“Ellos son como una matica, si le damos lo que necesitan, crecerán fuertes y sanos”. Así se refiere Migdalia Colina, directora de Cáritas Punto Fijo, al hablar sobre el proyecto Samán que atiende a niños con desnutrición y bajo peso de los tres municipios de la Península de Paraguaná. Este proyecto comenzó a implementarse con la llegada de la pandemia por el Covid-19 y al realizar jornadas de atención en las comunidades donde notaban un gran número de niños con bajo peso.
Por Corresponsalía La Patilla
Migdalia es una paraguanera que llegó a Cáritas Punto Fijo como voluntaria, tras el fallecimiento de su hermano -que también fue voluntario- cuando le tocó llevar la ofrenda de la organización a la misa. En ese encuentro, vio muchos medicamentos desordenados y preguntó si podía ayudar, porque ya estaba graduada como ingeniera química. Desde entonces, no volvió a salir de Cáritas. Con el tiempo se convirtió en secretaria y con 19 años de servicio ya es la directora.
En ese trajinar en el que han pasado casi dos décadas, Migdalia se casó y se divorció. Toda su familia, vecinos y amigos giran en torno a Cáritas, y es que ella misma reconoce que todos a su alrededor le han ayudado en algunas de las labores de la organización.
Relata que el proyecto Samán es el Sistema de Alerta y Monitoreo en la Alimentación a los niños en estado de desnutrición, el cual consiste en que el equipo de Cáritas acude a las comunidades y hace medición de peso y talla de los infantes, y los compara con unas tablas donde se mide el estado de desnutrición de estos.
El niño entra a un “vivero” y se atiende con la entrega de nutrientes como barras nutritivas y alimentos a base de leche, vitaminas, una bolsa de comida, y se cerciora de que el niño vaya a las casas de alimentación de su comunidad. Además, se les hace seguimiento mensualmente a su evolución.
Para junio de 2022, existen 150 niños en atención. “Ellos entran y salen. Actualmente hay 150 niños en riesgo de desnutrición, mientras que cuando son severos, deben estar de dos a tres meses en ese vivero y en cuidado para que pueda salir. Cuando iniciamos con el proyecto, eran de 200 a 250 niños en estado de desnutrición, no de riesgo como mayormente se ve ahora”, dijo Colina.
Apoyo médico
Los bancos de medicamentos también es otro logro de la organización. Iniciaron con uno y ya son cuatro bancos. La diócesis de Falcón está dividida en cinco zonas y la meta es tener un banco en cada una. Sin embargo, se han logrado cuatro: uno en la sede principal, donde se reciben personas de todo el estado Falcón, pero por la pandemia y la lejanía de los pueblos, se decidió abrir un banco en cada parroquia para que las medicinas estén más cerca de quienes las necesitan.
El segundo banco se abrió en la zona cuatro que atiende a los pueblos de Buena Vista, Santa Ana, Moruy, Pueblo Nuevo y Adícora; el tercer banco se abrió en Judibana para atender los sectores, Creolandia, Los Taques, El Oasis, Jadacaquiva. Y el último que está ubicado en Puerta Maraven que atiende toda la zona de la parroquia Punta Cardón.
“Se les entrega medicamentos a personas de otros municipios como Coro, Pedregal, La Vela, no importa de dónde sean, lo importante es que haya el medicamento para quien lo necesite. Esto se hizo por el alto costo de la vida y el alza de los medicamentos. Cuando llegó el Covid, esto limitaba que las personas llegaran a este banco de medicamentos que es el prinicipal y está ubicado en la sede de Punto Fijo. Pese a ello, las personas de los campos no podían venir a buscar los medicamentos, incluso, por falta de pasaje. Entonces, decidimos ir nosotros a las comunidades”, argumentó Colina.
Los bancos tienen una gran variedad de medicinas que llegan por donaciones a través de la Iglesia Católica. Entre los medicamentos disponibles, resaltan antipiréticos, medicinas para diabetes, hipertensivos, psicotrópicos, para la próstata y para la enfermedad de Parkinson.
“Gracias a Dios nuestros bancos de medicamentos están bien equipados. También hemos tenido que luchar para evitar la reventa. Para ello hay un sistema de entrega y seguimiento a cada paciente, además que se entregan con récipes y órdenes médicas”.
En la sede de Cáritas también hay consultas gratuitas a través de médicos que ofrecen sus servicios como voluntarios especialistas en psicología, psiquiatría, hematología, medicina general, medicina interna, endocrinología y neumonología. Por cierto, que una de las consultas más solicitadas son las de psiquiatría.
Comedores solidarios
De 21 grupos de Cáritas que existen en la Península de Paraguaná, 19 están activos con los comedores comunitarios que ofrecen comida diaria o semanal para los habitantes de sus sectores. Cada Cáritas parroquial cuenta con un equipo de voluntarios que preparan los alimentos y atienden a las familias. Semanalmente estas organizaciones entregan unos 8.000 platos.
“En La Chinita esta semana se dieron 923 comidas y se atendieron 19 niños en estado de desnutrición. En la de Judibana se atienden 150 adultos mayores todos los días, además también se lleva alimentos a los familiares de los pacientes del Hospital de Niños Doctor Jesús García Coello”.
Involucrar a todos
Entre risas y con mucha pena, Migdalia recuerda que ha pedido ayuda a todos los que conoce, incluso, para cocinar y llevar alimento a alguna comunidad. “No ejercí nunca mi profesión y no me arrepiento. Ahora todo el que me rodea forma parte de alguna manera de Cáritas: desde mis vecinos que me hacen las arepas para los encuentros, o algún otro que me ayuda a acomodar medicamentos, o hay otros que cocinan para ir a una comunidad y hay hasta quienes se han sumado a hacer listas y tomar fotos para los registros”, dice entre risas.
El trabajo de voluntarios no es fácil, pero quien entra es difícil que se salga, ya que una vez que se despiertan las ganas de ayudar a los demás, simplemente no pueden parar, afirma Migdalia. También le ha tocado vivir situaciones muy conmovedoras y que le han tocado a fondo el corazón, pero asegura que con ayuda de Dios todo es posible y siempre hay una solución.
“La semana pasada vi una mamá que pesaba 35 kilos y medía 1,52 metros, pero su hijo estaba bien. Es decir, que la atención y lo poco que tienen se lo dan a sus hijos y ellas quedan para después. Esta es una madre que entró al proyecto para sacarla de la desnutrición. También hemos tenido niños con VIH, de apenas un año, y desnutridos. Tenemos un niño que nació con la enfermedad y aunque ingresó al vivero por desnutrición, es un pequeño que tenemos que tener hasta que sea un hombre, no podemos dejarlo solo, porque sus padres también están contagiados”.
Esta luchadora social coordina un equipo que cada vez suma a más personas. Ya perdió la cuenta de los colaboradores que tiene en toda la Península de Paraguaná, que asegura son los brazos largos de la organización para que pueda funcionar y crecer como lo ha hecho en los últimos años. Dice convencida que su trabajo por servir al prójimo le ha dado más beneficios de los que algún día imaginó y es que acostarse satisfecho de que ayudó a una sola persona ya es suficiente para agradecer a Dios.