El secreto del pintor de brocha gorda que salvó de los nazis al niño que ganaría el premio Nobel por explicar el Big Bang

El secreto del pintor de brocha gorda que salvó de los nazis al niño que ganaría el premio Nobel por explicar el Big Bang

Arno Penzias, que ganó el premio Nobel de Física en 1978, hoy tiene 89 años. David, su hijo, fue quien descubrió a la persona que lo hizo ingresar a los Estados Unidos tras escapar de la guerra

 

A mediados de 2012, David, hijo del premio Nobel de Física Arno Penzias, aprovechó unos días de vacaciones para revisar unos viejos papeles de su abuelo Karl que su familia conservaba, confinados en un baúl casi olvidado en el ático de su casa.

Por infobae.com

Estaba en eso cuando, entre fotografías en blanco y negro, algunos objetos pequeños y una pila de papeles, encontró un sobre con unos documentos que le llamaron la atención, porque estaban firmados por alguien que para él era un perfecto desconocido.

El primero de los papeles era una copia de una declaración jurada de alguien llamado Barnet Yudin y la acompañaba otro documento donde el desconocido aseguraba, a quien correspondiera, que tenía 52 años, que ganaba 125 dólares por semana como propietario de un taller de pintura, que vivía en una casa de su propiedad y que tenía 2000 dólares en su cuenta bancaria.

En resumen, con esos papeles Barnet Yudin quería demostrar que era un hombre solvente y dispuesto a ayudar a una familia de judíos alemanes perseguidos para que pudieran radicarse en los Estados Unidos. “Estaré encantado de mantenerlos hasta que sean autosuficientes”, prometía en la declaración jurada.

David Penzias sabía que sus abuelos Karl y Justine habían llegado a los Estados Unidos desde Inglaterra en 1940, luego de escapar de la Alemania nazi, y que con ellos venían sus hijos Arno, de 6 años, y Guenter, de 4.

Era consciente también del agradecimiento que su padre, Arno, el ganador del premio Nobel de Física en 1978 por encontrar un fenómeno capaz de explicar la teoría del Big Bang como origen del Universo, sentía por el país que había acogido a su familia.

Recordaba la carta que Arno le había enviado al presidente Jimmy Carter en respuesta a su felicitación por haber obtenido el premio Nobel. Allí había escrito: “Llegué a Estados Unidos hace treinta y nueve años como refugiado sin dinero de la Alemania nazi. Tanto para mi familia como para mí, Estados Unidos ha significado un refugio de seguridad, así como una tierra de libertad y oportunidades. En un momento en el que la promesa y el significado de las instituciones estadounidenses se cuestionan a menudo, me siento obligado a dar testimonio del cumplimiento de la promesa estadounidense en mi experiencia vital personal. Estoy muy orgulloso de ser estadounidense, muy agradecido a Estados Unidos y al pueblo estadounidense. Por ello, en su calidad de representante del pueblo estadounidense, he aprovechado esta ocasión para expresarle una pequeña parte de mi agradecimiento a través de usted”.

Pero David no sabía mucho más y no tenía idea de quién era ese Barnet Yudin, pintor de brocha gorda, que firmaba la declaración jurada.

Decidió preguntarle a su padre, que para entonces tenía 89 años.

De Alemania a Inglaterra

A principios de la década de los ‘30, Karl y Justin habían conformado una típica familia de clase media judío-alemana en Múnich, donde Arno nació en 1933, el mismo año en que Adolf Hitler llegó al poder.

En 1938, su familia fue apresada junto con otros judíos con pasaporte polaco y obligada a subir a un tren hacia Polonia para ser deportada. Pero el tren se retrasó y Polonia invalidó sus pasaportes justo antes de que el tren llegara a la frontera.

Los Penzias fueron enviado de regreso a Múnich, donde Karl y Justine, temiendo que la persecución nazi fuese cada vez más feroz, enviaron a sus dos hijos a Inglaterra y los anotaron en el Kindertransport, un proyecto de rescate británico que transportó a 10.000 niños, en su mayoría judíos, fuera del territorio nazi. Los padres se quedaron en Alemania, a la espera de los documentos que también les permitieran salir del país.

En Inglaterra, Karl y Guenter fueron a parar primero a un internado y más tarde estuvieron a cargo de una familia. Allí el futuro premio Nobel aprendió a leer y escribir correctamente en inglés mientras esperaba la llegada de sus padres.

Karl pudo viajar a Inglaterra a principios de 1939, pero en lugar de reencontrarse con sus hijos fue recluido en un campo de internación de inmigrantes. Justine seguía esperando el permiso para salir en Múnich, hasta que finalmente pudo partir apenas una semana antes del inicio de la guerra.

Para mediados de año, los cuatro volvieron a estar juntos, pero Karl y Justine no querían quedarse en Gran Bretaña, donde como alemanes se sentían mal vistos, y empezaron a buscar la manera de viajar a Norteamérica.

Pero para emigrar los Estados Unidos necesitaban conseguir varias declaraciones juradas de apoyo, es decir, documentos oficiales que acreditaran que tenían un pariente y una red de seguridad financiera en ese país.

Entonces Karl le envió una carta desesperada a su amigo Leo Gelbart, que había emigrado años antes de Nueva Jersey, rogándole que lo ayudara a conseguir esos documentos.

Esos eran los papeles que David encontró en 2012 en un olvidado baúl de su casa. A partir de ellos pudo reconstruir la otra parte de la historia, que ni siquiera su padre Arno, el ganador del premio Nobel, conocía.

Un pintor generoso

Cuando recibió la carta de Karl Penzias en su casa de Nueva Jersey, Leo Gelbart no dudó un momento: haría lo imposible por conseguir que su amigo y su familia pudieran viajar y quedarse en los Estados Unidos.

Firmó una declaración jurada en la que mintió diciendo que Karl era su primo. Con eso avanzó un paso, ya que la presencia de un pariente que los recibiera era una condición ineludible para que los dejaran entrar al país.

Pero con eso no alcanzaba. Lo que Leo no podía garantizar era que los mantendría hasta que los inmigrantes pudieran sostenerse por sus propios medios. Trabajaba como camarero y su salario no era suficiente para ser el patrocinador económico de los Penzias. Necesitaba encontrar a alguien de la comunidad judía de la ciudad que lo hiciera.

No se sabe cuántas puertas golpeó Leo Gelbart hasta llegar a la de Barnet Yudin, un inmigrante ruso de 52 años que tenía su pequeña empresa de pintura. Lo de empresa, incluso, era demasiado: Barnet era un pintor de brocha gorda con la suficiente iniciativa como para contratar a otros y brindar el servicio de pintura de casas. Y le había ido bien.

Leo le mostró una foto de la familia que le había enviado Karl y le preguntó: “Esta familia necesita salir de Alemania, y no tengo suficiente dinero para ayudar. ¿Usted puede?”.

Yudin miró la fotografía en blanco y negro donde Karl y Justine sostenían a sus pequeños hijos Arno y Guenter y no demoró en contestar: “Sí, cuente conmigo”. No sólo se conmovió con la historia de la familia, él mismo había sufrido en carne propia la desesperación de ser perseguido y por eso había dejado Rusia.

Firmó la declaración jurada que Leo le pedía y la acompañó con la documentación que probaba su solvencia. “Estaré encantado de mantenerlos hasta que sean autosuficientes”, escribió.

Esa misma frase la repitió en una carta que, por intermedio de Leo, le hizo llegar a Karl. Al leerla, Karl le envió otra carta de agradecimiento en la que también le hizo a Barnet una promesa. Con lo que había hecho por ellos era más que suficiente, le escribió, y le dio su palabra de que no lo contactaría nunca más para no importunarlo. Karl cumplió esa palabra hasta el día de su muerte, sin siquiera revelar a sus hijos la identidad de quién los había ayudado a entrar a los Estados Unidos.

Por eso cuando David le preguntó a su padre Arno si sabía quién era Barnet Yudin, el ganador del premio Nobel de Física le respondió que no. Y tampoco conocía la historia de la declaración jurada.

El niño que ganaría el Nobel

Gracias a las declaraciones juradas de Leo Gelbart y de Barnet Yudin, la familia Penzias llegó en barco a Nueva York el 3 de enero de 1940. Existe una fotografía tomada por un reportero que cubría la llegada de los inmigrantes al puerto, que muestra a los niños Arno y guenter saludando a la Estatua de la Libertad.

La familia se instaló en el Bronx, donde los chicos empezaron la escuela y se adaptaron al nuevo país. Con los años, Arno se graduó en el Brooklyn Technical High School y en el City College. Sirvió en el Cuerpo de Señales del Ejército de EE.UU. y posteriormente se doctoró en Física en la Universidad de Columbia.

En 1961 fue contratado por los laboratorios de la Bell Telephone en New Jersey, donde formó parte de los equipos de investigación que trabajaban en el estudio de las ondas de radio en el Universo.

En colaboración con Robert W. Wilson, en 1964 descubrió un fenómeno susceptible de ser interpretado como prueba convincente a favor de la explicación del origen del universo proporcionada por la teoría del Big Bang.

Arno y Wilson detectaron un ruido constante de fondo que carecía de un origen específico y parecía proceder del firmamento en todas direcciones, el cual podía interpretarse como el resto o residuo de la gran explosión que dio origen al Universo.

A partir de ese descubrimiento, otras investigaciones demostraron que se trataba de una radiación (actualmente conocida como radiación de fondo) con una temperatura de -276 °C, un valor que correspondía al que teóricamente debería haber alcanzado, al enfriarse, la radiación procedente de la formación del universo hace unos 10.000 o 13.000 millones de años.

Por este descubrimiento Penzias y Wilson fueron galardonados en 1978 con el premio Nobel de Física, que compartieron con el físico ruso Piotr Kapitsa.

Cuando Arno le envió su carta de agradecimiento a la felicitación del presidente Jimmy Carter por su descubrimiento no mencionó la historia de Barnet Yudin. No lo hizo porque conocía su existencia y mucho menos lo que había hecho por él y su familia.

En busca de Barnet Yudin

En 2012, luego de encontrar los documentos e interrogar sin suerte a su padre, David Penzias decidió averiguar quién era –o había sido– Barnet Yudin. Buscó el apellido en Internet y se focalizó en los resultados de Nueva Jersey, el domicilio que en su momento había dado el pintor.

Encontró el teléfono de Robert Yudin y fue un acierto. Cuando David le dijo que estaba buscando información sober Barnet Yudin, Robert le contestó simplemente que se trataba de su abuelo.

Los Yudin se sorprendieron al principio; Barnet había muerto de cáncer en 1950. Su mujer, su hijo y su hija también habían fallecido, y sus nietos no recordaban que Barnet hubiera mencionado a una familia alemana a la que había ayudado con una declaración jurada.

Solo se convencieron cuando David fue a visitar a Robert y le mostró los documentos que había encontrado en el baúl de su casa. Arno, con la salud deteriorada, no pudo acompañarlo.

Entonces Robert y su hermana Sidney le contaron a David lo que sabían de su abuelo Barnet. Había nacido en Rusia en 1886 y quería ser médico, pero por su condición de judío le negaron el ingreso a la universidad debido a que era judío. En 1906 abandonó Rusia para ir a Estados Unidos, pasando por Escandinavia. Al establecerse en Nueva Jersey, vendió pintura desde un carrito, formó una empresa de pintura de casas y finalmente dirigió una exitosa ferretería con su esposa, Anne.

Ese era el hombre que había ayudado desinteresadamente a los Penzias. En su charla con David, Sidney le encontró una explicación a la conducta generosa de su abuelo: “Él sabía lo que era ser rechazado, negado. Esta era su manera de ayudar. Siempre quiso ayudar”, dijo.

Entonces David le entregó una fotografía reciente de su padre, el premio Nobel, y su tío con sus cinco hijos y diez nietos.

“Ninguna de estas personas existiría hoy sin Barnet Yudin”, le respondió.

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