Sensor de huellas dactilares, puerta de seguridad, bata de laboratorio: quien quiere entrar en la pequeña sala de producción de drones en Riga, la capital de Letonia, tiene que llevar una red para el pelo y cubrezapatos desechables. Incluso el aire se filtra. Todo tiene que estar impecable para la producción de estos dispositivos de alta tecnología. En la fábrica trabajan ahora también refugiados ucranianos. “Cuando empecé aquí, ni siquiera sabía en qué dirección había que girar para atornillar y desatornillar”, dice una trabajadora ucraniana, señalando su destornillador.
Por DW
Sus compañeros y ella llegaron a Letonia tras elinicio de la guerra en Ucrania. En su país natal solían trabajar como bibliotecarios y contables, ahora construyen drones para el ejército ucraniano. Atornillan motores en los drones, ensamblan placas de circuitos y montan piezas de cámaras.
Su nuevo empleador, la empresa letona Atlas Aerospace, respondió a la explosión de la demanda de drones de reconocimiento militar ampliando la producción. “Antes, me conformaba con vender diez drones al mes. Hoy en día estamos intentando aumentar la producción a 700 drones al mes, y eso todavía no es suficiente. Tenemos que pensar en cómo vender más”, dice el director general de Atlas, Ivan Tolchinsky.
“Una revolución a nivel táctico”
Tolchinsky, de 36 años, nació en Ucrania pero creció en Israel. Es un veterano de guerra: en una de sus misiones sirvió como francotirador en el ejército israelí en una unidad especial durante la guerra del Líbano. Más tarde estudió ingeniería aeroespacial. El hecho de que su empresa tenga su sede en Letonia es pura coincidencia, dice. Producir drones en Israel habría sido mucho más difícil.
Atlas Aerospace construye drones pequeños, compactos y plegables que pueden caber en una mochila. Son muy solicitados por las fuerzas especiales ucranianas: la empresa ya ha entregado más de 100 drones al ejército ucraniano, y todavía hay demanda.
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