Jeffrey Dahmer murió en prisión por “mandato divino”. Por lo menos esta fue la creencia de su verdugo, Christopher Scarver, quien asesinó al apodado “Caníbal de Milwaukee” con una barra para levantar pesas el 28 de noviembre de 1994.
Por Muy Interesante
Ambos se encontraban aseando los sanitarios del Columbia Correctional Institution, en Portage, Wisconsin, Estados Unidos. Scarver mató en ese momento tanto a Dahmer como a otro preso: Jesse Anderson.
“Dios me dijo que lo hiciera. Jesse Anderson y Jeffrey Dahmer están muertos”, dijo.
Disputa familiar por el cerebro de Jeffrey Dahmer
Casi un año después del doble crimen, el cuerpo de Dahmer fue incinerado en 1995 cuando Scarver fue condenado por matar a golpes al asesino en serie, célebre por cometer canibalismo y necrofilia con sus víctimas desde 1978 hasta 1991, año en que la policía lo atrapó.
Solo hubo una parte del cuerpo de Jeff que se salvó de la quema: su cerebro, el cual se conservó en formaldehído mientras sus padres, Lionel y Joyce, discutían si debía entregarse a los científicos para su estudio.
Lionel abogaba por la incineración del cerebro, mientras que Joyce afirmaba que los científicos debían examinarlo para conocer la razón de los abominables actos de su hijo.
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