Unos 15 niños, de dos y tres años, corretean entre mesones, mientras otros pintan: no es el aula de una escuela formal, sino la sala de una casa familiar en una barriada de Caracas. Allí Andreína Díaz presta su servicios como docente, en medio de la decadencia del sistema público de Venezuela y los bajos salarios de los profesores.
Por Nicole Kolster / vozdeamerica.com
Al frente hay una escena parecida, pero con niños más grandes. Y a unas pocas cuadras otra profesora, Maricel Carvajal, hace el mismo trabajo.
Un informe de la oenegé Un Estado de Derecho, que evaluó esta iniciativa comunitaria, indicó que existen 62 “centros pedagógicos alternativos” como el de Díaz o el de Carvajal, en Petare, el barrio más grande de Venezuela.
“Ya no veo los resultados de trabajar en un colegio público (…) el sueldo de los docentes es muy bajo”, dice a la Voz de América Díaz, quien es licenciada en Educación Integral, que antes de la pandemia era directora en un preescolar.
En efecto, el sueldo de un docente es insuficiente.
En una escuela pública un profesor puede recibir 120 dólares al mes en el mejor de los casos. Muy por debajo del precio promedio de la canasta básica de alimentación.
Y con tres hijos ese dinero se queda corto para Andreína Díaz, que ahora puede hacer eso o más en una sola semana con estas “tutorías”.
Por eso, muchos de estos profesores que viven en sectores populares han decidido montar pequeños negocios escolares, una modalidad que aumentó con la pandemia y ante las quejas de padres y tutores por lo que han calificado como deficiencias en la forma de impartir clases a distancia en la nación suramericana.
Vinieron sin saber leer ni escribir
En marzo, el gobierno autorizó el retorno “paulatino” a clases presenciales en los colegios, luego de dos años de paro por la pandemia.
Sin embargo, no todos volvieron a la normalidad.
Maricel Carvajal, que recibe en la vivienda de un tío a unos 18 niños por turno, explica que “hay muchas instituciones donde los niños van dos días a la semana y le siguen enviando guías escolares”.
Y por eso, cree que estas unidades de enseñanzas, que no son reconocidas por el sistema formal, “van a seguir creciendo”.
Los 62 centros alternativos atienden a casi 800 alumnos en Petare, la mayoría (70%) de escuelas públicas, según el informe de la oenegé Un Estado de Derecho.
La maestra Carvajal dice, por ejemplo, que tiene dos alumnos que llegaron “sin saber leer ni escribir en segundo grado y ya han avanzado”.
La población escolar ronda los 6,5 millones de estudiantes de primaria y secundaria, de acuerdo a un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), publicado en noviembre pasado y que alerta de una caída de 15,6% respecto a tres años atrás.
Hasta 10 dólares semanales
La maestra Díaz atiende, junto a otras cinco docentes, a unos 40 niños de este sector, bastante golpeado por la crisis socioeconómica que atraviesa Venezuela.
Cada padre paga entre 4 y 10 dólares semanales por este tipo de educación alternativa.
Y los que no tienen ese dinero “no pagan nada”, dice esta maestra mientras un niño la interrumpe para mostrarle un dibujo.
“Esos niños que no pagan nada es porque yo veo que sus padres no cuentan con los recursos, tengo cinco niños [que asisten] gratis”, agrega.
Carvajal asegura que también exonera de pago a los que no tienen recursos.
Hace unos días, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, lanzó “las prioridades de acción para los próximos 60 días”, de lo que denominó “la nueva etapa” de su gobierno. Y entre ellas se encuentra la educación pública.
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