Economía y educación tienen una relación profunda y estrecha en la época moderna, pero por obvia y evidente, parece haberse vuelto un asunto que por suponer que tiene un funcionamiento automático todo el mundo ignora. América Latina es un ejemplo de esta situación. Se ha convertido en el área del mundo donde la economía crecerá menos para el año 2023, con pobre desempeño de 1,7% de acuerdo a las predicciones del Banco Mundial (BM). No nos cabe la menos duda de que uno de los condicionantes de esta indigencia en el comportamiento económico es la educación.
En Venezuela, aun cuando ciertos alucinados economistas vean crecimiento y normalización, las cifras de 97% de pobreza y 70% de pobreza extrema muestran otra realidad. Sin duda, el problema de la debacle ominosa de la economía venezolana es debido a una complejidad multifactorial, pero sin ninguna duda el problema de la educción es un factor muy importante, algo que ya era muy evidente en el último tercio del Siglo XX, que se agravó dramáticamente durante el socialismo en el siglo xxi, como resultado de que para nuestros actuales gobernantes la educación solo tenía un rol ideológico, lo cual condicionó el actual naufragio de la educación desde el preescolar hasta la universidad. Hoy tenemos un cuadro desolador de destrucción de la capacidad educativa, por evaporación de los salarios docentes, destrucción de la infraestructura física, inexistencia de dotación material y tecnológica, pero lo más importante absoluta indiferencia del estado frente al problema e inacción de la sociedad sobre esta escandalosa calamidad.
En un reciente estudio realizado por la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) en estudiantes que van de cuarto año de primaria a quinto año de bachillerato sobre habilidades matemáticas y competencias verbales en Caracas y otros 15 estados, donde se aplicaron 16.000 pruebas en colegios privados y públicos subvencionados; es decir, estamos hablando de colegios con cierto grado de atención y recursos, los resultados fueron más que decepcionantes: en matemáticas 67,70% resultaron reprobados mientras que en la parte verbal 60,98% fracasaron. Este estudio debió prender una discusión sobre tales resultados que dan cuenta de la menesterosidad de nuestra educación, sin embargo, para nuestra perplejidad solo fue otra de tantas malas noticias que se difunden día a día, algo que pasó sin pena ni gloria.
La sociedad, debe reaccionar frente a un cuadro que compromete el futuro en primer lugar de las familias, que pierden con esta situación toda posibilidad de progreso. En la sociedad moderna la prosperidad esta imbricada a la posibilidad de incorporarse con éxito a la economía, es el motor generador de la movilidad social.
Sorprende el hecho de en muchos planes que han pasado por nuestras manos sobre la recuperación, una vez que se haya producido el cambio político necesario que permita darle un nuevo rumbo al país; en ninguno el problema educativo aparece como importante. Ya que para nosotros es impensable el éxito de ningún plan, si no se crean las capacidades de la población para hacer frente a los problemas laborales, políticos, sociales, culturales y éticos que el cambio exige. El cambio es un desafío complejo que será exitoso si solo si se cuentan con amplios sectores de la población que puedan asumir el reto.
Educación y economía no solo establecen relaciones respecto del mercado o al problema de la capacitación profesional para asumir diversas tareas económicas. Sino que tienen que ver con la creación de habilidades culturales capaces de manejar situaciones dinámicas y con expectativas que se modifican a gran velocidad y con umbrales de incertidumbre difíciles de manejar tanto en el ámbito público, como el empresarial y el ámbito privado.
La sociedad moderna descansa en la economía, es el motor fundamental que tiñe todos los aspectos generales de la sociedad, pero el error es pensar que la economía es un automatom, que dejada de su cuenta resuelve, o para decirlo en sus propios términos, logra por si misma los equilibrios dinámicos que hacen posible la subsistencia a largo plazo de las naciones. La economía necesita de una capacidad crítica que permita alimentar los dos sistemas fundamentales, el de la evaluación de medios-fines y el de la evaluación por valores; estas perspectivas no son complementarias, sino que mantienen relaciones dialécticas que son las que proporcionan los criterios para mantener la sociedad en marcha de manera progresiva hacia niveles cada vez más elevados de bienestar material y social y de estabilidad institucional a largo plazo. Todo lo anterior se logra con un sistema educativo a cargo de la sociedad -no una mera función del estado-, que vigile permanentemente su calidad, adapte las transiciones intergeneracionales entre las orientaciones de la economía, las expectativas sociales siempre cambiantes y las metas de mediano y largo plazo que garanticen la subsistencia de la sociedad democrática