La principal vía de propagación del coronavirus son los “aerosoles” que las personas con COVID-19 —con o sin síntomas— pueden emitir al hablar, toser, gritar, cantar o exhalar y pueden quedar suspendidos en el aire. Por eso, los espacios cerrados favorecen más la concentración de los aerosoles y se convierten en un ambiente de alto riesgo de contagio si hay personas con la infección.
Por Infobae
Ahora, un estudio realizado en los Estados Unidos con una máquina especial que puede cuantificar y comparar las partículas exhaladas por las personas permitió descubrir que las personas que tuvieron el COVID-19 por la infección con las variantes Alfa, Delta y Ómicron del coronavirus pueden exhalar mayores cantidades de virus que las infectadas con otras variantes.
También los investigadores liderados por Donald Milton, del Instituto de Salud Ambiental Aplicada de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Maryland, revelaron que las personas que contraen el COVID-19 después de la vacunación, e incluso después de una dosis de refuerzo, siguen expulsando virus al aire. Vale aclarar que la vacunación, incluyendo las dosis de refuerzo, está recomendada porque previene que las personas que quedan expuestas al coronavirus desarrollen cuadros graves ni mueran.
El trabajo de los científicos con la máquina se publicó en el servidor de preimpresión medRxiv y todavía no ha sido revisado por pares. La coautora del estudio, Kristen Coleman, que investiga las enfermedades infecciosas emergentes en la Universidad de Maryland en College Park, consideró que las pruebas del estudio significan que la gente debería “presionar a los gobiernos para que inviertan en la mejora de la calidad del aire interior mediante la mejora de los sistemas de ventilación y filtración”.
Para el estudio, Coleman y sus colegas incluyeron a 93 personas entre mediados de 2020 y principios de 2022 que estaban infectadas por el coronavirus. Las infecciones de los participantes fueron causadas por variantes que incluyen la variante Alfa, que surgió a finales de 2020, y las variantes posteriores Delta y Ómicron. Todos los participantes con estas dos últimas variantes habían sido completamente vacunados antes de contraer el virus.
Las personas infectadas se colocaron frente a un aparato con forma de cono y cantaron y gritaron —con inevitables toses y estornudos de por medio— durante 30 minutos, mientras una máquina adjunta recogía las partículas que exhalaban.
Para hacer el estudio, los investigadores usaron la máquina llamada “Gesundheit-II”. Esta tecnología permite separar las finas gotas de “aerosol” de 5 micrómetros o menos de diámetro, que pueden permanecer en el aire y filtrarse a través de la tela y las mascarillas quirúrgicas.
El equipo descubrió que los participantes infectados con las variantes Alfa, Delta y Ómicron emitían una cantidad significativamente mayor de ARN viral al exhalar que las personas infectadas con otras variantes. Entre ellas se encuentra la cepa detectada en Wuhan, China, en 2020 y variantes que no están asociadas a una menor transmisibilidad, como Gamma, surgida a finales de 2020, que impactó en Sudamérica con una ola de casos en el otoño de 2021.
En el caso de los participantes con Delta y Ómicron, su aerosol fino contenía una media de cinco veces la cantidad de virus que se detectó en su aerosol grueso de mayor tamaño. El equipo también cultivó células en el laboratorio con muestras de aerosol y descubrió que cuatro muestras, cada una de ellas de un participante con Delta u Ómicron, infectaron las células.
“El virus exhalado no siempre es infeccioso”, aclaró a la revista Nature el coautor del estudio Jianyu Lai, epidemiólogo de la Universidad de Maryland, y la capacidad de las muestras para infectar las células de laboratorio significa que el ARN viral de los aerosoles exhalados puede propagar la enfermedad.
Malin Alsved, científico especializado en tecnología de aerosoles de la Universidad de Lund, Suecia, comentó con respecto al estudio: “Me preocupa un poco que mezclen todos los [aerosoles] respiratorios: tienen respiración, habla, gritos, tos, incluso estornudos en la muestra”. Pero Coleman, la coautora, respondió que el equipo combinó muestras respiratorias para imitar un escenario de la vida real, como estar en un restaurante.
El estudio también puso de manifiesto la variación entre individuos en las cantidades de virus exhalado, que iban desde niveles no detectables hasta los asociados a los “superpropagadores”. Un participante infectado por Ómicron, por ejemplo, exhaló 1.000 veces más ARN viral a través del aerosol fino que el nivel máximo observado en los infectados por Alfa o Delta. Los investigadores afirman que la explicación de estas discrepancias sigue siendo un misterio, pero podría estar relacionada con factores biológicos como la edad de la persona. El comportamiento también podría influir: la persona tosía con más frecuencia que los demás.
Si las nuevas variantes son más propensas a la superpropagación, podría influir en que predominen en los casos de COVID-19. El equipo señaló que las personas infectadas por el coronavirus exhalan cantidades mucho menores de ARN viral que las personas infectadas por la gripe, una enfermedad comparable transmitida por el aire. Esto sugiere que el coronavirus podría dar lugar a variantes que transmitan aún más virus. “Esto es algo que debe preocupar”, sostuvo Alsved.
Esta investigación ha demostrado que las tres variantes que han ganado la carrera de la infección Alfa, Delta y Ómicron “salen del cuerpo con más eficacia cuando la gente habla o grita que las primeras variantes del coronavirus”, destacó John Volckens, ingeniero de salud pública de la Universidad Estatal de Colorado en Fort Collins, quien no estuvo involucrado en el estudio.
Para prevenirse contra el COVID-19, no existe hoy “una medida que por sí sola nos mantenga a salvo del COVID-19. Hay que hacer varias cosas para disminuir el riesgo”, sostuvo el español José Luis Jiménez, científico y profesor de Química de la Universidad de Colorado Boulder, Estados Unidos. Este experto recomendó adoptar el modelo del queso suizo del virológo Ian Mackay. Este modelo incluye diferentes acciones que si se suman van reduciendo el riesgo. Allí se incluye la vacunación, la ventilación de los ambientes, el uso de los barbijos, el lavado de manos, el distanciamiento de 2 metros, el aislamiento en casos de que una persona tenga la infección, entre otras.