El papa Francisco pidió hoy que no se olvide a Ucrania ni “el sufrimiento de ese pueblo martirizado” al término de la audiencia general celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano y donde estuvo acompañado por tres niños de ese país en su recorrido inicial entre los miles de fieles reunidos para escucharle.
“No olvidemos a Ucrania, no perdamos la memoria del sufrimiento de ese pueblo martirizado”, dijo el papa en la conclusión de la audiencia y cuando están a punto de cumplirse cuatro meses de la invasión rusa con la que comenzó la guerra, al tiempo que reveló: “Los niños que estaban conmigo en el papamóvil eran niños ucranianos”.
Francisco llegó a la Plaza de San Pedro a bordo del papamóvil con los tres menores, que le acompañaron mientras besaba y bendecía a los bebés que le acercaban los padres o familiares o saludaba a algunos de los miles de fieles reunidos.
Se trata de tres menores que estudian en una escuela primaria de Roma, la Alberto Caslolo, que los ha acogido para que puedan proseguir sus estudios, según explicó el portavoz vaticano, Matteo Bruni.
Previamente, durante la catequesis, Francisco dijo que “hay que aceptar” todas las enfermedades que llegan con la vejez, como en su caso “ir en silla de ruedas”, durante la audiencia general que presidió en la plaza de San Pedro del Vaticano ante miles de fieles.
“Dímelo a mí que tengo que ir en silla de ruedas…. Pero es así, la vida es así, con la vejez te llegan todas estas enfermedades y hay que aceptarlas como vienen, no tenemos la fuerza de los jóvenes”, dijo el pontífice al comentar un pasaje de la catequesis, dedicada de nuevo a la ancianidad y el paso del tiempo.
Francisco se refirió al diálogo sobre el tema entre Jesús y Pedro, destacando la advertencia del Señor a su discípulo: “Cuando eras joven eras autosuficiente, cuando seas viejo ya no serás tan dueño de ti mismo y de tu vida. Y su testimonio también irá acompañado de esta debilidad”.
“Este coloquio entre Jesús y Pedro contiene una enseñanza valiosa para todos los discípulos, para todos los creyentes. Y también para todos los ancianos. Aprender de nuestra fragilidad y expresar la coherencia de nuestro testimonio de vida en las condiciones de una vida ampliamente confiada a otros, ampliamente dependiente de la iniciativa de otros”, dijo.
La vejez, añadió, “es también un tiempo de prueba, ciertamente. Empezando por la tentación -muy humana, sin duda, pero también muy insidiosa- de conservar nuestro protagonismo. Los ancianos no deben tener envidia de los jóvenes que toman su camino, que ocupan su lugar, que duran más que ellos”.
Los ancianos “incluso en las condiciones que les acercan a la despedida de la vida, son título de admiración para las generaciones venideras y de reconocimiento agradecido por parte del Señor”, añadió
EFE