El final calcado de Iván Márquez y otros (viejos) capos de las nuevas bandas

El final calcado de Iván Márquez y otros (viejos) capos de las nuevas bandas

Iván Márquez (izq.) y Jesús Santrich. FOTO: Archivo EL TIEMPO. AFP

 

Con la posibilidad –en verificación, seguro por largo rato– de que ‘Iván Márquez’ haya corrido la misma suerte de sus socios de violencia y del narcotráfico que, como él, tenían refugio en Venezuela y fueron asesinados, vale la pena analizar cómo a pesar de los enormes retos que seguimos teniendo en materia de seguridad y orden público hay también grandes pasos adelante. Avances que son resultado de los esfuerzos y sacrificios acumulados de los colombianos y de los gobiernos de las últimas décadas, que unos mejor que otros han tratado de hacer la tarea de recuperar el imperio del Estado en el territorio nacional.

Por eltiempo.com

Se dirá que el narcotráfico sigue más vivo que nunca y que la delincuencia común nos desborda como hacía mucho tiempo no se veía. Y que siguen siendo muchas las zonas del país donde las reglas las siguen imponiendo los violentos a punta de balas. Que tragedias inenarrables, como la de los 52 presos muertos en la cárcel de Tuluá, nos siguen demostrando que hay muchos frentes críticos en los que el país simplemente no avanza.

Y sí, es cierto. Pero incluso así, el panorama no es, ni de lejos, comparable al que teníamos hace apenas una década, y menos a la realidad de comienzos de este siglo y las dos décadas finales del pasado. Y un buen indicador al respecto es el tiempo de vigencia en la ilegalidad –si se quiere, de supervivencia– de los jefes paramilitares y guerrilleros que le hicieron conejo a la paz y terminaron montando sus bandas personales.

Esos ‘segundos tiempos’ en la criminalidad son, en su mayoría, cortos. Y siempre, mucho más cortos que los primeros, cuando los ‘Márquez’ de todas las pelambres posaban de jefes de bloques y comandos de los grupos paramilitares y las guerrillas.

Baste recordar que ‘Jacobo Arenas’ y ‘Manuel Marulanda’, los fundadores de las Farc, fueron ‘señores de la guerra’ por décadas: el primero murió de viejo en el famoso campamento de Casa Verde, ebrio de whisky, en 1990, sin preocuparse nunca de la posibilidad real de que fuera detenido o de que cayera en una operación militar. ‘Marulanda’ le sobrevivió 18 años, aunque su muerte por causas naturales tuvo un marco bien diferente: el de los bombardeos constantes y la persecución sin tregua del gobierno Uribe, que fueron claves para que su guerrilla aceptara (tras la caída de ‘Jojoy’ y ‘Cano’) negociar la paz y la desmovilización total con la administración Santos.

‘Iván Márquez’ estuvo más de 40 años en las Farc: en la última etapa antes de la negociación, se refugió con el gobierno de Chávez en Venezuela. Si su muerte se confirma, como jefe de las disidencias –él era el de más alto rango de todos los que traicionaron el proceso, miembro del secretariado– habría durado menos de tres años, a pesar de la protección del régimen de Nicolás Maduro.

?‘Jesús Santrich’ sobrevivió como guerrillero y jefe de las Farc durante 34 años. Duró dos años como jefe de disidencias. Los mismos que el ‘Paisa’ (20 años bajo la marca Farc) y ‘Romaña’ (el cerebro criminal detrás de las llamadas pescas milagrosas, 30 años como guerrillero). Es la misma parábola de sanguinarios jefes ‘paras’ que por décadas fueron intocables señores de la guerra y del narcotráfico; después se desmovilizaron en el proceso de paz con el gobierno Uribe, volvieron a las andadas criminales y fueron los creadores de las nuevas bandas: Vicente Castaño, ‘don Mario’, ‘Cuchillo’, ‘los Mellizos’… La lista termina con la captura y extradición de ‘Otoniel’, un mando medio devenido en capo de banda porque a sus tres jefes anteriores los capturaron o mataron y quien marcó récord porque sobrevivió más de una década a la persecución del Estado.

Una cosa es ser un capo protegido por una gran marca criminal que posa de movimiento con ideales políticos, con toda su estructura y capacidad de terror y corrupción incluso de alcances internacionales, y otra, un jefe de banda del narcotráfico con algunas decenas o centenares de criminales. Las operaciones del Estado y las recompensas oficiales por sus cabezas son más efectivas. Y sus antiguos socios de andadas ilegales, como estaría pasando en Venezuela con los jefes de las disidencias, los desechan a la menor oportunidad cuando así lo exigen las circunstancias, si es que no los traicionan simplemente para cobrar las jugosas recompensas que pesan sobre sus cabezas.

Por eso, con todas las dificultades que atravesamos, difícilmente se puede decir que en materia de seguridad y orden público todo tiempo pasado fue mejor.

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