Michael Jackson fue enterrado el 3 de septiembre del 2009 en el Gran Mausoleo de Holly Terrace en el Glendale Forest Lawn Memorial Park, ubicado en Hollywood, al norte de Los Ángeles. El cadáver fue vestido con uno de los famosos trajes que el músico solía usar en sus actuaciones, el rostro maquillado y guantes blancos en sus manos. Además, dentro del féretro se colocaron las notas que sus tres hijos habían escrito para él. Jackson no está solo en ese cementerio: tiene vecinos famosos como Humphrey Bogart y Clark Gable.
Por Infobae
El cuerpo de Michael fue guardado en un féretro de bronce macizo y bañado en oro de 14 quilates, con un forro interior de terciopelo azul, con un valor de USD 25 mil. El sarcófago, similar al que se utilizó para el funeral de James Brown, es una pieza única en su género y tiene un bloque de concreto que la familia Jackson ordenó para asegurarse que los restos de “El Rey del Pop” descansaran en paz.
El hombre detrás de hits como “Man in the mirror” o “Thriller” fue enterrado vestido con uno de sus famosos trajes, con el rostro maquillado y con sus icónicos guantes blancos. El día anterior a su entierro había sido despedido por una multitud en el Staple Center, el famoso estadio donde juegan Los Angeles Lakers y adonde había ensayado apenas 24 horas de su muerte.
Las últimas horas de Michael Jackson
Cuando llegó a su casa después del ensayo, estaba exultante, pero agotado. Se había probado a fondo y se dio cuenta que aún podía sostener un show como en sus mejores épocas. Al arribar llamó a su médico personal, Conrad Murray, y le pidió que le suministrara Propofol, la potente droga que usaba para dormir y es utilizada por los anestesistas en las cirugías. Murray se negó, quería cortar con ese hábito. Sabía adónde lo conduciría.
Con furia, Jackson comenzó a tomar somníferos y calmantes. La lista de lo que ingirió aterra: Valium, Lorazepam, Versed, Ativán en cantidades mortales. Así pasó la noche, drogándose y sin poder conciliar el sueño. A la mañana siguiente, su médico aceptó inyectarle Propofol para que pudiera dormir. Pero el cóctel de medicamentos fue fatal.
Minutos después de aplicarle el anestésico, Murray regresó a la habitación. Michael Jackson seguía en su cama con los ojos cerrados. El médico se acercó más, sólo para darse cuenta que ya no respiraba. Todos los intentos por resucitarlo fueron en vano. El Rey del Pop había muerto de un paro cardíaco.
La autopsia del cantante fue lapidaria sobre su estado de salud. A los 50 años -la edad con que falleció- tenía el cuerpo devastado por las innumerables cirugías estéticas a las que se había sometido, los medicamentos ingeridos y la anorexia.
La autopsia fue publicada por el diario inglés The Sun. Y allí sostenía que su estómago sólo tenía pastillas parcialmente disueltas y casi nada de comida. La cadera, los muslos y los hombros estaban recubiertos de marcas de pinchazos por inyecciones de analgésicos proporcionados por Murray, a la postre declarado culpable de homicidio involuntario por la administración de Propofol.
En el informe se citaba, además, que los labios del cantante había sido tatuados de color rosa, que sus cejas no tenían pelos sino eran tatuajes negros, y que la parte delantera de su cuero cabelludo también tenía un gran tatuaje de ese color para disimular su calvicie. Fue lo más increíble que reveló la autopsia: su pelo era, en realidad, una peluca que llevaba pegada a su cabeza, casi totalmente calva.
Se supone que Michael Jackson se quedó pelado tras sufrir graves quemaduras de segundo y tercer grado durante la filmación de un comercial en 1984. En el rodaje debía bajar unas escaleras mientras alrededor se encendían fuegos artificiales. Un problema técnico originó que algunos chispazos se incrustaran en su pelo verdadero, quemándolo.
El enigma de su piel
Su piel, por otra parte, estaba cubierta por manchas, lo que probaba que padecía vitiligo, una enfermedad de pigmentación. En su espalda, además, tenía cortes, así como magullones en sus rodillas. La fuente que habló con los periodistas ingleses señaló que “era piel y hueso, se le había caído el pelo y no había estado comiendo más que pastillas cuando murió. Las marcas de inyecciones en su cuerpo y la desfiguración por años de cirugías plásticas eran una demostración de su declive”.
Esta información fue corroborada por el documental Killing Michael Jackson, que se centra en la muerte del cantante y cuenta con los testimonios de Orlando Martínez, Dan Myers y Scott Smith, tres detectives que investigaron las causas de su fallecimiento. Allí confirman que llevaba un tatuaje en la parte superior de su cabeza para disimular la falta de pelo.
Al morir, además, su situación financiera era tan precaria como el estado de su cuerpo. Para un artista de su envergadura, el dinero contante y sonante que poseía era ínfimo: apenas 7 millones de dólares. Sin discos nuevos ni giras (sus tres hijos -Prince, Paris y Blanket- jamás lo vieron sobre un escenario), la deuda que había adquirido para sostener su ritmo de vida y el fabuloso Neverland era de USD 300 millones. Es que las acusaciones de abuso de menores habían deteriorado su imagen.
Estas comenzaron en 1993, cuando Evan Chandler, el padre de Jordan, lo acuso de conductas impropias hacia su hijo, al que se veía con frecuencia junto a Jackson. En aquel momento, la industria salió en masa a defender al cantante. Sólo su hermana La Toya dijo que era un pedófilo, aunque años después se retractó. El arreglo al que llegó con la familia, luego de una ardua investigación, fue por 23 millones de dólares.
En 2003 hubo una nueva denuncia. Esta vez fue la familia de un niño de 13 años, Gavin Arvizo. Neverland fue allanado y varios empleados declararon haber visto a Jackson manoseando las partes íntimas de los niños. Increíblemente, la justicia lo sobreseyó.
Cuando por fin el documental Leaving Neverland y el testimonio demoledor que en él brindaron Wade Robson y James Safechuck (dos víctimas del cantante) corroboró que era pedófilo, Jackson yacía en su cofre de bronce y oro.