Las redes sociales están diseñadas para dar placer en corto tiempo, conectando con la emoción. Por eso desarrollan con mucha facilidad la adicción en sus consumidores y cada vez son más las app que se parecen o comparten el mismo formato y contenido.
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En la web compramos, vendemos, leemos noticias, conocemos diariamente de diferentes acontecimientos que marcan el día a día de las personas.
Durante la pandemia hubo un número bastante significativo de mujeres venezolanas que utilizaron de manera adecuada sus plataformas digitales para hacer público el sufrimiento que padecían en sus hogares con sus parejas y en muchos casos se logró poner freno a los hombres maltratadores.
La agresión y la hostilidad pasaron a ser repudiados incluso por el sexo masculino en su mayoría, quienes también multiplicaron el mensaje de no violencia en sus teléfonos móviles u otras herramientas de alcance masivo.
Para la psicóloga Fernanda De Abreu, la violencia en la cultura de América Latina se viene arrastrando desde un inconsciente colectivo. “Lo veías más antes cuando teníamos más denuncias particulares de animales en situación de abandono o por denuncia de agresión. Eso producía una indignación gigante, algo que no sucedía si escuchan a una mujer llorando o siendo golpeada en la intimidad de su casa, lo normalizan así estuviesen en una situación vulnerable”, dijo.
La especialista agrega que, lo positivo de todo este alto crecimiento de denuncias reales y con pruebas también incentiva a una mejor educación de nuestros niños, mismos que desde ya comienzan a identificar que este tipo de acciones no son positivas y no las podrían repetir en un futuro.
Reducir el consumo de información que generen sentimientos de culpa, o tengan un contenido negativo también ayuda.