La revolución bolchevique (1917) divide en dos a los socialistas de todo el orbe. Los comunistas, que apuestan por la toma violenta del poder y la instauración de la “dictadura del proletariado” y los socialistas, partidarios de las reformas graduales en democracia. Aquellos se agrupan en la III Internacional (Comintern) bajo las órdenes de Moscú y estos en la II Internacional, que tomó el nombre de Internacional Obrera y Socialista (Hamburgo, 1923).
Los socialistas abogan por la tesis evolucionista de Bernstein y los comunistas por el leninismo. Ambos diferenciados en la táctica revolucionaria. Será hasta 1959 cuando el Partido Socialista de Alemania en su Congreso de Godesberg (1959) abandona el marxismo y asume el orden capitalista. Aquí nace la socialdemocracia moderna. De esta manera, se establecen tres referentes ideológicos, con matices y divisiones en cada uno de ellos, a saber: el comunista, el socialista y el socialdemócrata.
El fracaso rotundo de los comunistas en el ejercicio del poder ha hecho que socialistas y socialdemócratas acerquen más sus prácticas políticas y programas, algunos más moderados, otros más radicales. Siempre con el acento en la justicia social, el progreso y la libertad.
En el mundo, la izquierda esclerótica, anquilosada, es un reducto en extinción. El socialismo mundial representó la última utopía del siglo XX. El chavismo-madurismo no es sino una versión aberrante y vergonzosa de una quimera que trastocó al mundo con un costo social y material atroz.
Franklin Piccone Sanabria
Secretario Nacional de Educación de UNT