Leo Soto nació en Venezuela hace 27 años, desde los 7 vive en Miami y se dedica a crear memoriales para víctimas de accidentes, tiroteos, desastres naturales o incluso guerras como la de Ucrania. Siempre está listo para levantar “un muro de esperanza” en medio de la desgracia.
Desde el derrumbe de un edificio residencial en Surfside, ciudad vecina a Miami Beach, el 24 de junio de 2021, vive entre flores donadas y fotocopias de fotografías de los fallecidos trágicamente, consolando y atendiendo a personas en pleno duelo, según cuenta en una entrevista con EFE.
Le ha estrechado la mano al presidente de EE.UU., Joe Biden, quien visitó con la primera dama el memorial que creó en Surfside, y ha cruzado la frontera entre Polonia y Ucrania al volante de una camioneta cargada hasta arriba de flores artificiales con la que al principio levantaba sospechas de que quería hacer negocio con las familias de las víctimas de los bombardeos rusos.
DOLOR POR TODAS PARTES
Ya estén dedicados a las víctimas de un incendio en un edificio ocupado por inmigrantes en el Bronx (Nueva York), de un devastador tornado en Kentucky (EE.UU.), de un tiroteo en una escuela de Texas (EE.UU.) o de un potente huracán como Ian en el suroeste de Florida, los memoriales sirven para ayudar a calmar el dolor, dice.
“Nunca me he considerado un artista”, indica Soto a EFE cuando se le pregunta por el hecho de que sea descrito como tal. Aunque no lo sea, al menos una de las obras que ha promovido está en un museo.
Llegado a EE.UU. hace 20 años de la mano de su madre, que “buscaba un mejor futuro”, Soto es un trabajador del sector de la hostelería que todavía hoy se gana la vida como camarero cuando no está cumpliendo una misión que surgió de la nada, como una revelación.
La “llamada” de los memoriales le llegó sin previo aviso.
Una compañera de Soto en la escuela secundaria, Niki Langesfeld, de 26 años, murió en el derrumbe parcial del edificio Champlain Towers South de Surfside.
En cuanto lo supo Soto llenó de flores su carro e hizo fotocopias de las fotografías de los entonces desaparecidos, pues quedaron enterrados bajo una enorme montaña de escombros y los equipos de rescate tuvieron que trabajar de manera agotadora para dar con los restos de los 98 fallecidos.
Aquel primer “muro de esperanza”, que da nombre a la fundación creada por Soto (https://www.wallofhopefoundation.org/), creció cuidado como un jardín y, como todos los que lo siguieron, fue levantado con la ayuda de la comunidad.
Las flores muertas se retiraban, se ordenaban los objetos y cada día se juntaba más gente para llorar, compartir con otros u orar, dice Soto, que considera que su memorial “más intenso” fue el de Surfside.
Los elementos no orgánicos de aquel memorial, que fue retirado a los dos meses del derrumbe, se conservan en el Museo de Historia de Miami.
“La gente lo apreciaba mucho, me daban las gracias y me abrazaban” , subraya.
Es la misma reacción que ha encontrado allá donde ha ido a armar memoriales a veces simplemente con una verja de alambre como soporte.
“En el edificio que se quemó en el Bronx (enero de 2022, 17 muertos) muchos de los que vivían allí eran africanos y musulmanes y reaccionaban igual. Es totalmente universal”, destaca.
Soto trabaja siempre con donaciones, pero dice que no es muy bueno en esa tarea. Lo que recauda a través de la web de su fundación lo usa para viajar a sitios que han sufrido alguna tragedia.
Los cultivadores y vendedores de flores son sus grandes proveedores. “Son cosas perecederas que se botan y me las dan”, dice.
Soto acaba de regresar a Miami desde Fort Myers, la “zona cero” de la devastación causada por el huracán Ian, que, con sus vientos de 240 kilómetros por hora y una marejada que hizo subir el nivel del mar varios metros, causó más de un centenar de muertes y daños materiales por unos 60.000 millones de dólares.
“Hay algo sanador en las flores, dan consuelo y te hacen sentir como si hubiera alguna esperanza”, dijo cuando construía un memorial a las víctimas en el Centennial Park de esa ciudad de Florida .
En Ucrania, que desde febrero de 2022 sufre una invasión rusa, le llamó la atención la cantidad de soldados mutilados que se acercaban al memorial, colocado en Lviv, muy cerca una estación de autobús.
Allí conoció a una joven de 20 años que se le acercó antes de empezar a montar la base del memorial y le preguntó en inglés si necesitaba ayuda: “Trabajó siete horas conmigo, recuerda.
EFE