Todos vimos cómo las casas del 23 de Enero se derrumbaron como si fueran de cartón; una imagen impactante, angustiante y aterradora. Una imagen que para muchos –que la vivieron o la vieron– permanecerá en su memoria.
Aquellas casas de bloques rojos cedieron, generando un estruendo ensordecedor y espantoso, fue la culminación de un modelo que mantienen presos en un submundo a miles de venezolanos de las barriadas populares.
Allí estaban madres y padres de familia, abuelos y nietos, solos sin auxilio de nadie.
Allí estaban desamparados, mientras en Miraflores se tapaban los oídos para no escuchar el ruido del derrumbe y se tapaban los ojos para no ver la desgracia que les rodea.
Miles de venezolanos están siendo objetos del paso inclemente de las lluvias. Miles de venezolanos están navegando entre las aguas de ríos que se han desbordado engullendo todo en su camino, arrasando con carros, viviendas y vidas humanas.
Es una situación de calamidad terrible. En el momento que redacto estas líneas, no solo se trata de la tragedia en Las Tejerías sino que vemos casos de inundaciones en otros puntos del estado Aragua, en Caracas, en La Guaira, en Anzoátegui, en Sucre. Medio país está sucumbiendo ante la inmisericorde crecida de los ríos.
Y también observamos cómo los héroes de azul, los abnegados funcionarios de Protección Civil junto con los valientes integrantes del Cuerpo de Bomberos, hacen milagros en medio de tanto caos.
Los funcionarios de prevención y socorro están haciendo una gran obra sin apoyo de ninguna índole. Sin equipos de proyección ni salvamentos, sin equipos técnicos ni herramientas adecuadas, sin dotación de ninguna índole, y a pesar de ello siguen adelante, continúan ayudando a quienes lo han perdido todo.
Ellos –esos aguerridos hombres y mujeres– merecen todo nuestro reconocimiento, todo nuestro aprecio y todo nuestro agradecimiento. Es titánico el esfuerzo que están llevando adelante; es maravilloso la labor que hacen.
La acciones de salvamento que llevan adelante los miembros de PC y bomberos es diametralmente opuesto a la dejadez, a la mediocridad que marca el accionar de los enchufados y de quienes ostentan el poder de forma írrita.
Más allá de shows mediáticos, con cámaras y reflectores, quienes tienen el poder no hacen nada.
Pues, la principal tarea de un gobierno no es socorrer ante la tragedia sino prevenir antes que la misma ocurra; y como hemos visto aquí, nadie hizo nada para impedir o por lo menos minimizar el impacto de las actuales circunstancias ambientales y climatológicas.
Nicolás Maduro dice una cosa y hace otra. Pues, habla que quiere ayudar a las víctimas de las lluvias, pero en verdad no hace nada, es indolente ante el dolor de quienes lo perdieron todo, y con quienes perdieron a seres queridos. Es cruel, es inhumano.
Todo esto representan otras razones más por la cual Venezuela necesita un presidente nuevo, uno que tenga rostro de mujer.
Así de simple.
Sin más que agregar, nos leemos la próxima semana.