En abril pasado, cuando estaba cumpliendo 42 años, Viktoria Martsyniuk se cubrió el rostro con las manos para la fotografía que ilustraría el artículo de tapa del diario británico The Telegraph, donde ofrecía su testimonio anónimo sobre cómo había sido violada por un soldado ruso de 19 años.
Por Infobae
En su edición de este martes, la publicación vuelve a entrevistar a Martsyniuk, quien ahora se atreve a ponerle rostro y nombre al horror que ha vivido seis meses atrás, cuando los rusos tomaron su aldea
Si alguien le hubiera dicho, antes de que estalle la guerra, que algún día estaría haciendo terapia, se habría reído. Es el tipo de cosas que hacen las personas “con mucho dinero”, hubiera dicho. Pero ahora, gracias al financiamiento estatal ha accedido a una terapia en la que trabaja para procesar los traumas que sufrió cuando el ejército ruso invadió su aldea rural cerca de la ciudad de Borodyanka, a unos 60 km de Kiev.
No solo fue violada por Dania, un joven militar de 19 años —la misma edad que uno de sus hijos—, sino que uno de sus vecinos recibió un disparo a quemarropa delante de ella.
“Me siento un poco mejor con la terapia, pero sé que si Ucrania gana la guerra, me sentiré aún mejor”, dijo Martsyniuk, convencida.
El 9 de marzo pasado, Martsyniuk fue arrastrada de la cama que compartía con su esposo, Vitaliy, por tres soldados rusos, quienes le ordenaron encontrar a otras mujeres a las que pudieran violar, incluida ella misma. En la oscuridad de la noche, fueron de puerta en puerta buscando mujeres para violar. Cuando el esposo de la segunda víctima trató de resistirse, lo mataron. Luego, los soldados llevaron a sus dos cautivas a una casa abandonada. Martsyniuk fue violada en el primer piso.
Después del secuestro y la violación, escapó del lugar y corrió todo el camino de regreso a su casa, donde encontró a Vitaliy escondido en el techo. Están seguros de que si no se hubiera ocultado así, los rusos lo habrían asesinado. Juntos, permanecieron temblando sobre el hierro corrugado hasta la mañana siguiente.
“Parece que fue un mal sueño”, dice. Si bien ya se ha reunido con los fiscales que están documentando los crímenes de guerra rusos para presentarlos ante la Corte Penal Internacional en La Haya, ha tenido problemas para presentar pruebas. “No puedo recordar la cara del hombre que me violó. Estaba oscuro. Sé que era así de alto”, dice, señalando justo por encima de su cabeza. Sin embargo, afirma, sigue intentando recordar su rostro.
Ahora, y pese a que su aldea fue recuperada por las fuerzas ucranianas, Martsyniuk no tiene empleo. Antes de la guerra trabajaba en un aserradero, pero fue destruido por los bombardeos. Si bien está bastante ocupada con las tareas de su hogar —desde cosechar papas, zanahorias y maíz hasta cuidar a sus animales— afirma que le gustaría encontrar un trabajo “bien pago”.
Con todo, visitar a su terapeuta una vez a la semana la ha ayudado a mirar hacia el futuro. La conversación surge naturalmente porque, según cuenta, la sesión se desarrolla mientras moldean arcilla. Una forma que ha encontrado de “hacer cosas con las manos”. Además de esculpir, también dibujan y en su próxima sesión tiene previsto hacer “pulseras de hilos tejidos”.
Martsyniuk dice sentir que la terapia está funcionando. “El miedo de que algo o alguien me esté buscando se ha ido. Pero si hay una explosión cerca, eso me asusta”, dice. Toma píldoras que la ayudan a conciliar el sueño y ha adoptado a un cachorro Toy Terrier inglés, lo que la ayuda a calmarse.
“Lo principal es no pensar en el pasado”, agrega. “Quiero pensar en el futuro y estar presente. Así es como estoy cambiando mi vida”.
Parece entonces, que a pesar de que los rusos intentaron doblegarla, fracasaron.