El compositor no le iba a incorporar letra; la cantante no quería pone la voz y el director se negaba a incluirla en su película. My Heart Will Go On debió superar demasiados obstáculos antes de salir a la luz. Parecía destinada a no existir.
Por Infobae
Después pasó lo que nadie esperaba: se convirtió en una de las canciones más exitosas de todos los tiempos.
Respecto a Titanic, James Cameron tenía una certeza: sólo quería música instrumental. Y las certezas de Cameron –similares a las obsesiones- rara vez se doblan. A pesar de saberlo y de que el director se lo recordara en cada reunión que tenían, el compositor James Horner confiaba mucho en uno de sus temas. Le pasó la partitura a Will Jennings para que le pusiera letra. Jennings no había visto la película, sólo tenía el resumen oral que le había hecho Horner. Luego, sin que el director supiera, Horner buscó cantante. Parecía que la elegida sería Sissell Kyrkjebo, una cantante noruega que mezclaba la ópera con las canciones populares. Ella recibió la canción, la ensayó y estaba dispuesta a grabarla: podría haber sido su gran explosión mediática.
Horner, mientras tanto, le pidió a la canadiense Celine Dion que la grabara. Ella se negó. Ni siquiera quiso escuchar el tema. Venía de ser la voz en tres temas de películas (en La Bella y la Bestia, Up Close and Personal y Sleepless in Seattle) y con Horner había tenido una mala experiencia: antes de convertirse en una súper estrella había grabado un demo para otro film, pero el compositor terminó eligiendo a alguien consagrado como Linda Ronstadt. Además su último disco la había subido en la jerarquía del mundo del espectáculo. Ya no era alguien exitosa sino una súper estrella que venía de vender decenas de millones de discos.
El marido y manager de Celine, René Angelil, la convenció de que le diera una oportunidad. Se reunieron en la habitación de un hotel de lujo de Nueva York y con el acompañamiento de Horner al piano, Dion registró el demo en una sola toma. “Esa fue la única vez que canté la canción”, contó ella en una entrevista televisiva. Aunque luego aclaró: “Excepto, claro, las tres millones de veces que la hice en vivo después”.
Con ese demo, Horner trabajó en el estudio con una orquesta. Pero todavía faltaba lo más difícil. Debía convencer a James Cameron de que pusiera el tema al final de la película. El director tenía control total de las decisiones. Eso había ocasionado una gran demora, que el presupuesto se disparara desorbitadamente y que todo el ambiente estuviera convencido de que la película sería un fracaso absoluto.
Cameron en algún momento había intentado que la banda de sonido la compusiera Enya, pero ella no aceptó. Desde las primeras conversaciones con Horner, Cameron le aclaró que la reconstrucción de época era rigurosa y que no quería ningún elemento disonante ni anacrónico. Por lo tanto no podía haber canciones pop. Pero el compositor sabía que ese tema instrumental, con letra y una buena cantante podía convertirse en una bomba en los charts.
El músico esperó su momento. Debía encontrar a Cameron de buen humor. Y también un poquito desesperado. Sabía que su carrera estaba en riesgo. Cuando le mostraron la canción supo que era buena, que a su película le vendría bien, que un buen tema pop en los noventa podía empujar la taquilla y que la letra era apropiada. De todas maneras se tomó su tiempo para decidir. El estudio lo presionaba y él debió procesar internamente la decisión que en algunos momentos vivía como una claudicación.
No era cierto que sólo la había cantado esa vez sola en la habitación de Nueva York. Semanas después cuando estaba por terminar el disco que se llamaría Let´s Talk About Love, Celine Dion volvió a grabar en estudio el tema con producción de Walter Afanassieff, que venía de tener varios hits con Mariah Carey. La versión tiene coros más potentes y más brillo pop. La gran paradoja es que la versión que llegó a la cima de los charts, que inundó las radios y cuyo video se repitió millones de veces es esa, diferente a la de la película que la impulsó.
Celine editó Let’s Talk About Love el 14 de noviembre de 1997, 25 años atrás. Tenía todo para ser un gran tanque de ventas. Colaboraciones con Barbra Streissand, Luciano Pavarotti, los Bee Gees y George Martin entre otros. El álbum era el sucesor de Falling into You que había sido un suceso enorme y había consolidado de manera definitiva a Dion como una estrella global. El desafío de repetir esa repercusión parecía imposible. El single con Streissand fue el primero que se publicó y fue bien recibido, pero parecía muy lejos del fenómeno del álbum anterior. Pero esa conjunción de grandes estrellas quedó sepultada bajo la repercusión inmensa, casi ridícula, de My Heart Will Go On y Titanic. Cuando, cinco semanas después, se estrenó la película y la canción fue lanzada, ya nadie pudo pararla. Durante varios meses fue la más difundida en las radios norteamericanas pero duró sólo dos semanas en el primer puesto del ranking. Eso se debió a una original e inteligente estrategia de marketing. Se imprimieron sólo 600.000 copias del single. Más de la mitad se vendieron la primera semana. Cuando en los días siguientes se agotaron, la gente debió comprar alguno de los dos álbumes en los que estaba incluida. Sí, eran dos los discos.
Si Let´s Talk About Love no encabezó los charts durante más semanas fue culpa de … Celine Dion. Porque era tal el nivel de éxito que, por esos meses, ella competía nada más que contra sí misma. La banda de sonido de Titanic vendió millones de ejemplares; eran todos temas instrumentales de James Horner y sólo un tema con letra: My Heart Will Go On. La fiebre de la película era tan contagiosa que dominó también el mercado discográfico.
La canción y el disco terminaron por convertir a Celine Dion en una mega estrella. Su camino había sido largo y siempre ascendente. Fue la hermana menor de una familia de doce hermanos en una casa sin demasiados recursos. Dejó la escuela en Quebec al ingresar al secundario porque quería dedicarse a la música. Un manager confió en ella: Rene Angelil.
El hombre hipotecó su casa para solventar los gastos del primer disco. A partir de ese momento, Dion fue ganando relevancia en el mercado canadiense. Después el salto lógico fue extenderse a Francia. Después de un par de álbumes ya vendía millones de copias en el país europeo. Consolidada en el mercado francófono, intentaron el desembarco en Estados Unidos. Lo que parecieron unos primeros pasos titubeantes condujo, después de unos años, en el triunfo comercial de Falling Into You.
Paralelamente, entre ella y Angelil se enamoraron y consolidaron una pareja. Durante un largo tiempo, no dieron a conocer el vínculo temerosos de lo que se podría decir de ellos: él la doblaba en edad, viajaban por el mundo desde que Celine era una adolescente, Rene manejaba su vida y su dinero, y nadie sabía en qué momento había comenzado el vínculo amoroso. Pero la pareja fue bien recibida por el público y la prensa. Angelil manejó con mano firme y audacia la carrera de su esposa. Y con un enorme timing. Supo cuando saltar a Francia, cómo ir alternando los discos en francés y en inglés, de qué manera conseguir difusión con colaboraciones para bandas sonoras hasta hacer de Celine una diva de la canción. Su último gran acierto fue aceptar la residencia en Las Vegas. La ciudad del juego era considerada un lugar en el que los artistas iban a terminar su carrera, una especie de cómodo retiro del que gozaban viejas glorias. Pero Celine Dion revitalizó el mercado y posibilitó que varias figuras más copiaran su ejemplo y lograran hacer renacer su carrera. Los medios especializados en la industria discográfica consideraron que se trató de una de las grandes apuestas financieras del mundo de la música a principios del nuevo siglo.
Después la desgracia cayó sobre Celine. Su marido enfermó de cáncer. Ella se retiró un tiempo para cuidarlo. Pero la enfermedad recrudeció en 2015 y él murió a principios de 2016. Ese mismo fin de semana, con tan solo 48 horas de diferencia, también el cáncer acabó con la vida con el hermano de Celine que era más cercano a ella. James Horner, otro puntal en su éxito, fue víctima de un accidente de avión unas semanas antes.
En los últimos años, Celine volvió a los escenarios. Su tristeza por la muerte del marido la había mantenido alejada de la industria un buen tiempo. En sus últimas apariciones se especuló sobre su salud porque se la vio demacrada y bastante delgada. Ella desechó rumores y se siguió presentando en vivo. Para el año que viene está previsto su debut cinematográfico como actriz en una comedia romántica.
My Heart Will Go On y Let´s Talk About Love también fueron el germen de un gran libro. Carl Wilson escribió para la serie 33 1/3 un texto sobre el álbum que fue traducido al español como Música de Mierda. Es un ensayo extraordinario que utiliza el mega éxito de Dion y el desprecio de los especialistas y críticos hacia su música para hablar del gusto musical, del snobismo y de los prejuicios: “Dion era un elemento cultural que uno podía soportar a regañadientes y con actitud burlona (era un espectáculo dantesco, sí, pero era nuestro espectáculo dantesco), hasta que Titanic echó por tierra (y también por mar) todo sentido de la proporción y las ululantes amígdalas de Dion se dilataron para tragarse el mundo entero”, escribe Wilson.
My Heart Will Go On cumple un cuarto de siglo. También el fenómeno Titanic. La canción durante este tiempo musicalizó decenas de miles de videos de bodas, ingresos en bailes de graduación, bautismos y mensajes emotivos para cumpleaños. Se convirtió -para bien o para mal, guste o produzca rechazo inmediato- en parte de nuestra vida cotidiana.