Elon Musk no sólo es dueño de un fabricante automotor; el magnate adora los autos. Mientras con Tesla promueve parámetros a seguir en una industria que avanza hacia la electro movilidad, el magnate colecciona modelos a nafta. Entre algunas joyas que tiene en su cochera, hay un ejemplar cinematográfico y que tuvo mucho que ver en sus tiempos de infancia en Sudáfrica: el Lotus Esprit que acompañó a James Bond en una de las películas que protagonizó Roger Moore.
Por: Clarín
No era un auto más. Este Lotus era un pretendido anfibio que le permitió al agente 007 escaparse en medio de una persecución en el filme “La espía que me amó”. Según confió el propio CEO de Tesla, las líneas futuristas de aquel modelo británico le sirvieron como fuente de inspiración para moldear su última gran creación, la pickup Cybertruck, uno de los productos más promocionados de su marca y que lleva casi tres años de demora; ahora, prometen, estará en el mercado en 2023.
Tiene varios ribetes interesantes este auto deportivo. Uno de ellos es la forma en que los productores de la película de James Bond trabajaron para reformarlo y darle una real sensación de anfibio, cuando los efectos especiales eran más analógicos y no había tanta animación digital. Otra es cómo llegó a manos de Elon Musk. O mejor: cómo pasó de ser un auto de 100 dólares al casi millón de la misma moneda que pagó el empresario.
El Lotus de Elon Musk, el objeto de un negocio
Musk lleva más de una década haciendo cuentas de a millones de dólares. Decenas, cientos y hasta miles de millones. Tanto es así que hace poco menos de un mes aceptó pagar una multa de mil millones de dólares por haber roto el acuerdo para la compra de Twitter, una operación que se debía cerrar en una suma de 44 mil millones de dólares. El dueño de Tesla, que aun con sobresaltos mantiene el status de la automotriz emergente que puede amenazar a las grandes potencias, también puede haber sido el que menos ganó en medio de una transacción.
En 2013 se presentó en una subasta realizada por RM Sotheby’s y compró el Esprit anfibio de James Bond en 997.000 dólares. Lotus es una marca siempre cercana al sudafricano. De hecho, el Roadster con el que Tesla inició su producción era una derivación del Elise. Esa proximidad y una billetera ya amplia le permitieron adquirir aquel auto de 007 sin reparar que quienes lo vendían estaban cerrando el negocio de sus vidas, con un margen de casi el 100.000 por ciento.
El auto en el filme se llamaba Wet Nellie. El que compró Musk fue uno de los tres Esprit utilizados, el anfibio y otros dos convencionales, pero también hubo otras siete carcasas de fibra de vidrio; una de ellas fue cortada a la mitad para que se pudieran hacer algunas de las escenas que compartían Roger Moore y Barbara Bach, su bella partenaire.
Para convertirlo, Wet Nellie fue trabajado por Perry Oceanographic, una empresa de Florida que lo dotó con cuatro hélices, baterías y cuatro aletas que estaban en la zona donde originalmente estaban las ruedas. Las modificaciones costaron unos 100 mil dólares.
El Lotus, como buen auto de Bond estaba lleno de gadgets y armamento, nunca se sumergió, sino que esas tomas subacuáticas se hicieron con un modelo a escala. Esas escenas fueron filmadas en Bahamas. Lo controló un Navy Seal de la Marina de los Estados Unidos, ya retirado de servicio. Y para crear las burbujas que generaba se usaron tabletas de Alka-seltzer.
Pasaron 12 años desde el estreno de la película, en 1977, para que Wet Nellie reapareciera sin que nadie lo buscara. Fue en 1989. Hubo una gran venta realizada en un guardamuebles en los alrededores de Nueva York. Entre los compradores había una pareja de Long Island, propietaria de un comercio de alquiler de herramientas. Compraron un lote cerrado a cambio de 100 dólares. No sabían su contenido.
Se encontraron con un auto sin ruedas, castigado por el paso de los años. Tiempo después, cuando llevaba el auto en un remolque, comenzaron a recibir mensajes en el sistema de radio de otros camioneros que lo cruzaban y no podían creer lo que observaban. Fue entonces cuando empezaron a entender que podían estar frente a un negocio.
Lo confirmaron cuando vieron la película “La espía que me amó” en VHS. E iniciaron un lento proceso de restauración. El rumor de la existencia de esta pareja, cuyo nombre nunca trascendió, llegó a oídos de miembros de la Fundación Ian Fleming. “Van a pasar a la historia por haber encontrado el auto de James Bond”, les dijeron. Y los alentaron a llevarlo a subasta porque “se venderá por un monto que les permitirá vivir cómodamente por el resto de sus vidas”.
Después de que Perry Oceanographic confirmara que el Esprit era el que ellos habían transformado en 1976 para la película, se lo entregaron a RM Sotheby’s para que lo subaste.
La cita fue entre el 8 y el 9 de septiembre de 2013. Wet Nellie era el lote 243, por el que se pagaron 997.000 dólares. La oferta que se impuso en la puja había llegado por teléfono. Fue el propio Elon Musk el que confirmó un mes más tarde que el Lotus Esprit estaba en su poder. De tal modo, había satisfecho las ansias del chico de seis años que en un cine de Johannesburgo había visto aquel auto sumergirse con James Bond al volante.
Lo hizo a través de un comunicado. “Fue increíble cuando era un niño pequeño en Sudáfrica ver a James Bond en El espía que me amó conducir su Lotus Esprit desde un muelle, presionar un botón y transformarlo en un submarino bajo el agua”, dijo Musk en el documento oficial.
También anticipó, allá por octubre de 2013, que la “decepción de saber que en realidad no puede transformarse” en un anfibio lo llevó a potenciar una innovación: Musk contó, años más tarde, que la Cybertruck es una versión monstruosa de aquel auto. Mientras tanto, Wet Nellie pasó a formar parte de su colección, junto con un Ford T y un Jaguar E-Type de 1967, entre otras joyas. Pero el Lotus Esprit está por encima de todos.