Harrison Ford cumple 80 años. Hans Solo, Indiana Jones, Rick Deckard. Richard Kimble. El actor de la mueca que se convierte en sonrisa. Es posiblemente el actor que representa a Hollywood (sólo Tom Hanks puede competirle). El que perpetúa la tradición de los grandes actores de la época dorada, de esos que él admiró siempre como Gary Cooper y Gregory Peck. El que quiere pasar desapercibido y mantener su vida privada alejada de los medios.
Por infobae.com
Alguna vez cuando le preguntaron cuál era la clave de su éxito, respondió: “Fui muy, pero muy afortunado. Extraordinariamente afortunado. Muchísima gente es más inteligente, más linda o más talentosa. Pero no tuvieron la suerte que tuve yo”
Mientras otros limpiaban casas, trabajaban en estaciones de servicio, servían mesas durante doce horas por día o hasta se prostituían, Harrison Ford se procuró un oficio. De adolescente había demostrado habilidades manuales. De manera autodidacta se convirtió en carpintero. Trabajaba mucho y mejoraba día a día. El resto lo hacía su simpatía. Así conseguía distintos encargos. Iba de recomendación en recomendación. Tuvo varios clientes famosos. Sabemos que trabajó para Joan Didion gracias al documental que rodó Griffin Dunne y también para Sergio Mendes, el músico brasilero que tuvo gran éxito con su bossa nova en inglés. Mendes hace un tiempo subió una foto de principios de los setenta. Allí se ve a un Harrison de 28 años, en cueros con el torso trabajado y el pelo largo, con su sonrisa característica, junto a varios de sus ayudantes y el músico tras terminar de construir el estudio de grabación de Mendes. Todavía faltaban siete años para que se convirtiera en alguien conocido en todo el planeta.
se oficio era no sólo la posibilidad de vivir mejor durante esos días, sino también un plan B realista, una ocupación con la que podría ganarse la vida, en la que podía permanecer si la apuesta de la actuación no prosperaba. Estaba casado y ya tenía dos hijos. Necesitaba pagar cuentas y cubrir las necesidades de su familia. El tiempo pasaba y la gran oportunidad no llegaba.
Al poco tiempo de llegar a Hollywood consiguió un contrato con Universal. Cobraba 150 dólares semanales y debía estar disponible para hacer bolos, una categoría intermedia entre el extra y el actor secundario: pequeñas participaciones, no relevantes, que no excedieran las 5 líneas de diálogo, aunque la mayoría no exigían que hablara. Cuando le preguntan por esos primeros tiempos dice: “Lo más importante que aprendí es que los estudios no tienen el menor respeto por las personas que aceptan trabajar por esa cantidad de dinero”.
Creyó que estaba destinado a ser un segundón, que si lograba ganarse la vida como actor, lo haría sólo con personajes secundarios. El perfil de los galanes de la época era otro: expansivos, con importante porte físico, más contundentes.
Mientras intentaba abrirse paso como actor y seguía construyendo con madera, le llegó el llamado para Vietnam. Se declaró objetor de conciencia. Estaba en contra de cualquier guerra. Pero no sabía bien que argumentos oponer ante la junta que decidiría su futuro. No tenía convicciones religiosas y no quería mentir. Un fin de semana se sentó y escribió durante horas; un largo y farragoso alegato en el que trataba de explicarse y echaba mano a las citas más disparatadas. “Creo que mi presentación fue tan desaforada que logré confundirlos. Nunca recibí respuesta. Y tampoco una nueva citación”, contó.
Su primer papel por el que apareció en los títulos fue en A Time For Killing, un western protagonizado por Glenn Ford. Figuró como Harrison J. Ford; la J no significaba nada, no era la inicial de sus segundo nombre. Sólo la incorporó a último momento. Unos días antes mientras caminaba por las calles de Los Ángeles miraba las estrellas del Paseo de la Fama, anhelando aparecer ahí alguna vez, hasta que por sorpresa se encontró. No se trató ni de una alucinación ni una profecía: Harrison Ford había sido un actor de bastante celebridad en la época del cine mudo. Para no ser confundido apareció esa J. Pero duró poco. La extirpó en la siguiente película.
Siguió con papeles menores en películas poco memorables (la excepción podría ser Zabriskie Point de Antonioni) y series de televisión. Ya se había resignado a no ser una figura. Nadie, pasados los treinta años, se convertía en una. Su primera gran oportunidad fue con American Graffiti, la película de George Lucas que apelaba a la nostalgia por los años cincuenta. Un secundario en esa película perfecta que es La Conversación y aunque el estreno se postergó otra intervención menor en Apocalypse Now. Y decenas de papeles irrelevantes en películas irrelevantes. Hasta que explotó el mundo con Star Wars. Ya nada volvería a ser lo mismo ni para Hollywood, ni para él.
Sus ingresos se multiplicaron exponencialmente. Por Star Wars recibió 10.000 dólares. Por la segunda entrega 100.000. Y por El regreso del Jedi medio millón de dólares.
Después vino Indiana Jones y sus dos secuelas filmadas en los ochenta. Esas dos trilogías más Testigo en Peligro, Se Presume Inocente, El Fugitivo, Air Force One y las dos entregas del agente Jack Ryan lo convirtieron en el actor más taquillero del planeta (ahora se encuentra en el séptimo puesto superado por los que participaron en las sagas de superhéroes que arrasan en las salas. Aunque él y Robert Downey Jr sean los únicos que son protagonistas principales de esos films). También por esos años estuvo Blade Runner que se convirtió en un clásico de culto y sus films con Peter Weir.
Harrison Ford es Indiana, el que le dispara a un maestro de la espada y remata la escena con su leve mueca (la historia de la escena es desopilante: estaba pensada como una larga pelea, el actor que rivalizaba con Ford había entrenado durante meses, pero ese día Harrison estaba intoxicado como buena parte del equipo técnico y propuso definir la lucha con un disparo; tuvieron que repetir la escena porque el actor antagónico quiso al menos estar más en pantalla y se resistía a morir). Y es también el que baila una canción de Sam Cooke en un granero amish. Es el que busca desesperado por Paris a un ser querido. Y el cowboy que enfrenta a los aliens (o el cowboy que pelea en el espacio ¿acaso Hans Solo no es eso?).
Como muchas otras estrellas, Harrison Ford no tiene su Oscar. Pero, al contrario de otras figuras, él no estuvo nominado varias veces. Sólo una vez, por su actuación en Testigo en Peligro de 1985. Pero Ford nunca se desvivió por la estatuilla. No salió a hacer productos “de calidad” para lograr su Oscar. Él siguió su camino: el de una súper estrella. Sin vergüenza y sin lamentos. En los últimos años le preguntaron varias veces sobre cómo se sentía respecto a no tener un premio de la Academia: “Creo que voy a sobrevivir”, responde.
Tal vez las dos mayores posibilidades que tuvo fueron La Lista de Schindler y Syriana. Spielberg lo convocó pero Harrison Ford rechazó el papel. Adujo que su fama interferiría en la historia, impediría al público meterse en la historia, estarían todo el tiempo viendo a él (o a Indiana o a Hans Solo) y no a Schindler. Syriana le dio a George Clooney el Globo de Oro y el Oscar. Ford dijo que se había arrepentido de ese rechazo y que había sido su culpa, había leído el guión con prejuicios. También le dijo no, por distintos motivos, a Quisiera Ser Grande, Jurassic Park, Los Intocables y Ghost entre otras. Hay que pensar que siendo el actor más taquillero de su tiempo, todos querían tenerlo en sus films. Así que probablemente todo gran proyecto (exitoso o que haya resultado un fracaso) de fines de los setenta, los ochenta y primera mitad de los noventa lo tuvo a él como candidato soñado por los directores y productores.
Pero estos rechazos, esas decisiones erróneas son parte de la biografía de todo actor. Sus dos grandes aciertos, los iniciales, los que le dieron el carácter mítico, los dos personajes que se convirtieron en parte de la cultura popular de la última mitad del Siglo XX, le llegaron casi de casualidad, o al menos, no siendo la primera opción. George Lucas, en virtud de la amistad que habían forjado mientras rodaban American Graffiti, le pidió que lo ayudara con las audiciones de Star Wars. Harrison Ford pasaba letra con los aspirantes a los papeles principales de la película galáctica. En medio de esos castings a Lucas se le presentó como una obviedad que tenía al actor perfecto para encarnar a Hans Solo ante sus ojos. Para el momento en el que hubo que elegir a Indiana Jones, él ya era una estrella. Spielberg deseaba que protagonizara su película pero George Lucas se negó. No quería que pareciera que sus productos sólo podían tener de intérprete a Harrison Ford. El elegido fue Tom Selleck pero a último momento declinó la oferta para privilegiar la serie televisiva Magnum. Así Ford se quedó con el papel del arqueólogo aventurero.
Lo dirigieron Spielberg, Lucas, Francis Ford Coppolla, Peter Weir, Roman Polanski, Robert Zemeckis, Sidney Pollack, Ridley Scott, Kathryn Bigelow, J.J.Abrams y Mike Nichols entre otros.
Fue de los primeros actores en ganar 20 millones por una película. A pesar de su poder y de las múltiples ofertas que recibía, durante 30 años no contó con un agente. Él mismo elegía sus proyectos y negociaba su salario. Pero ya a fines de los noventa y en especial al ingreso del nuevo milenio tuvo algunos fracasos. El mundo y el cine estaban cambiando y él también tendría que hacerlo. Necesitaba ayuda de profesionales que conocieran los ritmos de los nuevos tiempos y contrató a una agencia de representación.
Sin embargo su último gran éxito de taquilla de alguna película que no integrara alguna de las sagas históricas que encabezó lo tuvo en el año 2000 con Lo que la Verdad Esconde (What Lies Beneath) junto a Michelle Pfeiffer. El resto fueron entregas de Star Wars, la segunda parte de Blade Runner y lo será seguramente, la quinta entrega de Indiana Jones.
Se casó tres veces. Su primera esposa fue Mary Marquardt. Con ella tuvo dos hijos. Se divorciaron cuando él estaba en la mitad de sus treinta años y cuando la fama lo sacudió. El matrimonio duró hasta la terrible exposición de Star Wars. Luego conoció a Melissa Mathison. Vivieron juntos desde principios de los ochenta aunque se casaron recién en 1983. Fueron padres de otros dos hijos. Ella era guionista y en el rodaje de Indiana Jones, hablando con Spielberg, se puso a escribir su gran éxito: E.T, El Extraterrestre. Se divorciaron a principios del nuevo siglo. Su divorcio batió un récord en su momento: el más caro de la historia de Hollywood (aunque fue superado en los últimos años). Por la división de bienes a Mathison –en el juicio alegó que interrumpió su carrera para apuntalar la de su marido-, le correspondieron 85 millones de dólares.
Si Harrison Ford nunca tuvo demasiada suerte con los premios de la industria, los Globos de Oro de 2002 le permitieron conocer a su última pareja. Allí se encontró con Calista Flockhart, la actriz de la serie Ally McBeal. Están juntos desde ese momento. Se casaron en el 2010 y Harrison Ford adoptó también al hijo que tiempo antes había adoptado Calista.
Pese a tener siempre al periodismo siguiendo sus pasos no se le conocen ni grandes escándalos, ni peleas (a pesar de no ser reconocido por su buen humor), ni affaires amorosos. Siempre intentó evitar el escándalo. Trató que su vida personal quedara en la esfera privada. Un periodista de la revista GQ escribió hace unos años después de entrevistarlo: “Podría pasarme todo el día escuchando a Harrison Ford esquivando mis preguntas, tratando de evitar que le haga preguntas sobre su vida, respondiéndome vaguedades”. Sabe que la fama es uno de los ingredientes que viene con el éxito en su profesión, con los millones de dólares, con el poder. Pero nunca pudo reconciliarse con esa exposición excesiva, con el escrutinio permanente y con el riesgo de que cada acción privada pudiera aparecer en la tapa de los diarios: “La pérdida del anonimato es algo para lo que nadie puede prepararse. Cuando sucedió, me di cuenta de que había perdido una de las cosas más valiosas de la vida. A día de hoy, sigo sin estar muy contento al respecto”, dijo.
Carrie Fisher contó en sus memorias que mantuvieron una tórrida relación mientras filmaban la primera entrega de Star Wars. Él no se refirió al tema, sólo se limitó a hablar con mucho cariño sobre ella cuando Carrie murió. Otro que habló de Ford en sus memorias fue Alec Baldwin. El actor se mostró enojado con Harrison Ford porque según él, le robó el papel de Jack Ryan. Baldwin había protagonizado la primera entrega pero para la segunda y la tercera el elegido fue Ford. Baldwin alega que él todavía estaba negociando para seguir en el papel. Pero que a la súper estrella no le importó y abusó de su poder e influencia.
Siempre cuidó su aspecto aunque nunca se obsesionó con la cuestión. Fue elegido por la revista People como El Hombre Más Sexi del Mundo cuando tenía 56 años (el de mayor edad en obtener el galardón). Para llegar a los 80 años en gran estado come pescados, verduras y frutas. Nada de carne ni pollo. Hace bicicleta y juega al tenis.
Su gran pasión es la aviación. Desde hace décadas es piloto. Con su avión participó en varias acciones de salvataje y para apagar incendios forestales. Cualquier ocasión para subirse a un avión y volarlo le parece buena. Hasta ir a comprar sus hamburguesas favoritas a otra ciudad. Subirse a un avión es como la buena música. Eleva el alma y provoca una libertad apabullante. No es cuestión de emoción o adrenalina, es algo que exige mucho compromiso y concentración. En 2014 tuvo un accidente en un aterrizaje forzoso. Se rompió la cadera y un brazo. En 2020 tuvo otro accidente, aunque en este caso menor. Fue investigado por el incidente y su matrícula estuvo en peligro.
Harrison Ford hoy cumple 80 años. Sabemos que en unos meses se estrenará la quinta entrega de Indiana Jones. Sus películas y sus figuras atravesaron generaciones. Él y su sonrisa ladeada, ese gesto muscular casi imperceptible, ya son parte de nuestras vidas.