La peor destrucción nacional es ética y espiritual. El mal anda suelto y provoca líderes confundidos. Hay una crisis de representación derivada de la crisis de confianza generalizada en el estamento político, que se traduce en el ambiente de antipolítica prevaleciente. La convocatoria de la “opolaboración” es cero.
Se habla con insistencia de la fiesta electoral hacia finales de 2024. No vemos, todavía, las reglas y mecanismos de selección del candidato opositor. Se presenta otra oportunidad para la grandeza política de ofrecer condiciones transparentes que motiven una amplia participación, que generen entusiasmo, confianza y legitimidad; sin que el G4, como siempre, se apropie de todo el proceso. Muchos no se prestarán a respaldar la pantomima de un enorme fraude.
La ruptura vociferada ha sido solo retórica cuando en los hechos la “opolaboración” acude a legitimar al estatus quo: la corporación criminal. Creemos en la reconquista del voto, pero no en las simulaciones de un liderazgo agotado envuelto en el círculo vicioso de Súperbigote: negociación-diálogo-falsas elecciones.
Concluimos con el gran estadista Vaclac Havel: “La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulta”.
Aspiramos a una dirección política con los pies en la tierra y centrada en ponerle término a la usurpación. Que entienda a la gente, sepa interpretarla y proporcione una ruta clara. Esto no es demasiado.
¡Libertad para Javier Tarazona! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!