Benyash. “No hay motivos legales para iniciar un caso penal si un soldado se niega a luchar mientras está en territorio ruso”. Añadió que no tenía conocimiento de ningún caso penal grave contra soldados que se negaran a luchar. Sergey Bokov, un soldado de 23 años que a finales de abril decidió abandonar el ejército tras combatir en Ucrania, habló con el servicio en ruso de la BBC: “Nuestros comandantes ni siquiera discutieron con nosotros porque no éramos los primeros en irnos”, dijo.
El analista militar Rob Lee del King´s College de Londres dijo que “Putin tiene que tomar una decisión sobre la movilización en las próximas semanas. Rusia carece de suficientes unidades terrestres con soldados contratados para una rotación sostenible. Las tropas se están agotando: no podrán mantener esto durante un largo período”. Lee cree que una opción para el Kremlin sería autorizar el despliegue de unidades de reclutas que están haciendo el servicio militar, a pesar de las promesas anteriores de Putin de que Rusia no utilizaría ningún recluta en la guerra. “Los reclutas podrían llenar algunos de los huecos, pero estarán mal entrenados. Muchas de las unidades que se supone que entrenan a los reclutas están luchando ellos mismos”, escribió Lee.
El ministerio de Defensa ruso está ofreciendo contratos especiales de unos 3.000 dólares al mes a personas sin experiencia de combate sin especificar si van a tener o no que ir a luchar a Ucrania. También contactaron a los directivos de algunas grandes empresas estatales para que convenzan al personal para unirse al ejército “en esta circunstancia tan especial”. Y, por supuesto, están los mercenarios del grupo para-militar Wagner que provee de fuerzas especiales al Kremlin desde hace años. Pero los estrategas militares creen que ninguna de estas opciones podrían solucionar el problema. Los nuevos reclutas necesitarían meses de entrenamiento antes de ir al frente y los mercenarios no constituyen un número significativo como para dar vuelta la ecuación.
Una movilización general también podría traer problemas políticos al Kremlin. Andrei Kolesnikov, investigador del Carnegie Endowment de Moscú, comentó que “si bien un 60 o 70% de los rusos dicen apoyar la invasión no sería lo mismo si comienzan a reclutar a sus hijos o si comienzan a mostrarse la llegada de ataúdes con los soldados muertos en combate”. Este es un escenario que Vladimir Putin quiere evitar a toda costa. Con esto en mente, en los próximos días tendrá que optar por una reducción considerable de sus ambiciones en Ucrania con una concentración de fuerzas sólo en el Donbás y el corredor del sur que une por tierra a la península de Crimea (un 10/15% del territorio ucraniano) o arriesgarse a llamar a una movilización general para armar a un ejército de “chicos” reclutas de 18 años y “viejos” reservistas que ya casi olvidaron cómo cargar un arma.