Para seguir los pasos que marca al caminar el presunto pirata cibernético, hay que atravesar un pasillo sombrío. Las filtraciones corroen el techo y las paredes alrededor de su oficina. Los bombillos del largo corredor se dañaron en algún momento y nadie se acordó de repararlos. Algunas personas esperan en este precario lugar, pero no a él. Ya se sabe que poco aparece desde mayo de este año, cuando se anunció que estaba en la mira del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
Isayén Herrera // ARMANDO.INFO
La descripción encajaría como locación para una película de suspenso, pero en realidad corresponde a la oficina en Ciudad Bolívar de Moisés Luis Zagala González. Allí, en la Policlínica Santa Ana, desde hace años, ejerce la consulta como médico cardiólogo, una práctica de servicio público que le ganó reputación y contrasta con el deseo de querer pasar inadvertido ahora, cuando también es reconocido como un cracker. Traducción: un experto en vulnerar sistemas informáticos.
Moisés Luis Zagala González es el ciudadano venezolano-francés buscado en Estados Unidos para que comparezca en un juicio que debería determinar si es culpable o no de varios ciberdelitos del más puro estilo matrix, solo que esta vez llevados a cabo lejos de la clásica estampa ultraurbana de Nueva York, en la capital del estado Bolívar, la antigua Angostura, con aires coloniales, a orillas del río Orinoco, al sur de Venezuela. Ciudad Bolívar, para más señas, se cuenta entre las ciudades del país azotadas por las precarias condiciones de vida que incluyen, sin reparos, problemas de conectividad. Este inhóspito contexto hace que muchos desestimen la posibilidad de que algún delito informático de envergadura pueda gestarse allí; aunque, viéndolo bien, tal vez sea eso precisamente lo que lo convierte en el contradictorio y perfecto escenario para ello.
El médico y profesor de Cardiología de los estudiantes de pregrado de Medicina de la Universidad de Oriente fue acusado por la Fiscalía del Distrito Este de Nueva York y el FBI de dos cargos -intento de intrusiones informáticas y conspiración para cometer intrusiones informáticas- por haber diseñado múltiples herramientas de ransomware, un software malicioso capaz de infiltrarse en las computadoras y encriptar sus contenidos (secuestrarlos, prácticamente, desde contraseñas hasta fotos, información bancaria o académica). Tras el ataque, el software sólo puede ser desactivado por sus creadores con una clave que le dan a sus víctimas tras pagar el rescate -más bien, la extorsión- que se les exige.
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