Así, la huida en estampida de nuestros coterráneos podemos decir que es absolutamente provocada. Un tuit indica con claridad lo que ocurre, señala que tanta ineficiencia con la atención de los servicios no puede ser solo ineptitud. Y tiene razón. Hay maldad detrás del ataque. Existe, además, una perversa incidencia sobre la mente de los habitantes. Una implacable persecución. Fíjense en el gris con el que obligaron a pintar la capital – lo hemos indicado antes. Nos condicionan a resistir hasta el límite. Falta el dinero al mismo tiempo que la luz y el agua. La atención de la salud es paupérrima, la inflación – esa que pretenden ocultar- nos estalla en la cara en cada compra. Encima, deambulan policías trajeados de negro y las alcabalas esperan por cualquiera que se resbale. También la violencia y los suicidios acrecen en el tercer país del mundo dejado por su gente.
La policía indaga siempre en sus investigaciones por quien resulta favorecido en un hecho delictivo. Este ejercicio nos llevaría directo al dueño del negocio, si fuera uno. Un dueño y un negocio. Quienes sufrimos de leves espasmos de ingenuidad todavía, podemos quedarnos en divagar con la idea de que la preservación del poder es la única meta con este Holomodor actualizado a la latinoamericana, con Rusia de por medio. Pero se precisa ir, como ellos, siempre, un poco más allá. Los negociantes son quienes resultan más inmediatamente favorecidos. Sin descartar, para nada, la intención de los mayores beneficiados con el negocio de quedarse por largos años en el “disfrute” del poderoso poder.
¿Y quienes son los negociantes? Los favorecidos con la espantosa salida de nuestros compatriotas del modo que sea no son ellos mismos, quienes huyen, porque bastante sufren la mayoría otras atrocidades: el repudio, la xenofobia, el trabajado mal remunerado que podemos llamar con claridad la explotación laboral, o sexual, el desarraigo con todas sus implicaciones. Para encontrar a aquellos que se quedan con la ganancia del negocio – vislumbremos todo cuanto dinerariamente implica en tránsito dejar Venezuela por caminos y trochas hasta Brasil, México, EEUU o Colombia. O por agua hasta las islas cercanas, es una aventurada afrenta a la muerte. Pero quienes consiguen arribar a algún lugar algo seguro – Trinidad no lo es, por cierto-, han dejado a su paso agotamiento físico y monetario. ¿Quien se queda con los billetes verdes en efectivo?
El dinero va a parar a grupos consolidados, a traficantes de viajeros desesperados que requieren atención en el camino. Cruces de ríos, caminos “seguros”, lanchas, comida, agua, identificación. Podemos discernir la existencia de una permanente alcabala oficial, militar, pero también, y más lucrativa, la extraoficial o la que exhiben como extraoficial. Aunque sabemos que están siempre interconectadas en el negocio. Se rumora y se ve en pintas la participación del internacional Tren de Aragua, con ramificación hasta el Perú y más abajo. De grupos guerrilleros que se disputan tierras, comercios ilícitos, armas; incluso, se ha sabido de cárteles mexicanos involucrados en esta historia. No se dificulta determinar las vinculaciones de Cuba con la guerrilla, ni del régimen venezolano con esa misma guerrilla y la “protección” de esas agrupaciones al margen de la ley escrita. De allí la aumentada presión para provocar la salida desde ese poder que se niegan a soltar. La simulación del interés por evitarla. Sumen, por ejemplo, los precios de los pasaportes en esta negociación productiva. Multipliquen, bajo si quieren, todo el gasto por los millones de venezolanos que buscan refugio.
Sí, el desplazamiento obligado es un negocio altamente productivo; que no requiere blanqueo de capitales.