Lo que requerimos es confrontar la realidad a través de la observación, compresión y acción. La oposición del G4 es oposición solo cuando la miras desde lejos, si te acercas descubres a una amorfa opolaboración que lleva 24 años continuos de fracasos y nadie de ellos es capaz por dignidad de renunciar. El liderazgo no provendrá de allí para lograr la salida real del usurpador. Nada ha cambiado desde el 2015. El G4 es un muro que impide la salida, con ellos no es factible derrotar a Maduro. No asoman ni una idea para una vida digna de ser vivida, su desconexión con la gente es total y sus jugadas son chiquitas. La gente no quiere a esos convocantes de primarias porque rechaza el ser y hacer que los caracteriza. Está harta de esos personajes y de su guión. No constituyen el calibre de oposición que necesitamos. Quedan completamente pintados en la pared cuando los decisores” el usurpador y la Casa Blanca” conversan directamente y acuerdan la liberación de los narcosobrinos y renovarle la licencia a Chevrón.
Algunos analistas consideran que el usurpador se está empoderando con la transición del chavismo al madurismo mediante la construcción de consenso social, sumando además de los militares a los empresarios acomodaticios por decir lo menos. Estamos colocados ante la expansión del totalitarismo a través de la normalización, con presos políticos, torturados, mordaza y cierre de medios. Es una relación simbiótica ruin.
El G4 es inútil y dio al traste con todas las opciones que estaban sobre la mesa. Estados Unidos mantiene a su conveniencia a este seudoliderazgo porque los utiliza para negociar tras bastidores con Maduro en función de sus intereses.
La verdadera revolución es contra esa falsaria oposición del G4 y resistirse al susodicho consenso social que nos mantendrá secuestrados de nuestras libertades. Hay que plantearse como un serio reto la sustitución del liderazgo mediocre que nos ha traicionado de la manera más cínica y con responsabilidad directa en la debacle. Se trata de decir y hacer política desde la acción.
El ecosistema criminal ha hecho de Venezuela una vergüenza internacional, el país bota a su gente y en el extranjero la rechazan. Son ya 24 años de holocausto y genocidio, de saqueo y lavado en beneficio de los capitostes y sus socios.
Algunos piensan que las cacareadas primarias en un marco de deslegitimación creciente no ponen en juego el liderazgo del elenco del fracaso, experto en el montaje de obras de teatro sin pueblo. El reglamento le asegura la dirección. A ellos les va bien y a nosotros mal.
¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!