El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, regresó este domingo a la Casa Blanca después de una gira de cuatro días por Oriente Medio con luces y sombras, pero cuyos resultados no podrán analizarse con claridad hasta dentro de un tiempo.
La gira de Biden fue como una tormenta de arena en el desierto: rápida, con giros inesperados y, a veces, tan densa que no se podía ver con claridad lo que estaba enfrente. “Hay que dejar que el polvo se asiente”, aconseja en declaraciones a Efe Hussein Ibish, especialista en los países del golfo Pérsico.
La diplomacia en Oriente Medio, explica Ibish, siempre es “sutil” porque muchos países tienen conflictos que se remontan décadas o, directamente, ni siquiera mantienen relaciones diplomáticas como es el caso de Arabia Saudí e Israel, a su vez archienemigos de Irán.
Sin embargo, habrá partes de la gira que podrán evaluarse pronto por ser cuestiones inmediatas, mientras que otras tendrán que esperar a que amaine la tormenta.
AUMENTO DE LA PRODUCCIÓN DE PETRÓLEO
Lo primero en lo que fijarse será la producción de petróleo. Los líderes de Arabia Saudí, el mayor productor de crudo del mundo, no se han comprometido con EE.UU. a extraer una cantidad concreta para mitigar los precios, disparados por la guerra en Ucrania y las sanciones de Occidente.
No obstante, la Casa Blanca asegura que se verán pasos para estabilizar los mercados “en las próximas semanas”.
Si Arabia Saudí decide incrementar el ritmo de producción, lo más posible es que ese anuncio llegue durante la reunión del próximo 3 de agosto de la OPEC+, que incluye a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y a otro grupo de países liderado por Rusia.
UN ACERCAMIENTO ENTRE ISRAEL Y ARABIA SAUDÍ
Otro de los puntos donde se podrían observar resultados pronto es la aproximación entre Israel y Arabia Saudí.
Tras meses de negociaciones entre bambalinas, Biden hizo dos anuncios durante el viaje: Riad abrirá su espacio aéreo a los vuelos civiles israelíes y, además, permitirá que barcos del Estado hebreo sigan gozando de libertad de navegación en las aguas que rodean dos estratégicas islas del Mar Rojo. Ahora esas medidas deben implementarse.
“Se trata de movimientos muy significativos. Son históricos”, afirmó en declaraciones a Efe el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby.
A Estados Unidos nada le gustaría más que ver cómo sus dos mayores aliados en Oriente Medio establecen relaciones diplomáticas, pero Kirby admite que podría llevar tiempo, incluso tras los Acuerdos de Abraham con los que Israel normalizó relaciones con Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos.
De hecho, la normalización con Israel parece imposible mientras siga vivo el rey de Arabia Saudí, Salmán bin Abdulaziz, de 86 años. Es un fiero defensor de la causa palestina y ha dejado claro que no reconocerá el derecho a existir del Estado judío hasta que no se establezca un Estado palestino.
MÁS DE 315 MILLONES PARA LOS PALESTINOS
A los palestinos, Biden les prometió más de 315 millones de dólares en ayuda que se destinarán principalmente a la red de hospitales de Jerusalén Este ocupado y a la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), a la que Donald Trump (2017-2021) le cortó la financiación.
No obstante, cien de los millones que prometió Biden aún no han sido aprobados por el Congreso estadounidense. Su partido controla las dos cámaras legislativas pero aún así el presidente ha tenido dificultades para sacar adelante sus iniciativas, por lo que el futuro de esos fondos sigue siendo una incógnita.
En el largo plazo, una de las cuestiones a observar es si la solución de dos estados para el conflicto-palestino israelí vuelve a ganar fuerza después de que casi desapareciera con las concesiones de Trump a Israel, que incluyeron reconocer Jerusalén como su capital.
Biden reiteró frente a las autoridades palestinas e israelíes su compromiso con la solución de dos estados; pero no hizo ninguna propuesta concreta para reactivar las negociaciones porque el terreno no era “fértil”.
MÁS ALLÁ DEL CHOQUE DE PUÑOS CON “MBS”
La imagen del viaje fue sin duda el choque de puños entre Biden y el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán (MBS), al que la inteligencia estadounidense responsabiliza de la muerte en 2018 del periodista Jamal Khashoggi.
Sin embargo, queda por ver si ese gesto servirá para reparar las relaciones del mandatario con Bin Salmán después de que, durante la campaña para las elecciones de 2020, Biden prometiera que trataría a Arabia Saudí como un “paria” en la escena internacional y haría pagar a sus líderes por la muerte de Khashoggi.
Pese a la necesidad de reparar relaciones, sobre todo por el petróleo, Biden mencionó el asesinato de Khashoggi durante su cara a cara con Bin Salmán e intentó dejar claro que Estados Unidos siempre abogará por los derechos humanos, aunque a veces tenga que defender también otros de sus intereses.
“Guardar silencio sobre los derechos humanos para un presidente estadounidense es algo que es inconsistente con quiénes somos y quién soy yo. Yo siempre defiendo nuestros valores”, se escudó Biden ante las críticas tras reunirse con Bin Salmán.
Al llegar a la Casa Blanca, Biden prometió que haría de los derechos humanos el eje de su política exterior. Al mismo tiempo, sin embargo, ha tenido que optar por el pragmatismo.
EFE