En 1986, Diana llevaba cinco años de casada con el príncipe Carlos y le había dado dos hijos, William, futuro heredero al trono, y Harry, el “repuesto”. Pero ello no había sido suficiente para cimentar la unión, porque su esposo nunca pudo dejar de pensar en Camilla Parker Bowles, la mujer que realmente amaba y hoy está sentada en el trono que inicialmente era para ella, así lo reseñó la Revista SEMANA de Colombia.
Un buen día resolvió dejar de lamentarse y no tardó en encontrar su primera aventura durante una fiesta organizada por su dama de compañía. El afortunado fue James Hewitt, un guapo oficial de caballería de la Household Cavalry o guardia de la reina Isabel. “Diana se apegó a Hewitt porque él le dio el afecto y la pasión que tanto anhelaba”, reveló su guardaespaldas Ken Wharfe en su libro de memorias Diana: Closely Guarded Secret.
La tórrida relación duró cinco años y fue la única que ella admitió públicamente, en la conocida entrevista a Panorama, en 1995. En el Palacio de Kensington, su residencia, estos amores eran ampliamente conocidos por el personal, de modo que cuando Wharfe tomó el puesto le advirtieron que ese era uno de los puntos críticos en la protección de la princesa. “Como policías, no era nuestra labor moralizar, sino garantizar que ella estuviera a salvo, y eso significaba que el affaire permaneciera en secreto”, relató el escolta, que se convirtió en confidente de Diana.
Wharfe cree que las confesiones que ella le hizo sobre su mala relación con Carlos, tenían como fin justificar sus encuentros con Hewitt en una cabaña en Devon. “No pasa nada entre nosotros”, le explicó Diana a su agente de seguridad. “Pero el chirrido de la cama por las noches contaba la historia a todo volumen”, de acuerdo con Wharfe, que describe a Diana como una mujer impetuosa, que perdía el sentido común con su amante.
Luego de sus citas sexuales con Hewitt, Diana quedaba feliz y lo celebraba conduciendo a gran velocidad, lo que le costó costosas multas de tránsito. Contó además que una vez le llevó 16.000 libras esterlinas, suma nada despreciable, para que se comprara un nuevo auto deportivo. Diana no solo llegó a estar muy “enganchada” con Hewitt, sino que Harry llegó a encariñarse con él, al punto de verlo un poco como esa figura paterna que Carlos descuidaba debido a sus obligaciones como heredero al trono. En 1991, cuando la relación terminó, Hewitt confesó que quiso suicidarse.
Ante los rumores de que él era el verdadero padre de Harry, debido al parecido entre los dos, Hewitt se encargó de desmentirlo, explicando que él príncipe ya había nacido cuando él y Diana se conocieron, una versión que avalaron hombres del equipo de seguridad de ella y de la casa real. Sin embargo, se considera que el exmilitar terminó por traicionar a Diana. En 1994, el libro Princess in love, de Anna Pasternak, aireó en detalle el amorío, con Hewitt como fuente principal. Once años después, él trató de vender 64 cartas personales que Diana le escribió durante su relación por 10 millones de libras.
Su amor por Hewitt no le impidió a Lady Di fijarse en otros, como Barry Mannakee, también de su equipo de seguridad. Un día, un guardia de seguridad de Carlos lo sorprendió en una actitud comprometedora con Diana y de inmediato fue retirado del servicio. Al año siguiente, Mannakee murió en un aparatoso accidente.
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