En 1982, el empresario austriaco Dietrich Mateschitz se enamoró de una bebida energética tailandesa. Krating Daeng, se llamaba. Una solución ante el jet lag que sufrían los habitantes de Bangkok. Tanto le gustó aquel sabor que buscó al propietario de la receta original, Chaleo Yoovidhya, y le propuso una asociación con un único objetivo: hacer crecer aquel producto en Europa.
Por: El Mundo
Mateschitz no había inventado ningún sabor ni tampoco buscó una fábrica para coordinar el proceso de producción. Subcontrató todo y se centró única y exclusivamente en una cosa: el marketing. Encontró un nombre, Red Bull, unos colores y una narrativa, y cuarenta años después posee el 49% de la marca de bebida energética más importante del mundo, vende más de 7.500 millones de latas al año y se ha comprado una isla en Fiyi.
¿Todo por el marketing? Casi todo, sí, pero por un marketing único y curioso que ha roto por completo el mercado mundial. Seguramente hayan visto cientos de anuncios de televisión de marcas de bebida, de perfumes, de coches, de relojes… Incluso habrán visto cómo algunas de ellas han patrocinado eventos deportivos a lo largo del siglo XX. Pero Red Bull ha llevado todo eso al siguiente nivel. No patrocina: compra.
SALZBURG, EL INICIO
¿Recuerdan lo de Mateschitz asociándose con Yoovidhya para hacer crecer el producto, usando otro nombre, en Europa? El empresario ha repetido la fórmula de la bebida energética en la Fórmula 1 y en el fútbol e incluso planea su sombra sobre los rallies, las motos, el hockey, la vela, el skate o el surf. Posee la escudería de F1 y en 2005 inició su camino en el fútbol comprando el SV Austria Salzburg, desde entonces RB Salzburg, de cuyo vestuario ha salido, entre otros, Erling Haaland.
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